El estallido social en Lo Hermida: violencia, abandono y solidaridad

El estallido social en Lo Hermida: violencia, abandono y solidaridad

Por: Mariela Muñoz | 01.02.2020
Cuando visitamos, como profesionales del Programa PIE Lo Hermida, el sector de Caracas con Los Presidentes, frente a la comisaria, quedamos devastados… Era un paisaje de guerra, estaba gran parte de la calle destruida. No solo no se podía respirar, sino que tampoco podíamos abrir los ojos por el ardor de los gases. Había niños mirando desde sus casas todo lo que estaba pasando. Fue muy doloroso pensar en cuántos niños y niñas estaban respirando ese aire, tantos días seguidos, sin tregua. Nos dolió lo azotado que vimos el territorio.

Mi nombre es Mariela Muñoz Toro, soy Directora del Programa de Intervención Especializada, PIE Lo Hermida de la Corporación Opción. Trabajamos en la restitución de derechos de niños, niñas y adolescentes que habitan el sector de Lo Hermida de Peñalolén.

Desde que comenzamos la implementación de este programa, en el año 2010, pudimos constatar la grave vulneración de derechos que sufren día a día los niños y niñas que habitan este territorio. Vulneraciones marcadas por la violencia tanto dentro de sus hogares como fuera de estos.

Nos encontramos con cuidadoras cansadas, con altos niveles de estrés, que a su vez han debido sortear infancias dolorosas; madres y abuelas que ejercen la marentalidad en soledad, sin redes de apoyo, gravemente estresadas, viviendo de allegadas o en pequeños espacios, en situaciones de hacinamiento, sin la posibilidad de satisfacer su derecho a la vivienda; mujeres que ejercen empleos precarios, que reciben pensiones indignas, que se encuentran en precarias condiciones de vida. Y con esto arrastran a sus hijos y nietos a vivir bajos esas mismas precarias condiciones.

También vemos derechos a la educación que se vulneran constantemente, con adolescentes que asisten al Programa PIE siendo expulsados por el sistema, lo que los deja en situaciones de exclusión, sin derecho a desenvolverse con pares de su mismo grupo etario y muy cerca de la exclusión. Varios de los adolescentes que atendemos en el Programa PIE ya no se encuentran en la educación formal y hemos tenido que apoyar su ingreso a proyectos “alternativos” de educación, e incluso incorporarlos a la Educación de Adultos (nocturna).

La violencia está presente también afuera, en el espacio público en las plazas y esquinas, usadas para la venta y consumo de drogas.

Además de un Sistema de Protección a la Infancia muy deficiente, en que el Servicio Nacional de Menores se ha visto sobrepasado con serias dificultades para cubrir todas las necesidades que en la actualidad presentan los niños, niñas y sus familias de Lo Hermida.

Entonces no nos sorprendió cuando estalló el 18 de octubre esta voz, con todas estas demandas que veníamos viendo día a día en nuestro trabajo. Hubo una ilusión de levantar la cabeza y sentir que esto no podía seguir así. Una ilusión de que las condiciones pueden ser mejores para aquellos que por tantos años se han dedicado a trabajar en extensas jornadas para llegar al final del día a sus casas con un cansancio y estrés severos. Que no generan el contexto para una protección adecuada hacia los niños y niñas. Pero lejos de responsabilizar a los adultos que atendemos, miramos esta violencia estructural que se cuela por todas partes y que siempre termina afectando a quienes son más vulnerables: las niñas y niños.

Pero la violencia no paró y se hizo más y más fuerte, ahora desde las fuerzas policiales. Lo Hermida fue arrollado por las bombas lacrimógenas, balines y la destrucción de las calles. Helicópteros en extensas jornadas sobrevolando la población. Entonces comenzó una violencia desmesurada hacia los habitantes de Lo Hermida: varios niños que atendemos fueron víctimas de agresiones físicas, heridas en sus cuerpos y mucho miedo.

Escuchamos a niños y niñas decir que sentían miedo, angustia y sentimientos de desprotección e inseguridad. Durante varios días permanecieron encerrados en sus casas por temor a lo que carabineros podía hacer. Los gases de las bombas lacrimógenas se colaban por todas partes de las casas, con dificultades para respirar y sin posibilidades de poder descansar. Los niños y sus familias se sentían inseguros con mayores aprensiones para usar el espacio público e incluso para enviar a los niños a la escuela.

Recibimos relatos de varios de los adolescentes, madres y abuelas que atendemos en el Programa PIE, quienes fueron afectados directamente por la violencia en el territorio.

El de un adolescente de 16 años que fue detenido por la Policía de Investigaciones PDI de Peñalolén, trasladado a la unidad de la Brigada de Investigación Criminal. Él relató que en el lugar fue agredido por dos detectives, quienes lo obligaron a acostarse en el suelo, momento en el que lo agredieron con repetidas y fuertes patadas en la parte posterior de la cabeza, lesiones que lo mantuvieron con intensos dolores durante dos días. El joven permaneció durante toda la noche detenido. Fue puesto en libertad al día siguiente sin cursar denuncia, parte o tomar contacto con sus adultos responsables.

