Palma Salamanca no tiene problemas psicológicos
Las palabras de Urquieta, militante de 40 años del PC, recuerdan uno de los periodos más oscuros de la Unión Soviética. Luego de la muerte de Stalin, el Gulag abrió paso a las psico-prisiones. El Estado atribuía “problemas psicológicos” a las personas que manifestaban discrepancias políticas con el régimen, y las internaban en instituciones psiquiátricas.
Andrei Snezhnevsky y Marat Vartanyan, psiquiatras del Instituto Serbsky, describieron la disidencia como una forma progresiva de esquizofrenia. De ese modo, ciudadanos sanos, pero desafectos del régimen, fueron diagnosticados como enfermos mentales, puestos bajo la tutela del Estado, internados durante años y manipulados farmacológicamente.
No deberían sorprender, entonces, las palabras de Palma Salamanca “La cultura comunista me tiene harto: es ideológicamente intolerante y autoritaria”. Es el resultado de su experiencia militante en el PC y el Frente Patriótico. No es el primero en cuestionar al PC por estas razones y probablemente no será el último. Muchos amigos míos, hombres y mujeres, buenos y justos, luchadores por la justicia y el socialismo, fueron acusados, en el pasado, de “agentes del enemigo”, por plantear diferencias con la línea oficial de ese partido.
Las afirmaciones de la abogada Urquieta nos recuerdan un pasado que creíamos superado. Por suerte para el presidente de las Juventudes Comunistas, Camilo Sánchez, esa historia trágica es lejana. Ello explica que no cometa el desatino de cuestionar la salud mental de Palma Salamanca. No lo descalifica, y acepta, con respeto, las diferencias con su ex camarada: “Estamos hablando de un joven que se la jugó durante la dictadura. Reconoce haberse equivocado al haber continuado con la misma estrategia, aunque nuestro partido cambió de estrategia tras el triunfo del No. Tiene derecho a rehacer su vida y a diferir de nosotros".
La entrevista a Ricardo Palma coloca en la discusión pública temas de la mayor importancia, que no sólo tienen que ver con el PC. En ella se muestra como un ser pensante y autocrítico, muy alejado de alguna enfermedad mental.
El entrevistado no reniega de su historia, pero tampoco se enorgullece de ella. Muy joven decidió enfrentar con las armas esa “violencia absoluta por parte del Estado”; pero, estima haberse equivocado al continuar por ese camino después del plebiscito de 1988, “porque el país se había ido en otra dirección”. Su lucha durante la dictadura es respetable; pero, el asesinato de Guzmán lo estigmatiza políticamente y de seguro acosa su conciencia. Por eso su mayor sueño es el olvido.
Palma Salamanca describe la represión sufrida durante su captura y enjuiciamiento: la tortura policial, las golpizas de los gendarmes y, lo más grave, el comportamiento del juez de la causa: “El juez Alfredo Pfeiffer me escupió dos veces. Me amarraba con cadenas de pies y manos a la silla mientras me interrogaba. Me tuvo 28 días incomunicado”. Las autoridades del gobierno Aylwin nunca se pronunciaron sobre estas arbitrariedades. Es probable que las agresiones del Estado chileno a Palma Salamanca lo hayan ayudado a conseguir el refugio político en Francia.
La entrevista en The Clinic destaca otro tema, determinante en la vida de Ricardo Palma: la educación familiar. Padres comunistas y hermanas comunistas, que no fueron capaces de entregarle diversidad, puntos de vista distintos. “Me hubiera gustado que me mostraran otros caminos, otras literaturas.” Su cuestionamiento no sólo es una advertencia para padres comunistas, sino también para liberales, católicos o musulmanes que imponen su verdad a los hijos. Porque los padres, y luego la escuela, tienen el deber de formar a sus hijos en la diversidad y mostrarles distintos puntos de vista. Palma habla por experiencia propia: “Los padres deben ser emocionalmente inteligentes para no determinar la existencia de sus hijos en una dirección que los puede mandar al orto".
Palma Salamanca estima que la revolución está agotada y sugiere que los cambios deben darse de manera paulatina. Con ironía, le dice al entrevistador Patricio Fernández: “La experiencia me ha vuelto un reformista”. Esta afirmación no debiera molestar ya que son muy pocos en el mundo los que hoy día creen que las transformaciones son posibles a partir de un acto revolucionario, con un asalto violento al Estado.
A fin de cuentas, factores diversos, y no sólo la “cultura comunista”, condujeron a Palma Salamanca al compromiso con la violencia armada, luego a participar en el asesinato de Guzmán, para terminar ahora en el exilio. Su vida ha sido trágica. Probablemente hubiese querido tener otra.