Charles Aránguiz al ataque

Charles Aránguiz al ataque

Por: Francisca Quiroga | 31.10.2019
Charles vive con su familia en Leverkusen, una tradicional urbe alemana con tres veces menos habitantes que su natal Puente Alto, y con una riqueza propia de una ciudad que alberga a una multinacional como Bayer. Ahí viene ganando un salario millonario desde hace varios años, lo que le ha permitido vivir satisfacer de sobra todas las carencias de infancia. Nada de esto lo nubla. «A lo mejor mis hijos no van a sufrir este tipo de cosas, pero yo estoy en el barrio, y yo sé que la gente no llega (a fin de mes)». Charles vive en Leverkusen, pero está en Puente Alto, en la Población Nueva Esperanza, en donde los pacos históricamente han golpeado con impunidad.

El querido mediocampista rompió con una larga trayectoria de mutismo y, en su cándido estilo, aportó a la discusión nacional con palabras tan efectivas como sus pases, erigiéndose como legitimada vocería del alzado pueblo chileno. Por suerte, Charles no sólo habla en la cancha.

Los acontecimientos de diciembre confirmaron otra profunda tesis de Marx, olvidada por los oportunistas: la insurrección es un arte, cuya regla principal es la ofensiva encarnizadamente audaz, implacablemente decidida (Lenin, 1905)

El martes Charles Aránguiz habló con Radio Cooperativa por casi 23 minutos, inusitada extensión para una conversación con cualquier futbolista chileno, por definición alérgicos a los micrófonos, y más en su caso, pues durante su carrera se ha encargado de reducir al mínimo su relación con la prensa, tanto así que algunos escucharon su voz por primera vez. Pero Chile está convertido en un polvorín y Charles necesitaba decir cosas de su país, de su gente y de su barrio, conceptos que en su habla transitan como si fueran equivalentes.

«Mira, no creo tener 100% la verdad de todo, en el tema político la verdad es que soy muy ignorante, no me manejo mucho», es una de las primeras frases que lanza. Un diagnóstico que después de escuchar la entrevista podría sonar a falsa modestia, porque la lucidez de Charles deslumbra. Quizá no maneja el «tema político», y se desorienta entre siglas, partidos y peleas elitarias que tampoco le interesan al pueblo; pero sobre política sabe dónde está parado, y ese es el valor más importante.

Charles vive con su familia en Leverkusen, una tradicional urbe alemana con tres veces menos habitantes que su natal Puente Alto, y con una riqueza propia de una ciudad que alberga a una multinacional como Bayer. Ahí viene ganando un salario millonario desde hace varios años, lo que le ha permitido vivir satisfacer de sobra todas las carencias de infancia. Nada de esto lo nubla. «A lo mejor mis hijos no van a sufrir este tipo de cosas, pero yo estoy en el barrio, y yo sé que la gente no llega (a fin de mes)». Charles vive en Leverkusen, pero está en Puente Alto, en la Población Nueva Esperanza, en donde los pacos históricamente han golpeado con impunidad.

Se nota que ha seguido la coyuntura. En medio de la conversación agradece al «grupo escolar que tuvo los huevos para comenzar todo esto», un cariño a lo/as siempre mal ponderado/as pingüino/as; se pronuncia con mesura sobre los saqueos, «yo no estoy a favor de la violencia, ni los saqueos, ni nada, creo que es muy grosero eso» —la palabra “grosero” sugiere diferencias en el ámbito de lo estético, más que en lo político; y realiza un llamado a la acción que cae como perfecta reprimenda al titubeo con que han actuado buena parte de las fuerzas progresistas: «Es difícil ver todo lo que pasa, los maltratos, hay muertes, es algo muy grave, pero ya están ahí, ya están ahí, ahora no pueden retroceder, tienen que seguir empujando».

A Charles lo formó Sampaoli, pero es el más Bielsista de toda la generación dorada. Es un soldado que encuentra su mejor versión con el equipo volcado al ataque, en el vértigo de jugadores corriendo adelante por la gloria, tal como el pueblo chileno los últimos días. Sin que nadie se lo pidiera, con sus calmadas y seguras palabras, profirió un grito de guerra en favor de los suyos, que hoy somos todo/as. Y, con la humildad que lo caracteriza, nos pidió un favor: hay que correr, hay que empujar, hay que atacar. Solo así gana Charles, solo así gana Chile.