“Pateando piedras” : Jorge González y el poder ciudadano
El Festival Santiago Off concluye hoy, dejando como uno de sus platos fuertes la avant premiere de la nueva apuesta de los hermanos Gopal y Visnu Ibarra Roa: Pateando Piedras, obra centrada en la figura del cantante Jorge González, por medio de sus dichos en prensa y a través del lenguaje de su música. La pieza se estrena en junio en el GAM.
Al llegar a Matucana 100 una fila enorme nos recibe. Sobre el escenario vemos a los niños participantes del coro ciudadano entre ensayando y jugando, mientras Ema Pinto (a cargo de la dirección vocal) les da algunas indicaciones. Al comienzo se ve a la joven actriz Millantú Hilbert presentándose a la audiencia, mientras Ema le corrige al oído.
La obra en sí misma arranca con un diálogo entre González, interpretado por Paula Zúñiga, y un gato, sentados en una mesa que podría ser la mesa del comedor de su casa, o cualquier mesa de cualquier casa o de cualquier lado. Junto a ella se encuentran los otros tres actores (Nicolás Zárate, Simón Aravena, Millantú Hilbert) que irán tomando por turnos la voz de Jorge González y sus posturas más polémicas, controversiales y rabiosas, sostenidas a lo largo del tiempo con la prensa.
Los diálogos se irán entrelazando con la canciones de González, a ratos interpretadas por los actores, a ratos por el gran coro ciudadano y a ratos como bailes. Vale decir que esta obra ha sido presentada por los directores como el cierre de una trilogía dedicada a los grandes músicos populares de Chile, que partió con Víctor, sin Víctor Jara (2013) y siguió con La carta (2018) sobre la figura de Violeta Parra. La incorporación del coro a la puesta en escena ha sido un sello de estos hermanos, como una manera de volver al teatro popular.
Pateando Piedras nos presenta una puesta en escena sin pretensiones más allá del despliegue monumental en escena de un gran coro ciudadano, como una vuelta hacia las raíces del teatro y los coros griegos representando al pueblo. Los hermanos Ibarra Roa no representan al pueblo sino que pretenden llevar al pueblo a escena, haciendo participar al ciudadano de pie en sus propuestas, generando una conexión casi instantánea con el público quién se siente interpelado desde esta representación del sí mismo y desde la emotividad de la banda sonora.
Plantearse una obra sobre Jorge González no debe ser tarea fácil, si bien los momentos de escenas teatrales propiamente tales son pocos durante la obra, la sensación de incomprensión, rabia, descontento y fragilidad del personaje en cuestión es transmitido constantemente y con gran visceralidad por los cuatro actores que hacen las veces de su voz.
La propuesta de los hermanos Ibarra Roa denota la tendencia de búsqueda de un nuevo lenguaje teatral, ocupando elementos tecnológicos que permiten mostrar las escenas desde varios ángulos, deconstruyendo el espacio escénico (al montar una sola gran tarima en vertical con los muros del teatro al descubierto), y los tiempos teatrales (antes de comenzar la función, vemos al cuerpo técnico dando instrucciones a los niños participantes del coro ciudadano sobre el escenario en un claro gesto de dejar al descubierto los procesos actorales), recordando a veces a compañías contemporáneas experimentales tales cómo la catalana Agrupación Señor Serrano.
A ratos la obra parece una ópera rock o un musical al estilo Broadway, y claro está que al incorporar música a una apuesta teatral pensamos en estos referentes indiscutidos del género. La diferencia está en que acá la espectacularidad del espectáculo no se da gracias a grandes decorados, diseños teatrales magnificentes, u otros artificios, la espectacularidad de Pateando Piedras recae en su coralidad, en esos 140 participantes anónimos que son uno y todos a la vez, y que ponen de manifiesto la universalidad del lenguaje musical de González, al ejecutar bailes callejeros con sus canciones, o reinterpretar los temas a veces en modo operático, a ratos en clave rockera.