Vivir en Chile cuesta un ojo de la cara

Vivir en Chile cuesta un ojo de la cara

Por: Elisa Montesinos | 20.11.2019
Nos congregamos bajo el concepto “Contra la normalidad”. Entramos al mall por separado, para no llamar la atención. Cuando marcan las 12:35, cubrimos nuestros ojos con un parche, y se lanza cada uno y cada una a caminar con normalidad dentro del edificio, entrar a tiendas, probarse lentes. Hay gente que toma fotografías, algunas señoras miran con desconfianza y desdén, otras saludan gentilmente con un movimiento de cabeza y una sonrisa cordial. Algunos padres evitan que sus hijos vean la violencia. Una mujer argentina se acerca a una pareja emparchada a preguntar de qué se trata. “Es que no se habla mucho de esto en los diarios de acá”, dice. Sigue sus compras, conmovida. Ahora sabe que más de 220 personas han perdido la vista de un ojo, o dos, por atreverse a abrirlos. 

Sábado 16 de noviembre, 12:00 del día. Hace poco más de 24 horas se firmó, entre gallos y medianoche, un pacto entre algunos partidos políticos. Le han llamado “Pacto por la paz”. Ese mismo día, Plaza de la Dignidad, antes conocida como Plaza Italia, amanece cubierta de blanco con la palabra PAZ en el caballo de Baquedano. Una intervención insólita, casi surrealista, en la que se dejaba ver con claridad la intención de meter a los asesinados y a quienes han perdido sus ojos bajo ese manto inmaculado. 

Volvamos al mediodía de ese sábado 16. Una treintena de personas nos hemos coordinado para intervenir la normalidad de un epicentro del consumismo como es el Costanera Center. No es la primera intervención. Chile, Estado asesino, reunió a 50 alumnos, alumnas y docentes de la Escuela de Teatro de la Universidad Mayor, irrumpiendo en silencio en el centro de Santiago para hacer una caminata silenciosa denunciando las vidas tomadas por el Estado chileno. 

Esta mañana nos congregamos bajo el concepto “Contra la normalidad”. Entramos al mall por separado, para no llamar la atención. Cuando marcan las 12:35, cubrimos nuestros ojos con un parche, y se lanza cada uno y cada una a caminar con normalidad dentro del edificio, entrar a tiendas, probarse lentes. Hay gente que toma fotografías, algunas señoras miran con desconfianza y desdén, otras saludan gentilmente con un movimiento de cabeza y una sonrisa cordial. Algunos padres evitan que sus hijos vean la violencia. Una mujer argentina se acerca a una pareja emparchada a preguntar de qué se trata. “Es que no se habla mucho de esto en los diarios de acá”, dice. Sigue sus compras, conmovida. Ahora sabe que más de 220 personas han perdido la vista de un ojo, o dos, por atreverse a abrirlos. 

[caption id="attachment_325671" align="alignnone" width="959"] © Carla Motto[/caption]

Escribe Maritza Farías, actriz, investigadora, docente y directora de las intervenciones: “Un arte político, un arte crítico, debe poner en evidencia, exponer y restregar en el cuerpo de todos lo que sistemáticamente se intenta ocultar. Los artistas debemos volver una y otra vez a los temas que aún no están solucionados, a los hechos que se mantienen en silencio y oprimidos; debemos insistir en gritar y mostrar lo que debe ser denunciado”. Esta vez, a través del teatro invisible, la intención fue remover la cotidianidad de un lugar que no cierra aunque se suiciden personas en su interior. Protestar denunciando  las mutilaciones oculares perpetradas por Carabineros de Chile en, hasta entonces, 30 días de manifestaciones. 

Ante la paz impuesta del silencio y la ceguera, esta intervención, como otras, se han levantado como una exposición necesaria para irrumpir la pasividad aparente.

Sábado 16 de noviembre, 14:30 horas. Tras dos horas deambulando por la mole, la treintena de jóvenes emparchados salimos juntos a la calle. Un hombre de 40 años aproximadamente ve que nos sacamos los parches y se acerca. “Los vi adentro, y me emocionó mucho ver que eran tantos. Creí que estaban heridos de verdad. Mi hermano chico perdió su ojo la primera semana, tiene 16 años. Gracias por esto”.

[caption id="attachment_325674" align="alignnone" width="924"] © Carla Motto[/caption]