Colo-Colo, Feminismo separatista y Unidad Social en Providencia: Así se vivieron algunos de los cabildos autoconvocados por la ciudadanía
Feministas separatistas en Plaza Brasil
Si hemos contado con una agenda de género desde que se terminó la dictadura militar, es porque las feministas de la segunda ola lucharon por la democracia en el país y en la casa, impusieron sus demandas de incorporarse al mundo público y del trabajo y por sus derechos reproductivos. Es algo que en lo absoluto se lo debemos a la Constitución de 1980, cuyos autores, todos hombres, la diseñaron entre cuatro paredes y bajo la lógica más heteronormada, androcéntrica, neoliberal y patriarcal que podamos imaginar.
Hoy, en un momento de crisis política, a las mujeres y disidencias sexuales nos asalta el miedo fundado de que vuelvan a dejarnos fuera, tanto de las posibles reformas como del necesario y esperado proceso constituyente.
Comenzaron los llamados a cabildos y asambleas abiertas ante los ojos de organizaciones de mujeres, feministas y mujeres de la sociedad civil, quienes automáticamente pensamos “no sin nosotras”. Reaccionamos de inmediato y se convocó al primer cabildo feminista. Si somos parte de las masas que luchan en las calles para que se cree un pacto social, tenemos que vigilar e instalar que este pacto también debe ser sexual y, por supuesto, de género.
Ya desde la esquina de Compañía de Jesús con Avenida Brasil, a través de los coloridos Federica Matta de la Plaza Brasil, se veía un tumulto de mujeres. Fue el miércoles 30 de octubre, a las 17:00. Las convocantes fueron las Abogadas Feministas, Observatorio Contra el Acoso Callejero, Vaginas ilustradas, Conciencia fem, Geógrafas Chile, No fue sexo, Trenza colectivo, Mujeres del café, Red chilena contra la violencia, Agrupación rompiendo el silencio y Colectiva callejeras.
Repartidas por todas partes, sentadas en los pastos y haciendo una larga fila para inscribirse en el cabildo feminista separatista, que durante su transcurso lo bien llamamos "Cabilda". Entre dos añosas palmeras un lienzo negro que, en letras blancas, decía “Feministas autónomas contra la dictadura neoliberal y patriarcal”.
Una vez inscritas, alrededor de 600 mujeres nos acomodamos estrechamente en los pastos. Sentadas tapizábamos de morado y verde la mitad de la Plaza Brasil por nuestras pañoletas que gritan nuestras consignas como Aborto Libre, Seguro y Gratuito, y Ni Una Menos.
Por supuesto, no podíamos evitar las miradas entrometidas y por momentos suspicaces de los hombres que estaban en la plaza o pasaban por los alrededores. Mala era la suerte que corrían si decidían detenerse a mirar o acercarse, pues, como decían los stickers que nos repartió “No fue sexo”, ese era un espacio seguro. Nuestro espacio seguro. Uno fue alejado impetuosamente por una turba de mujeres y otro fue derecha y merecidamente golpeado por una hermana poderosa. Era irreductible, en ese espacio nos cuidamos entre todas, resistiendo y en sororidad.
Se abrió la discusión con una idea inicial que nos alienta: sacamos las cuerpas a la calle para discutir cómo cambiar un modelo que a la fecha ha sido pensado e implementado por hombres. En grupos de 10 mujeres nos dispusimos a responder qué nos convocaba como mujeres a estar ahí. Primero, claro, para mirarnos directo a los ojos, nos presentamos. Comenzó una compañera de pañoleta morada diciendo “soy lesbiana, feminista radical y me convoca hacer arder todo”.
