De Culto: Mistral en el barrio Franklin y la guerra por el Liceo N° 6
A comienzos de este año se fundó en el liceo una sala museo para resguardar el legado de Gabriela Mistral. En el establecimiento de calle General Gana, fundado originalmente a pocas cuadras en calle Chiloé, se conservan fotografías, documentos, cartas y un brasero con que entraba en calor la futura premio Nobel. “El museo busca poner en valor la historia, memoria y legado de nuestra poetisa nacional. La muestra cuenta con libros, telegramas y documentos restaurados con apoyo de la Universidad de Chile”, explica la actual directora del establecimiento Denise Berenguela.
Como primera directora del liceo donde se educarían las hijas de los trabajadores –entonces un palacio de mármol y no una construcción de ladrillos como el colegio actual–, Mistral se preocupó no solo de ofrecer cursos de dibujo para obreros sino que además llevó al liceo de niñas a destacadas personalidades del mundo cultural latinoamericano. Antes de asumir tuvo que enfrentar una tremenda oposición de sus propios colegas, que pusieron a prueba una vez más los temas de clase y género que le pesaron durante toda su vida. Hasta los masones se le fueron encima, pidiéndole que retirara su candidatura porque ya tenían candidata, por supuesto una mujer de clase alta y con todos los títulos que a ella se le habían negado. Una vez que obtuvo el cargo las rencillas continuaron. Al parecer ahora la educadora feminista Amanda Labarca ambicionaba el puesto. No tardaría mucho en irse definitivamente de Chile.
El Liceo 6 era apetecido, y entonces le volvieron a sacar en cara que no tuviera diplomas. "Yo vi clara una intriga detrás. Creo que existió y que fue de la Amanda (Labarca). Callé, pero vi claro que mi situación en Santiago era vidriosa”, escribió más tarde al escritor Eduardo Barrios. “Usted sabe cómo llegué al Liceo 6. Me prometí al entrar a la casa no durar sino el tiempo necesario para probar a mis enemigos que podía organizar un liceo, así como había reorganizado dos. Viví un año recibiendo anónimos de insultos y oyendo de tarde en tarde voces escapadas de la campaña. Me traje en el corazón estas cosas. No sé olvidar y ahora viene a añadirse otra", continuaba en la misma carta.
En su libro Gabriela Mistral: an artist and her people (Gabriela Mistral: una artista y su pueblo), de la estadounidense Elizabeth Horan, la investigadora se refiere a los detractores que se escandalizaron o sintieron envidia del nombramiento, quienes murmuraban sobre la falta de credenciales de la poeta y al abuso de su “gloria literaria”. Ya había pasado “18 años de martirio en provincias”, trabajando desde los 15 años como ayudante de maestra, profesora, inspectora y posteriormente directora. Que una mujer soltera de la clase media baja, “una nadie, una desconocida de provincia”, llegara a ese puesto era imperdonable en las altas esferas.
Luego de ser nombrada directora del Liceo de Niñas en Punta Arenas y posteriormente en Temuco, es nombrada primera directora del naciente Liceo Número 6 de Santiago, tal como define Elizabeth Horan “en la cima de su carrera como educadora en Chile”, tras haber recorrido el país y, en palabras de la propia Mistral, “todo el escalafón del magisterio”. Desde Temuco le había escrito a Aguirre Cerda, entonces diputado de influencia sobre el ministro de Educación, solicitando traslado a lugar que no fuera de clima extremo ni alejado de Santiago. Al año siguiente, al fundarse el Liceo Número 6 de Niñas el 14 de mayo de 1921, Mistral es nombrada su primera directora. En julio del año siguiente dejaría su cargo para partir a México y participar en la reforma educativa de ese país.
Chile no había sido muy generoso con ella. Se le había negado la posibilidad de dar el examen de ingreso a la Escuela Normal de La Serena por sus escritos en la prensa local considerados paganos y poco dignos para una mujer, lo que la condenó a rendir exámenes en la escuela normal para validar sus conocimientos. “Tengo un título de la Universidad de Chile, en forma extraordinaria: se me concedió sin pruebas. Soy profesora de español y lo soy de geografía e historia”, escribe en un breve texto autobiográfico de 1924; el título le había sido concedido poco antes. “Todos los maestros y los profesores que me negarían la sal y el agua en los veinte años de mi magisterio chileno y a los que tengo contados en otra parte, saben muy bien cuánto me costó vivir una carrera docente sin la papeleta, el cartel y la rúbrica aquella”, escribiría posteriormente.