Eric Hazan, escritor y activista francés: “París no es un actor, es un campo de batalla”

Eric Hazan, escritor y activista francés: “París no es un actor, es un campo de batalla”

Por: Francisca Quiroga | 16.12.2018
Entrevista realizada por el equipo del sitio Mediapart al activista y escritor francés Eric Hazan, especialista en movimientos revolucionarios. Éric Hazan subraya el carácter histórico de las protestas actuales en Francia y propone interpretarlas a la luz de otros eventos similares ocurridos a lo largo de la historia republicana del país.

Éric Hazan es autor de La invención de París, un recorrido documentado y emotivo por una ciudad en la que los momentos revolucionarios han dejado huellas en los espacios y las piedras. Es también fundador de las ediciones La Fabrique, donde se publican los trabajos del Comité invisible, especialmente La insurrección que viene. También publicó Una historia de la Revolución francesa, Las dinámicas de la revuelta, París bajo tensión y La barricada: historia de un objeto revolucionario. A sus 82 años, estuvo en las calles de París el sábado 1 de diciembre.

[caption id="attachment_260317" align="aligncenter" width="1280"] Foto: Eric Hazan[/caption]

¿Nos encontramos frente a la insurrección anunciada en el libro del Comité invisible del 2007?

-Éric Hazan: algunas de las cosas que pasan hoy las encontramos en el libro, especialmente la idea de bloquear los flujos. Una idea que en ese momento parecía irreal, pero que hoy está en acción. Dicho esto, no todas las ideas y proposiciones de la insurrección que viene coinciden con las que se expresan actualmente.

Usted había analizado en uno de sus libros “la dinámica de la rebelión”. ¿En qué consiste? ¿Se ve hoy esa dinámica en acción?

-Lo realmente novedoso e inquietante para el gobierno, es que en París hay una convergencia de personas que vienen de todas partes, de Berry [al centro], de Bergerac [al suroeste], de Picardie [al norte]…Caminando por la ciudad este sábado, no me encontré con ningún parisino. Es una diferencia enorme respecto de lo que habíamos conocido antes. Esta vez, París no es un actor, sino un campo de batalla.

¿Estamos en un momento de sedición, de insurrección, de revolución o acaso frente a otra cosa?

-Lo que ocurrió el sábado parecía verdaderamente una insurrección. Y no solamente en París. El movimiento fue muy importante en otros lugares: Burdeos, Marsella, hasta en Puy-en-Velay… París no es el motor que acostumbra ser, como lo fue en mayo del 68, como lo fue durante la Comuna [de 1871]. Hoy, la gente se reúne en París porque es la sede del poder, porque ahí está Macron. Pero la ciudad en sí no juega verdaderamente un rol.

Si quisiéramos historizarlo, a lo que más se parece el momento actual es a la insurrección de 1848 [contra la Monarquía de Luis Felipe I]. Estábamos entonces, como hoy, en una insurrección hecha por gente común, sin líderes. Como en junio de 1848, no hay una reivindicación clara, se trata ante todo del rechazo a aceptar lo inaceptable. Los obreros de los talleres nacionales, donde no había solamente parisinos — otro punto en común — sino también muchos obreros de Normandía y Picardía, rechazaron la “opción” que se les había propuesto de irse a Argelia o de secar los pantanos de Sologne [al centro del país]. Lo rechazaron y tomaron sus fusiles.

Y si no buscáramos, a toda cosa, algún antecedente, ¿A qué nos enfrentamos?

Vivimos un acontecimiento histórico, sin darnos cuenta. Creo que lo que ocurre hoy aparecerá, en treinta años más, como un acontecimiento mayor, como una inflexión. Sería bueno que escritores, artistas, intelectuales — aunque no me gusta esa palabra — expresen su apoyo, no a todo lo dicho por el movimiento, sino por lo menos a la idea de que hay motivos para rebelarse. No veo muchas señales en ese sentido, con la excepción de Emmanuel Todd quien señaló en France Culture [la radio nacional] que los chalecos amarillos le habían devuelto el orgullo de ser francés.

¿Cómo explica estos silencios?

-Para un gran sector de intelectuales, la violencia es un mal. Para quienes que no se detienen en este aspecto y juzgan que violencia es algo legítimo en ciertos casos, el hecho que la extrema derecha esté presente en esta violencia causa bastante indignación. Pero a mi no me molesta.

¿Por qué?

-Porque los enemigos de mis enemigos no son completamente mis amigos, lo son solo un poco.

Su libro La invención de París proponía un recorrido por una ciudad capaz de ser una fuerza de ruptura del orden existente, periódicamente y a punta de adoquines. ¿Cuál es su lectura sobre la geografía parisina de los disturbios que pudimos ver en acción el sábado pasado?