Divagamos, debatimos, conversamos, intercambiamos. Nuestras demandas apuntan a una profunda transformación económica, social, política y cultural. Enunciamos la lucha por una nueva forma de relacionarnos que sea crítica al individualismo, apropiarnos de nuestro espacio nacional, enfrentar las lógicas productivas y de organización que no asumen que el uso del tiempo está cruzado por el hecho de ser mujer, entre muchas otras cosas. Concluimos de manera unánime que necesitamos que la nueva constitución cuente con una discursividad feminista y somos nosotras quienes tenemos que instalarla, poniendo especial atención al uso del lenguaje, para que no vuelva a excluirnos y así poder recuperar la voz que nos robaron en la actual constitución y el modelo que nos ordena en Chile.
Cerramos el plenario gritando nuestras consignas, alineadas con la urgencia de una nueva constitución vía Asamblea Constituyente. Estuvimos de acuerdo con que próximamente teníamos la responsabilidad de llamar a una masiva manifestación, evocando la histórica del 8M de 2019, pero esta vez para exigir la renuncia de la ministra Isabel Plá. Su mutismo respecto de las violaciones a los derechos humanos, los abusos, y violencia sexual ejercidos hacia mujeres y niñas por las fuerzas represivas del Estado, nos indigna y bajo ningún aspecto permitiremos su impunidad.
(*Natassja de Mattos es cientista política especializada en análisis cultural, comunicación social y educación. Ha realizado investigación en diversos asuntos culturales, es profesora y se dedica principalmente a temas de género desde el feminismo).
Profesionales en Inés de Suárez
Pese a ser vecinos, eran pocos los que allí se conocían. Y esa observación fue recurrente: el sábado pasado Unidad Social -el colectivo que agrupa a 100 organizaciones de las distintas esferas sociales- convocó a un cabildo en la Plaza Inés de Suárez, sobre la estación de Metro homónima, en Providencia. La idea, como la de todas las instancias ciudadanas autoconvocadas desde que comenzó el estallido social, era canalizar el descontento, darle forma, rostro, identificar el malestar y proponer soluciones.
A las 17:00 eran más o menos 100 personas; con los minutos fueron llegando más. Y cuando terminó todo, eran más de 300.
A viva voz se presentó el procedimiento: esa era una instancia para conversar, conocerse y quizás identificar una cierta solidaridad, base de todo trabajo colectivo, para "reconstruir nuevamente el tejido social perdido durante la Dictadura Militar" según se lee en el acta oficial del evento.
No era vinculante, pero sí relevante: fueron muchos los que se habían visto allí, todas las tardes, sobre el puente que cruza Pedro de Valdivia, deformando ollas durante los cacerolazos. Pero el mismo golpeteo los impedía de conversar -y más que hablar, de escuchar(se), decían.
Se formaron grupos de al menos 10 personas, todas dirigidas por alguien con incidencia en la Unidad. Primero la presentación: nombre, profesión (porque eran todos profesionales) y razón por la que estaban allí (llegaron algunos forajidos de comunas aledañas que se rebelaron y declararon de primera la vereda política por la que caminaban). Y después, tres preguntas para desarrollar: 1) ¿Cuál es el origen del conflicto actual? ¿Qué ha generado el malestar ciudadano? ¿Qué oportunidades ofrece esta movilización nacional?; 2) ¿Cómo es posible avanzar en mayor justicia social a partir de esta coyuntura? ¿Existen demandas prioritarias para la ciudadanía? ¿Se necesita una Asamblea
Constituyente para transformar Chile?; y 3) ¿Qué tipo de acciones puede realizar la ciudadanía y las organizaciones sociales para conseguir sus objetivos?
En el grupo habían militantes de Revolución Democrática y Evópoli, dos exiliados que volvieron, una psicóloga, dos economistas, dos abogadas, tres periodistas, un publicista. Y frente a la primera pregunta reconocieron una indolencia de la clase política, una falta de garantía estatal frente a ciertos derechos, una violencia provocada por un sistema neoliberal salvaje que violenta a los ciudadanos, una falta de participación ciudadana produjo desconfianzas en las instituciones representativas.