Un niño de 14 años que relata que el día 13 de noviembre fue agredido por perdigones lanzados por carabineros de la 43° sub comisaria de Peñalolén. Estos perdigones lo hirieron en dos oportunidades, en su entrepierna derecha y en su abdomen. Lo anterior se generó en el contexto de manifestaciones sociales. El niño se encontraba acompañando a un amigo camino hacia su domicilio en las calles de Av. Los Presidentes con Calle Caracas. Cuenta que en ese momento apareció un carabinero de frente y le disparó a una distancia de 5 metros. Posteriormente el joven huyó del lugar, siendo atendido por voluntarios de primeros auxilios que se encontraban en el sector. En los días posteriores continuó recibiendo atención medica en la JJVV 18.

Otro usuario de nuestro programa, de 16 años, que se encontraba participando en una manifestación en la esquina de El Valle con Pasaje Frutillar, cuando fue herido por un perdigón en la parte inferior de su cuerpo.

Un adolescente de 15 años, que nos relata que fue agredido por dos perdigones, uno en la parte trasera de su pierna izquierda y otro en la parte inferior de la rodilla derecha. Producto de estos dos impactos, el joven cayó sobre una lata metálica, lo que le provocó un corte en la parte trasera del muslo izquierdo.

También la madre de un usuario del PIE debió trasladarse a pernoctar a la JJVV 18 con su hijo pequeño, producto de la grave violencia que se generó desde carabineros en el block donde vive. Indica que no podía respirar por los gases de las bombas lacrimógenas que ingresaron en su departamento.

Una mujer adulta mayor, quien ejerce el cuidado de cinco nietos menores de edad, relata los episodios en que su grupo familiar no podía respirar por los gases que ingresaban a su hogar. Tanto ella como sus nietos se encontraban encerrados intentando disminuir los efectos de los gases con limón, con un miedo feroz a salir de la casa.

Otra de las madres que atendemos relata que fue atendida en urgencia por crisis de angustia, producto de la violencia policial y los helicópteros que han circulado por periodos de tiempos extendidos.

Cuando visitamos, como profesionales del Programa PIE Lo Hermida, el sector de Caracas con Los Presidentes, frente a la comisaria, quedamos devastados… Era un paisaje de guerra, estaba gran parte de la calle destruida. No solo no se podía respirar, sino que tampoco podíamos abrir los ojos por el ardor de los gases. Había niños mirando desde sus casas todo lo que estaba pasando. Fue muy doloroso pensar en cuántos niños y niñas estaban respirando ese aire, tantos días seguidos, sin tregua. Nos dolió lo azotado que vimos el territorio.

Y así han seguido pasando los días. Hemos escuchado que muchos vecinos sienten que el Estado y el gobierno local los han abandonado, y constatamos claramente este sentir al pensar que, luego de tres meses de una fuerte violencia en el territorio, ha habido secuelas graves a nivel físico, emocional, psicológico, social y en la infraestructura del sector. Pero muchos vecinos sienten que no ha habido acciones suficientes para detener esta violencia y tampoco espacios que permitan la contención y reparación del daño que en la actualidad presentan los niños, niñas y sus familias. No se ha visto una intervención formal desde la institucionalidad que permita abordar las consecuencias que ha tenido para los niños esta violencia.

Sí hemos visto y sido partícipes de los grandes recursos que se activaron desde la ciudadanía en Lo Hermida. Vimos cómo toda una ciudad se movilizó ofreciendo apoyo a los vecinos de Lo Hermida. Las Juntas de Vecinos y demás organizaciones han hecho un esmerado trabajo intentando contener a los niños y niñas, ofreciendo albergues para las familias más afectadas, ollas comunes para entregar almuerzos a los niños y actividades recreativas, y realizando diálogos por la niñez, comunicados y “Las Colonias de Verano” de la Junta de Vecinos 18, que están en curso por estos días. También vimos cómo se ha brindado atención de Primeros Auxilios, atendiendo a personas heridas en los sectores de mayor violencia y enfrentamiento, entre tantas otras iniciativas. Con todas estas acciones, si bien no se resuelve la necesidad más profunda de espacios de contención y reparación, sí se logra apaciguar el daño que viven los niños y niñas.

 La manifestación social no puede ser criminalizada. No estamos en guerra. Es solo el deseo de ejercer el legítimo derecho a manifestarse. Se debe entender que los habitantes de Lo Hermida se han cansado de vivir rodeados de violencia, con precarias condiciones de vida, que se cansaron de la desigualdad social, de trabajos, salud, educación y un sistema de protección a la niñez poco digno.

Por nuestra parte, queremos agregar que resulta hoy más evidente que nunca la necesidad de una Ley de Protección para la Infancia, de programas que permitan recuperar el bienestar de niños y niñas, que se ha visto dañado de manera grave y sistemática, y de que los niños de Lo Hermida puedan ejercer “El derecho de vivir en paz”.