-Es una revuelta que fue tras los barrios elegantes, lo que resulta también una novedad. Yo no conozco antecedentes en donde situaciones de carácter insurreccional hayan ocurrido en las avenidas Foch o Friedland [que desembocan en el Arco del Triunfo y los Campos Elíseos]. En mayo del 68, aparte de una pequeña tentativa de quemar la Bolsa de París, no pasó nada de ese lado de la ciudad. Durante la comuna de París los barrios elegantes fueron desocupados rápidamente durante la semana sangrienta y los enfrentamientos se concentraron en los barrios populares, aunque si hubo una gran barricada en la Plaza de la Concordia. Por esto mismo, la geografía parisina de la actual insurrección es inédita.

Usted publicó en 2013 un libro titulado La barricada. Historia de un objeto revolucionario. ¿qué piensa de las barricadas que fueron levantadas el sábado en París?

-Como todas las barricadas del siglo XX, se trata de una forma simbólica que no tiene un uso militar o bélico. Cuando se levanta una barricada de 50 centímetros para bloquear la avenida Foch, no se piensa que eso vaya a detener la arremetida de la policía. Como en mayo del 68, esto hace parte del vocabulario insurreccional. Los que levantaron las primeras barricadas en la calle Gay-Lussac no pensaban que estas iban a resistir, sino en la impresión que iban a causar, y tuvieron razón.

Antes de eso, hubo barricadas durante la Liberación [en 1945], pero más atrás habría que remontarse a la Comuna, cuando no se trataba de una forma simbólica, sino de un dispositivo militar indiscutible, aún cuando este dispositivo respondía a un acto desesperado, al ver caer las barricadas una tras otra, con muchas víctimas y fusilados.

Después de 1968, no creo que se hayan levantado barricadas en París. Lo visto este sábado y el anterior, pienso, tuvo una naturaleza insurreccional y la barricada forma parte de las señales de la insurrección.

Al interior de A nuestros amigos, publicado el 2014, el Comité invisible escribe: “mientras no sepamos prescindir y desmantelar las centrales nucleares, que constituyen un negocio para muchos, abolir el Estado será una aspiración que continuará causando cierta gracia. Mientras la perspectiva de un levantamiento popular signifique la escasez cierta de atención médica, de comida o de energía, no habrá un movimiento de masas decidido”. ¿El hecho que no manejemos las tecnologías que hacen funcionar un país, impide toda revolución?

-No lo pienso. Para que un movimiento de masas triunfe, no creo que sea necesario tener un conocimiento de masas de las tecnologías más importantes. Para bloquear una refinería o una central nuclear, no es importante saber como funcionan. Solo basta tener camiones y neumáticos quemándose. Una vez lograda la victoria, las personas que trabajen en estas centrales y refinerías, y que piensa en esto, estarán felices y sabrán poner en funcionamiento la maquinaria. Dejemos de lado la pregunta acerca de si es necesario continuar con el mecanismo nuclear.

No se escucha mucho la consigna “huelga general”. ¿Cómo explica esto?

 -Es una vieja consigna anarquista que no ha resultado en ninguna parte. Incluso en mayo del 68, que fue el periodo de la huelga más importante, las fábricas pararon una a una. Ya sea en 1936 [durante el Frente Popular] o en 1968, el periodo de grandes huelgas correspondió más bien a una serie de huelgas locales que se extendieron. Además, no es solamente el trabajo lo que está en el corazón de las movilizaciones actuales.

En un texto suyo publicado en el periodo digital Lundi matin, mientras numerosos jóvenes cantaban “todo el mundo detesta a la policía”, usted expresó una opinión diferente recordando como “desde la toma de la bastilla hasta la caída de Ben Ali [Túnez] y Moubarak [Egipto], el momento decisivo fue cuando las fuerzas del orden desertaron”. ¿A qué se debe ese momento decisivo y le parece posible en este caso?

-Persisto en mi inocencia. Todos se burlan de mi cuando critico la consigna “todo el mundo detesta a la policía”. Yo también detesto a los fascistas que se encuentran en ciertas unidades policiales, especialmente en la BAC [Brigada contra el crimen]. Pero una parte importante de la policía, incluidos los CRS [Compañías Republicanas de Seguridad] son proletarios, explotados, y lo experimentan claramente. Resulta fundamental dirigirse a ellos. Si yo no tuviera los años que tengo, iría con mis compañeros a los cordones policiales para arengarlos, diciéndoles: “ustedes son explotados, lo saben, ¿qué es lo que hacen ahí?”. Creo que va a pasar algo, por lo menos en sus cabezas, aunque no lo percibamos inmediatamente.

Durante las primeras jornadas de movilización de los chalecos amarillos, los vimos hablar con la policía y lograr a veces su empatía. Me parece que ese movimiento es capaz de hablar con las fuerzas del orden más intensamente y de mejor manera que en una insurrección clásica, frontal. Escuchando lo que dicen los chalecos amarrillos, pienso que una parte de la policía parisina y de los CRS ya tiene dudas en su cabeza, esperando que estas sean para bien.

* Texto publicado originalmente en Mediapart