José Antonio Kast y los límites de la democracia: Al fascismo se le destruye
Los hechos recientes respecto de Kast y las agresiones recibidas de parte de estudiantes de la UNAP, abren el debate de fondo sobre los límites de la democracia, y cómo combatir los discursos de odio que circulan. Dicho desafío merece mayor profundidad, en un debate de ideas que no se agotará en esta coyuntura. En ese marco planteamos al menos 3 premisas que creo, deberían dialogar entre sí:
La Democracia, entendida como redistribución del poder en la esfera económica, política, cultural y social, es un ideal y una forma de relacionarnos que debemos perseguir, profundizar y practicar en todo ámbito de la vida. Y dado que no creemos en vanguardias iluminadas que ven al pueblo como un sujeto que espera a que otros marquen el momento de hacer la revolución, sino que nos acercamos más a la perspectiva del proceso constituyente y de la revolución como proceso que se desarrolla al calor e impulso de la lucha de masas, es que creemos que la izquierda en este debate ha demostrado su profunda inconsistencia democrática, dejando al descubierto las dificultades de suponer que nuestros sentidos comunes sean compartidos por la población. Nos falta humildad para entender que nuestra política no necesariamente representa las voluntades del pueblo solo por afirmar que "somos los representantes del pueblo" o "nosotros somos el pueblo trabajador". Ese es un desafío, una capacidad que se desarrolla en el ejercicio democrático de leer efectivamente qué piensa, qué siente y qué desea la gente, y no depositar mecánicamente en la gente nuestros deseos y aspiraciones. Por ende, hoy esa representación está en disputa, tanto en forma como fondo. En esta línea, entendemos que el debate de ideas con la derecha está abierto, y dado que estamos peleando en los marcos de la democracia liberal, debiésemos mostrar al menos una consistencia de respeto a otras ideas, de valorar la diferencia y entender que hay ciertas críticas y tensiones que son secundarias y otras que son antagónicas. Saber diferenciarlas y escoger los mecanismos más eficaces para desarrollar la disputa hegemónica y cultural en el campo de la batalla de ideas, es hoy una exigencia fundamental, y nuestro éxito se mide en la realidad, no en ideologismos y falsas dicotomías.
Al fascismo se le destruye. Por la sencilla razón que ellos no respetan la premisa uno, es decir no creen en la democracia, el respeto y la tolerancia al otro, al tiempo que juegan al filo de los límites de permitido e invocan la democracia liberal y la libertad de expresión para presentarse como una idea, una posición más dentro del debate pluralista de una sociedad democrática. Sin embargo, ocupan y justifican el exterminio, la tortura, la ignorancia y el miedo para imponer sus ideas. Interpretan temores y necesidades, rabias, dolores y esperanzas, construyen enemigos en el seno del pueblo y proponen soluciones que hacen del agente externo el problema, un problema fácil de erradicar a través de la hostilidad y la fuerza. Pero, ¿cómo se destruye?, ¿cómo desarmamos el movimiento fascista que se está incubando en Chile, representado por J.A.K.? Destruir a sus referentes es un paso, pero lo ocurrido en Iquique y Concepción no los destruyen. Por el contrario, se realza su figura sin poner el foco en su discurso y porqué es un discurso de odio al que la democracia debe cerrarle las puertas. Hoy Kast es una víctima de la intolerancia, aunque en nuestros círculos e inicios de Facebook digan lo contrario. Es su figura la que está en entredicho mientras cobra protagonismo. Sin embargo, quienes hoy celebran la suspensión de su charla en la UDEC y los golpes recibidos en la UNAP, no proponen nada frente al sentido común que se cuela entre nuestra gente. Entonces, la pregunta central que nos debe interrogar, es cómo enfrentar los discursos de odio y cómo instalar en la batalla de ideas, que quienes señalan al “distinto y al de fuera” como el problema de la convivencia interna son una amenaza para la democracia y para nuestras propias vidas. Esa debe ser nuestra prioridad, pues aunque algunos sobreideologizados celebren, lo cierto es que el mismo día en que golpeaban a Kast, una mujer es encontrada muerta descuartizada en La Pintana, a un trabajador haitiano le lanzan un completo “porque le echaron poca palta”, y días antes mujeres mapuche que vendían verduras sin permiso en Temuco, fueron golpeadas y detenidas por carabineros con gran violencia, pero en los medios no se habla ni de xenofobia ni de misoginia. Para los medios hay permisividad en el ingreso de extranjeros, crímenes pasionales e indígenas incivilizados. Eso nos habla que la lucha cultural, de ideas y sentires la estamos recién empezando, ¿la avanzada de violencia, esta vez hacia Kast, es señal de que estamos ganando algo?
Una política efectiva. Este es el punto más difícil para una izquierda acostumbrada a los tiempos de resistencia y las victorias simbólicas. Nos hemos contentado con poco y suponemos que cualquier ganada es un triunfo de nuestras ideas, y así, entramos la ansiedad de levantar un trofeo miserable, aun cuando este logro nos alienta solo a nosotros.
El problema no es la funa o la violencia en sí misma. La violencia está presente en los procesos de ruptura y cambio. El 2011 estuvo cargado de violencia, baste recordar el 4 de agosto. Para romper el status quo se requiere algún grado de violencia, sin embargo esa violencia no provino de la decisión iluminada de una minoría que suplantó al movimiento social, sino que fue la organización de las masas, frente a la represión, fue legítima para la gente, como lo fue la violencia de los vecinos de Freirina y de Aysén. Y convengamos que ni la suspensión de la charla de Kast en la UDEC, ni la funa-golpiza de la UNAP fue una acción producto del desborde de la masa frente a la incitación del odio promovida por el fascista.
Nuestra crítica principal va a que la política que impulsemos ya no puede aspirar a moralizar a los convencidos de la izquierda. Ya pasamos los tiempos de la resistencia, hoy estamos en un nuevo ciclo político y tenemos la posibilidad y la responsabilidad de hacer una política y un debate de ideas que sea efectivo, que logre hacer sentido. Que genera antagonismos claros, amplios y transversales. No se trata solo de saber que tenemos razón. El problema que enfrentamos a la hora de combatir los discursos de odio, es que estos se sustentan y alimentan de necesidades, temores y esperanzas reales de la población, por eso tenemos que entender que la política no se juega solo en el plano racional, hay espectáculo, sentires, pulsiones y tenemos que dar esa disputa en ese registro también. Tenemos que salir del ataque a la figura, y frente a los stickers xenofóbicos, lanzar campañas de irrupción en el espacio público con nuestro mensaje, educar, desmitificar y entregar soluciones alternativas que pongan a la mayoría del pueblo como un cuerpo diverso con necesidades comunes, cuyas amenazas no están en su propio seno.
No podemos defender la tolerancia a todo y a todos, haciendo caso omiso a que hay discursos de odio que no se toleran. La pregunta estratégica es cómo construir mayorías que rechacen ese discurso de odio sin asentarnos en el multiculturalismo y el respeto a todas las ideas, independiente de su contenido. Hoy el desafío estratégico está en cómo instalar que Kast es un fascista y sus ideas son dañinas para la sociedad, y hacerlo con efectividad, es decir, no convertirlo en el protagonista y la víctima, porque allí, en esas acciones está nuestra autoafirmación, pero aquello no toca, no disputa ni limita el crecimiento del 7% de personas que lo eligieron a él en la pasada elección.