La peligrosa derecha de Kast

La peligrosa derecha de Kast

Por: Roberto Pizarro Hofer | 12.06.2019
Kast es un fundamentalista religioso. Se opone a la libertad sobre nuestros cuerpos y odia la diversidad sexual; pero, al mismo tiempo, es un firme defensor del Estado mínimo con mercado máximo. Siguió el camino del ex ministro de Pinochet, su hermano Miguel Kast, como dirigente político de la UDI en la Universidad Católica y, luego, ferviente agitador en favor de la alternativa del sí a la dictadura, en el plebiscito de 1988.

José Antonio Kast inscribió en el Servel el Partido Republicano, continuidad del movimiento Acción Republicana, organización que le permitió obtener el 8% de apoyo ciudadano en la pasada elección presidencial. El nuevo líder de la derecha extrema es un enemigo de la izquierda; pero, también, se ha convertido en adversario del Gobierno de Piñera porque, en su opinión, no defiende con firmeza los valores conservadores y tampoco garantiza la protección del régimen neoliberal.

Kast es un fundamentalista religioso. Se opone a la libertad sobre nuestros cuerpos y odia la diversidad sexual; pero, al mismo tiempo, es un firme defensor del Estado mínimo con mercado máximo. Siguió el camino del ex ministro de Pinochet, su hermano Miguel Kast, como dirigente político de la UDI en la Universidad Católica y, luego, ferviente agitador en favor de la alternativa del sí a la dictadura, en el plebiscito de 1988.

Como diputado de la UDI y candidato presidencial “republicano”, ha sido delirante opositor a la entrega de la píldora del día después en los consultorios, a la despenalización del aborto en tres causales y a la ley de identidad de género. Sus afirmaciones son agresivas contra la diversidad y rebaten al pensamiento científico: “La ideología de género es una mentira, porque asegura que los niños nacen neutros, pero eso no es verdad; los niños nacen hombre y mujer”.

En definitiva, Kast se arroga el derecho a limitar la libertad de las personas distintas a él. No sólo sobre el derecho a nuestros cuerpos y sexualidad, sino también respecto de los inmigrantes. Sostiene, con una demagogia cercana a Trump, que “la prioridad son los chilenos”, y se acerca al fascismo cuando asocia, sin pruebas, la inmigración a la delincuencia. Al mismo tiempo, para combatir la delincuencia propone que todos los civiles tengan armas en sus casas para defenderse.

El líder del Partido Republicano, al mismo tiempo que impide nuestras libertades personales, exige la defensa del régimen neoliberal. Sigue las enseñanzas de su hermano y también protege sus negocios, como copropietario de la empresa cecinas Bavaria. Por ello insiste en radicalizar el actual régimen neoliberal con la reducción del Estado, menores impuestos a las empresas, mantener las AFP e ISAPRES y fortalecer la educación pagada.

Desde los inicios de la democracia, la derecha ha intentado trivializar la dictadura de Pinochet y naturalizar la barbarie. De algún modo lo han logrado, con la presencia de colaboradores del pinochetismo en los gobiernos de Piñera. Sin embargo, Kast va mucho más allá: relativiza las violaciones a los derechos humanos, llegando a sostener que los presos de Punta Peuco son objeto de “ficciones jurídicas” y que de ser presidente promovería una ley de punto final para intervenir en causas de derechos humanos (El Desconcierto, 04-01-18)

Kast intenta acumular fuerzas, vinculándose a la internacional derechista encabezada por Steve Bannon, se reúne con Bolsonaro y estrecha contactos con Santiago Abascal, líder la nueva derecha española. Todos ellos comparten una ideología común: neoliberalismo en lo económico (aunque no cuestionan el proteccionismo comercial de Trump), coinciden en valores conservadores y, sobre todo, han colocado como enemigos principales a la izquierda, al mundo LGTB y a los inmigrantes.

El extremismo de Kast ha sido bien recibido por los presos de Punta Peuco, por los fundamentalistas religiosos y militares retirados, que todavía añoran la dictadura pinochetista. Por cierto, también les resulta interesante a ciertos sectores empresariales, ávidos de ganancia inmediata y ciegos sobre el futuro, el rechazo a eventuales modificaciones del régimen económico.

Pero, hay que agregar algo más. El deterioro del Gobierno de Piñera y la fragilidad de la oposición, abren camino para que incluso sectores populares, insatisfechos con la política tradicional, se sientan atraídos por un discurso populista de derecha. En momentos de dificultades económicas y con una inacabable crisis institucional las ofertas demagógicas, aparentemente desideologizadas, pueden entusiasmar a ciudadanos descontentos que ven lejano un cambio estructural para el mejoramiento efectivo de sus vidas.