"Las biuty queens" de Iván Monalisa Ojeda: El imaginario travesti migrante de Nueva York

Por: Juan Pablo Sutherland | 20.02.2019
En pequeños cuadros van apareciendo escenas: un amanecer zombi en las calles, una despedida o un desplome del personaje muerta de drogada y borracha a la cama, o solo reconocer el horizonte de una mamada al final de la jornada. Escritura telegráfica con una opacidad que levanta un tono, una cadencia de realismo sucio travesti conjugado con la fatalidad de ser una travesti chilena en NYC, una fatalidad que se puebla además con amor y odio por Chile.

Fue Pedro Lemebel quien me habló de Iván Monalisa Ojeda para contarme un poco el cuadro de sus callejeos en Nueva York, creo que fue en 1994, el año que Pedro hizo Los alacranes, esa memorable performance de intervención en la marcha del orgullo gay en Manhattan, caminando solemnemente rebelde con una corona de jeringas –ya un clásico del fetichismo lemebeliano a estas alturas– y con un letrero a cuestas que decía: “Chile devuelve el Sida”. Eran los años 90 y las Yeguas ya eran leyenda. Como parte de ese carnaval, Pedro probaba sus nuevas crónicas o historias con las amigas, el despliegue de sus delirios nocturnos en Brooklyn y toda la movida latina marica. Fue por esa época la primera vez que escuché de Monalisa.

Pasaron los años y ya sabía por otra amiga, la gran Carmen Berenguer, que el personaje deambulaba por cierta escena, era un nombre que venía para mí repitiéndose como leyenda de una loca intensa, teatral, que ya era parte del paisaje neoyorkino. Hace tres años se incrementó este acercamiento o conocimiento por el trabajo de otra cómplice, Nicole Costa, actriz chilena radicada en NYC y talentosa cineasta que comenzó a desarrollar un documental sobre Monalisa, y que para fortuna nuestra tuvo su producción final este verano en Santiago. Leí también la excelente edición de Carlos Labbé, Mónica Ríos y Martín Centeno de La misma nota forever de Sangría editora (2014), libro que sacó al personaje a la escena escritural con una partida prometedora. Y finalmente, este verano acaba de salir en Chile la impecable edición de Alfaguara Las Biuty Queens (2019).

Hago este breve repaso para decir que las escrituras, los imaginarios se van fraguando por muchos años y en un momento emergen sin planificarse, se cruzan talentos, circunstancias y deseos, y el propio destino. He leído estos dos libros de Iván Monalisa Ojeda y sin duda hay mucho que decir. Lo primero es poner en escena la discusión sobre los géneros en estos libros. Cuando los leí vi crónicas, cuentos, biografía, dimensiones que a estas alturas son puntos de vista o decisiones estéticas y políticas que se van decidiendo en las prácticas. Para mi propia escritura los géneros están superados, no me vuelvo loco ni loca en clasificar lo que escribo. En este caso el propio autor decide y asume un género: el cuento. Leí en una entrevista a Iván Monalisa Ojeda que pensaba y veía sus textos como cuentos y Lemebel lo toreaba diciéndole: cariño, son crónicas. Lo que pudiera decir es que los dos tienen razón en la idea que hay factura de cuento, pero existen elementos y procedimientos de la crónica: la mirada del mundo cruzada con la biografía, la ficción a la mano con la no ficción en una frágil frontera. La clásica teoría literaria nos repetía hasta el cansancio que autor no es lo mismo que narrador, por lo que se vuelve un ejercicio algo inoficioso a estas alturas intentar clasificar.

