Mapuzugun, la lengua de la tierra que enseña sobre el amor profundo al hermano y a la naturaleza
Kajfumaben, newen vlca. Eymi ta niel kimvn, wvlkel vy pu coyvm, naqkintuaen
Elumuan nemvl tañi vytuam tvfaci koybatufe, newengelu ñi pin xokiwlu niemu feytici Premio Nacional Weupin mu.
Keyuafimi ñi xanakvnual ñi majmawvn, ñi vxirvn ka ñi kayñetunien pu mapuche.
“Kajfumaben, espíritu femenino de la montaña, joven mujer que nos da la fuerza del conocimiento; tu que te apareces en la montaña para dar nombre a los recién nacidos, dame tu saber para nombrar la afrenta colonial contra el mapuzugun, de quien cree tener todo el poder del lenguaje, por estar revestido de Premio Nacional de Historia. Ayúdalo a que deponga su vanidad, su envidia y su infame odio al mapuche”.
Un poeta dijo en una reunión que el fundamento poético chileno es el mapuzugun porque es lo más permanente del ser chileno. Cómo no ha de ser así si los grandes poetas, los que han hecho de la poesía su morada como Mistral, Neruda, Violeta Parra, Zurita, Panchillo, Lara, Chihualaf, Lienlaf y Huenun, los dos últimos premiados recientemente, han encontrado en el mapuzugun y en la filosofía mapuche lo más profundo del alma y de la vida en éste territorio.
Se dice que el Lenguaje es el espejo del alma. El alma de los colonos parece estar plagado de mentiras y de miserias, producto de la historia de violencia y de negación a los indígenas. Llenaron los libros de historia de Chile con prejuicios y estereotipos racistas, con verbos en pasados para referirse a los mapuche, allí atraparon el presente para decir que no hay futuro en lo indígena; más eso todavía no les es suficiente. Hoy usan los Medios de comunicación como El Mercurio, y otros, para contaminar el pensamiento y el valor de la diversidad, la defensa de los derechos humanos, la defensa de la madre tierra, del agua, del cerro, de la lluvia. Esto se llama epistemicidio, la decadencia del colonialismo, la que además ha dejado en la ruina la identidad de los chilenos que no saben quiénes son, que niegan sus raíces indígenas, y que inconscientemente se paran en la vereda del colonizador, sin serlos pero no se dan cuenta.
La resistencia mapuche está llena de amor y de ternura de madre, de mujeres, de tierra, de hermanos y lamentablemente, de sangre; valientes los hermanos que desafiando el colonialismo enseñan, estudian y hablan mapuzugun, ello conmueve y les hace digno de toda admiración, pero no sólo por eso, allí está el futuro de la Nación Mapuche, en el mapuzugun y en la tierra. Los mapuche también saben sanar con el idioma, con el canto, la poesía, la danza y las palabras. Incluso hay ceremonias para sanar al que parte a la otra vida, y de seguro que los colonialistas epistemicidas que ya están al borde de partir requieren de esta limpieza para no continuar con tanta violencia; ellos han de saber que la belleza del mapuzugun y del pensamiento mapuche no se contamina ni con la muerte.
Ha llegado el momento de reparar los daños que ha dejado la historia colonial en Chile, dividiéndonos entre víctimas y victimarios, ya lo dijo Mandela, mientras exista el colonialismo no hay libertad para el ser humano, porque se continua preso, como colono o colonizado; todos los chilenos deben descolonizarse, todos los pueblos indígenas también. Para eso, hay que enseñar y aprender las otras historias, las otras lenguas, los otros conocimientos. Esta necesidad pide a gritos construir una sociedad intercultural y plurilingüe, porque es necesario conocer al otro, respetar al otro.
Si conocemos al mapuche lo podemos valorar, si lo valoramos podemos amar lo mapuche, y lo que se ama de verdad permanece, ello no puede ser despojado ni con la violencia.
Como dice Gabriel Celaya:
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse
Poetas, señoras y señores de las palabras, - pu genpin dicen los mapuche, ha llegado el momento de “tomar partido hasta mancharse”, contra el colonialismo, el racismo, el lingüicidio y el epistemicidio.
Felepe