En la segunda pregunta hubo coincidencias en que es la Constitución la clave para frenar y revertir los orígenes del malestar. Las demandas prioritarias eran la educación, la salud y las pensiones (o al menos las que están hoy al rojo). Pero toda modificación requiere también una voluntad de cambio: pasar de la individualidad a la solidaridad, que se cruzaba con las primeras palabras: esa de no conocer al vecino sino hasta esa instancia. También concluyó el grupo que se debían nacionalizar los recursos naturales, promover la equidad, y también el Ejecutivo debe responsabilizarse por las muertes que han significado las manifestaciones. ¿El camino para lograr esto? Una asamblea constituyente.
Fue casi al unísono la respuesta sobre la forma en que debe llevarse esto a cabo: las movilizaciones deben seguir, las ollas deben sonar más fuertes, los gritos también, los saltos, la gente en la calle, en Plaza Italia. Porque lo sabían bien todos, aún no se ha conseguido nada.
La hinchada en el Estadio Monumental
En la entrada del Estadio Monumental había, primero, un registro de ingreso; y luego, más de mil personas divididas en grupos de 10 a 20, discutiendo apasionadamente sobre el estado actual del país. En uno de esos grupos estaba la cantante de trap Princesa Alba compartiendo espacio con el dibujante político Malaimagen. Un reflejo de la heterogeneidad del espacio.
La convocatoria fue hecha para el jueves desde las 11:30. Se definió la fecha en la sesión extraordinaria del directorio del Club Social y Deportivo Colo-Colo. "Estamos sorprendidos por la convocatoria: llegaron más de mil 500 personas. Discutimos como directiva que era importante abrir el espacio para que la gente se pudiera congregar y plasmar aquí sus sueños. Y eso es lo bonito: en las mesas no se está hablando de fútbol, sino de aquello que está funcionando mal: hablan de salud, de asistencia social, de previsiones de abusos", cuenta Ignacio Franjola, vicepresidente general del directorio.
Lo sorprendente para los más activos en los eventos del club no era tanto la participación de los abonados, sino los vecinos: la gente de los alrededores de Pedrero se sintieron también interpeladas por los acontecimientos y frente al llamado, decidieron llegar. Lo recurrente, según Franjola, y con palabras más o palabras menos, es el principio de subsidiaridad del Estado: "Ahí te das cuenta que se privatizó la salud, la educación, las previsiones y eso llevó al estallido social. Es lo que más se ha escuchado", detalla.
Como en Inés de Suárez, en el Monumental también se trabajó sobre tres preguntas: 1) ¿Cuál es el origen del conflicto actual? ¿Cuáles son las demandas prioritarias en las que se basa el malestar de la ciudadanía?; 2) ¿Qué tipo de acciones se pueden realizar desde la ciudadanía para realizar los objetivos?; y 3) ¿Cuál es el aporte que se puede hacer desde colo-colo hacia la ciudadanía?
En el grupo de Malaimagen y Princes Alba hubo palabras que se repitieron: más desigualdad, dignidad para vivir, que el país sea garante de vida y no de muerte, que lo que estaba ocurriendo era un conflicto político no partidario, que los recursos naturales son también relevante al menos para una industrialización, pero sobre todo el respeto y la solidaridad. Esas palabras y las vivencias de los participantes se aterrizaron en tres temas: niñez, vejez y pensiones.
Se paseaba también el ídolo albo, Marcelo Barticciotto. Más allá de las fotos, él también se sentó y discutió en una de las mesas. Entre los grupos se escuchaba que lo que ocurría era el resultado de años de injusticias, que los lienzos podrían ser una primera forma de protestar, que las banderas de blanco y negro eran un símbolo si en Plaza Italia se juntaban con las azules y rojas y las blancas y azules. Era, también, no decaer.
Todas las conclusiones que se sacaron del cabildo abierto de Colo-Colo serán presentados en el Centro de Estudios del Club Social. "Esa va a ser la instancia de sistematización de la información, lo que se va a plasmar en un documento y después llevado a los territorios, como por ejemplo a las escuelas de fútbol barriales. La idea es juntar el material y compartirlo en las instancias que corresponda", concluye Franjola.