Quizás por temas editoriales se pueda aceptar tal o cual lugar, pero cada vez estoy más convencido que las escrituras son mixturas que cruzan mundos y procedimientos que habitan en múltiples géneros. Podría, por ejemplo, detenerme en los discursos de Piñera como una nueva variante discursiva de la necropolítica o el biopoder, actual folletín neofascista de una derecha que anda sublevada por su hiperhegemonía global frente a la derrota de la socialdemocracia y el populismo de izquierda. Pero, volvamos a Iván Ojeda Monalisa y su propuesta de escritura. En los dos libros vemos al personaje, es decir, escuchamos una voz, el paisaje es el Nueva York latino de comercio sexual, historias de amor, abandono, ternura,  rabia, consumo de drogas, con una factura que tiene el aire de la narrativa norteamericana y su realismo sucio; me refiero a su ritmo, a no decorar. No hay barroco ni neobarroso aquí, como ya es parte de cierta tradición marica latinoamericana (Perlongher, Sarduy, Lemebel, Lezama, entre algunos). Más bien la escritura es increíblemente sencilla como valor, a pesar o a favor del personaje que cuenta. Hay un punto que me parece notable, rescatar el imaginario travesti migrante en NYC, reconocer los sedimentos de la sociedad norteamericana cruzada con la propia, es decir, chilena, latina. Llama la atención la intención no épica, aunque obviamente ese mismo gesto exhiba un aura que seduce como un silencio.

En pequeños cuadros van apareciendo escenas: un amanecer zombi en las calles, una despedida o un desplome del personaje muerta de drogada y borracha a la cama, o solo reconocer el horizonte de una mamada al final de la jornada. Los dos libros comparten ese imaginario, y apuesto por los dos. Seguramente Las biuty queens tienen el atractivo de haber encontrado ese mundo y profundizarlo. La historia del rufián es un clásico en el travestismo prostibular a estas alturas (puesto en escena por la excelente temporada de Cabaret travesía travesti en Chile el 2018, o la rabia travesti y monstruosa de Claudia Rodríguez, o el activismo rabioso y abyecto de Sofía Devenir son algunos tics, por nombrar ciertos espacios que hacen frontera con la escritura de Biuty queens). Lo que me interesa de la escritura de Monalisa es su minimalismo y su poética, ha escogido el camino contrario a narrar con exceso o en una política camp, aquí encontramos una decisión que apela a una oralidad sin pretensión.

Por otra parte es fácil de leer, en muchas ocasiones esto podría ser una desventaja para las más densas, pero aquí se vuelve una carretera rápida donde las historias se combinan, se repiten guiños del personaje, la misma nota forever al amanecer. El escenario de Nueva York ya está demasiado hiperbolizado en la industria cultural gringa y su copia latina, cuestión que planteaba un riesgo para decidir cómo narrar. Hay en el aire cierta exotización del subalterno (marica, migrante, pobre, trans, indígena) lo estamos viviendo con la discusión mediática y la supercampaña de Roma de Cuarón para los Premios Oscar en ciernes o lo que fue el impacto, la crítica y la puesta en escena de Una mujer fantástica. Pese a esos campos movedizos, me inclino a leer que fue una buena decisión esa escritura telegráfica con una opacidad que levanta un tono, una cadencia de realismo sucio travesti conjugado con la fatalidad de ser una travesti chilena en NYC, una fatalidad que se puebla además con amor y odio por Chile. Un detalle: la escena de la cárcel con dos chilenos que se encuentran en NYC, una complicidad y una suspensión, el chileno que se acerca para armar la posibilidad del encuentro con la loca que sospecha de todo. Los dos desplazados fundan una nueva diáspora muy geneteana por lo demás: la travesti y el delincuente. Finalmente me interesa destacar lo prolijo del texto, su minimalismo y su ritmo, se logra sacar una gran dificultad de encima, la retórica de la victimización. En ese sentido su acierto es marcar la politicidad en la propia forma interna de narrar, de contar y de habitar el mundo: diario travesti, reporte de calle, escrituras de urgencia, vivir un momento del día en una ciudad que aspira a ser el mundo.

Las biuty queens

Iván Monalisa Ojeda

Alfaguara

128 páginas

Precio de referencia $12.000