Prohibición de uso de Bolsas Plásticas: ¿Nos quedaremos satisfechos con solo esto?
En el último tiempo ya se ha hablado y escrito bastante acerca de la nueva Ley que prohíbe el uso de bolsas plásticas en el comercio, sus alcances, gradualidad, quienes pueden seguir utilizándola (pequeño comercio) hasta que fechas, y un largo etc. Puntos importantes sin duda y un avance que se reconoce. Chile pasa a ser el primer país de Latinoamérica que prohibirá el uso de este tipo de bolsas, pero si bien es un gran paso ¿nos quedaremos contentos con esto?, ¿o debemos poner la mirada en un análisis y conciencia más profunda acerca del tema?. El riesgo de adormecerse con una medida de este tipo es alto y olvidarse de la cantidad de bienes elaborados en base a plástico y el diseño y confección de envases de múltiples productos de todo orden y otros productos o materiales no reciclables o no degradables, nos exige ir más allá y verlo en profundidad, por el evidente daño al medio ambiente y por ende al bien común que se produce.
Del mismo modo, las empresas productoras de artículos o componentes plásticos se ven desafiadas a re-inventarse y desde la creatividad y el conocimiento, avanzar hacia la generación de una industria que sea sustentable. Es decir buscar mecanismos positivos de hacerse cargo del problema y no la vía del reclamo o la queja por afectar su trabajo. Hay bienes superiores que es necesario resguardar y estos dicen relación con el Bien Común general.
Es interesante conocer y reconocer entonces, la propuesta de la “economía circular” que busca apreciar la elaboración y diseño de productos y servicios desde una mirada que contemple los ciclos naturales de la tierra y su respeto y por tanto nos impulsa a que esta creación, esté acorde con ciertos principios básicos. No se trata de no producir o no crear, sino que en ese proceso necesario y permanente, tener presente, en primer lugar, el grado de impacto que generará ya sea en el producto en sí mismo como (y en algunos casos, más importante aún) en que envase /que diseño permite considerar a la naturaleza y el cuidado de las personas, el entorno y las comunidades y que a la vez estos productos satisfagan verdaderas necesidades humanas y no adicciones ni menos pretender aumentar el uso sino que hacer pensar a la sociedad hasta qué punto necesitamos de verdad un producto o es prescindible.
Si bien es cierto que existe una responsabilidad de parte del ciudadano consumidor de informarse adecuadamente, pues su poder de decisión es enorme, lo más relevante es que las empresas y su actuación en el mercado, logre ser coherente con un modelo circular y de contribución al bien común y que ellas puedan comunicarlo de manera efectiva. Explicar los procesos de producción y su impacto positivo en la sociedad y el medio ambiente, para que este consumidor pueda estar informado. La responsabilidad es mayor en el productor que en el consumidor, sin duda alguna. Hay una asimetría ahí. Desafortunadamente por alguna extraña razón se culpa muchas veces al consumidor de ser “inconsciente” pero sostenemos que ahí no está el problema. El consumidor no puede convertirse en el investigador o inquisidor permanente, sino más bien es necesario facilitarle el acceso a la información adecuada y transparente para que, libremente, pueda elegir. Para lograr una conciencia de apertura, es necesario que haya información y cuando alguien nos ayuda a mirar de otra manera, se genera el proceso educativo que no concluye jamás y siempre será necesario aprender o re-aprender a hacer y actuar.
Las 7 R de la Economía Circular
La economía circular hoy se nos presenta como un sistema responsable de aprovechamiento de recursos donde prima, esencialmente los propósitos de reducir, reutilizar y reciclar , en su acepción más básica, pero es mucho más que esto.
Cada vez es más claro que el modelo de producción y gestión de recursos, bienes y servicios que busca potenciar el consumo a niveles de crecimiento acelerado permanente está conduciendo al planeta a una situación insostenible. Se piensa de manera lineal aquello que no es ni puede ser lineal. Este sistema económico se ha separado y no comprendido la enseñanza que hay en el ciclo de vida de la naturaleza y choca frontalmente contra la búsqueda y el desafío de un Desarrollo Sostenible, enfocado al largo plazo. Como podemos apreciar fácilmente, en la naturaleza no existen la basura ni los vertederos. Todos los elementos cumplen una función de manera continua y son reutilizados para su aprovechamiento en diferentes etapas.
Tomando como ejemplo el modelo cíclico de la naturaleza, la economía circular es un sistema de aprovechamiento de recursos donde prima la reducción de los elementos y de manera extendida se requiere pensar y crear bajo lo que se ha denominado las 7 R o componentes de la economía circular. Estos son:
- Repensar: se trata de volver a observar, desde las empresas, los modelos de producción y gestión y reinventar. Utilizar la mayor parte de materiales biodegradables en la fabricación de bienes de consumo, para que éstos puedan volver a la naturaleza sin causar daños medioambientales al agotar su vida útil.
- Rediseñar: implica considerar el eco-diseño para fabricar productos y envases considerando criterios de respeto al medio ambiente de forma que primen la funcionalidad, durabilidad así como la sostenibilidad.
- Reutilizar: se trata de volver a usar las cosas o los elementos o partes de un producto para el mismo fin u otro, de forma tal que se expanda la vida útil de los mismos.
- Reparar: facilitar el poder hacer los cambios o refacciones necesarias que permitan generar una segunda vida a los productos que se han dañado o echado a perder. Evitar así la nefasta práctica de la “obsolescencia programada” que tanto efecto negativo y desastroso ha causado a la humanidad.
- Recuperar: recoger materiales usados para ocuparlos en nuevas operaciones industriales. O bien, cuando algunos productos terminan su función principal, vuelven a la empresa, que lo desmontarán para reutilizar sus piezas válidas y rehacer nuevos productos.
- Reciclar: utilizar los materiales que se encuentran o son considerados residuos. El tratamiento de los residuos constituye un pilar fundamental en la economía circular. El vertido de residuos es la opción más barata pero también la más nociva para el medio ambiente y para la salud. Es necesario reducirlo al máximo y promover mejores prácticas en la gestión de estos. Los residuos pueden convertirse en recursos y considerarse como materias primas para nuevos productos. Todo el material biodegradable vuelve a la naturaleza y el que no es biodegradable se debe reutilizar.
- Reducir: minimizar la producción y el consumo al mínimo indispensable y cuando sea necesario hacer uso del producto, apostar por la reutilización de los elementos que por sus propiedades no pueden volver al medio ambiente.
Estos son puntos fundamentales que nos ofrece la Economía Circular para efectos de actuación, tanto de parte de productores como de conciencia de los ciudadanos consumidores.
Perspectiva desde el Balance del Bien Común
El concepto de economía circular está bien integrado en varios de los temas del Balance del Bien Común que toda empresa u organización debiese mirar para medir su contribución al bien común de la sociedad. Entre los más importantes están los que refieren a la “Concepción ecológica de productos y servicios” (Tema D3) y también en la Reducción de Efectos Ecológicos” (Tema E3)[1]. En este artículo sólo nos referiremos al primer tema (D3).
Para la EBC, “el ciclo de vida de los productos y servicios de las organizaciones orientadas al bien común deben ir en consonancia con los criterios de la sostenibilidad ambiental y contemplar las siguientes cuatro condiciones”:
- Consistencia: Los productos y servicios deben insertarse en los ciclos naturales (uso de tecnologías y medios materiales respetuosos con el medio ambiente).
- Eficiencia: Deben ser elaborados teniendo en cuenta un uso eficiente de los recursos como la energía, los materiales, la tierra o el dinero en todas las fases de su ciclo de vida.
- Suficiencia: Elaborados teniendo en cuenta una reducción del consumo de recursos en todas las fases de su ciclo de vida, que desemboca en una menor demanda de bienes.
- Resiliencia: Diseñados teniendo en cuenta una capacidad de amortiguación de nuestros sistemas (naturales y técnicos o económicos) en todas las fases de su ciclo de vida, en la medida en que los sistemas pueden permanecer bastante estables en condiciones adversas.
De acuerdo con estas cuatro condiciones, el Balance del Bien Común, se centra, fundamentalmente, en proponer medir tres aspectos en particular: la eficiencia; la suficiencia; y la comunicación. Consideraremos brevemente, estos tres aspectos y sus objetivos:
- En el aspecto de la eficiencia, se define como un primer objetivo a medir en el empresa: el “Conocimiento del impacto medioambiental y grado de sostenibilidad de productos y servicios” con preguntas tales como: ¿Qué hace la empresa para determinar el impacto ambiental de sus productos y servicios? ¿Qué hace para determinar el grado de sostenibilidad de estos? ¿Se evalúa el ciclo de vida de sus productos y servicios? ¿Cómo es la huella ecológica de los productos/servicios comparado con los de la competencia, tanto los de la misma naturaleza como los sustitutivos? etc. Y como un segundo objetivo: el “Conocimiento de qué hace la competencia en aspectos de mejora de la sostenibilidad de sus productos y servicios”, con preguntas tales como: ¿Qué hace la organización para conocer lo que hace la competencia en lo relacionado con la sostenibilidad de sus productos y servicios? ¿Promueve activamente la colaboración en la realización de estudios sectoriales en este aspecto?.
- En el aspecto de la suficiencia, se define como un primer objetivo a evaluar en la empresa: la “Disposición de mecanismos de control de los niveles de suficiencia respecto al proceso de elaboración de sus productos o servicios (uso razonable de recursos, eficiencia energética, minimización, control y gestión de los excedentes, utilización de recursos comunes, etc.)” con preguntas tales como: ¿Qué hace la organización para controlar los niveles de suficiencia en su proceso de elaboración de productos o servicios? ¿Realiza periódicamente auditorías externas para evaluar los niveles de suficiencia de su proceso productivo? etc. Y como segundo objetivo: la “Disposición de mecanismos de control de los niveles de suficiencia respecto al producto o servicio (alargamiento de la utilización del producto, forzar la utilización común del producto, integración del cliente en el ciclo de vida del producto – reciclaje y reutilización)”, con preguntas tales como: ¿Qué hace la organización para controlar los niveles de suficiencia en la vida útil de sus productos y servicios? ¿Facilita la reparación y reutilización de sus productos? ¿Dispone de un servicio técnico de reparación de productos?.
- En el aspecto de la comunicación, se define como objetivo a medir en la empresa: la “Comunicación con la clientela sobre aspectos ecológicos y de concienciación sobre el uso de productos/servicios”, con preguntas tales como: ¿Qué hace la organización para recibir el feedback de su clientela sobre los aspectos ecológicos y de concienciación del uso de sus productos/servicios?
Para poder analizar estos objetivos la empresa u organización deben aportar evidencias e indicadores. Una guía completa existe en el Manual del Balance del Bien Común para las empresas que desean realizar su balance y demostrar de manera efectiva y medible su contribución al bien común.
Como conclusión y gracias al debate abierto con la ley de prohibición de bolsas plásticas, esperamos que esta solo sea una puerta de entrada hacía un camino de compromiso con el desarrollo sostenible y la propuesta de la economía circular es una buena respuesta para mirar y resolver varios de los temas que nos aquejan. Como Proqualitas, y gracias al instrumento del Balance del Bien Común, podemos contribuir hacia una mirada más integradora y que potencie el compromiso de las empresas y organizaciones con una mejor sociedad y un mejor mundo para todos.