Bombo Fica y la repercusión de imaginarios misóginos y racistas en Viña 2018

Bombo Fica y la repercusión de imaginarios misóginos y racistas en Viña 2018

Por: | 21.02.2018
Aquella es su “entretención y humor destinado al pueblo”, con "picardía y gracia": una máquina reproductora de imaginarios sociales llenos de patriotismo, sexista y xenófobo. Pues ahora, aparte de sus “clásicos” del decomiso y el Transantiago, ha empezado a acumular el del haitiano, el de la olla que se quema y hace estallar la histeria de las mujeres, o el de las patadas en la cama. Bien sospechosa la hueá.

Antes de la forzada premiación en que Rafael Araneda menciona que se ríe de “la contingencia de manera divertida, con humor blanco y gracia”, Bombo Fica ya se había encargado de reforzar –sosteniéndose de- un imaginario de chilenidad machista y xenófoba, así que pudo bien cerrar su rutina con un chiste en torno a “las mamás de antes que se desquitaban [...] del típico chileno de 3,5 grados de alcohol en la sangre [haciendo contraste con las de hoy, que] no te aguantan, te pescan la ropa y te la botan en una bolsa de basura [...] y que si la denuncias a tribunales, pierdes hasta la bolsa”.

Ningún problema tuvo con poner en cuestión el sistema de tribunales y banalizar su actuar en casos de violencia machista, pues antes ya había bromeado y relativizado con que “se puede agarrarlas a patadas en la cama, eso no figura como violencia intrafamiliar, [que él ya lo había hecho, y su pareja] se puso a llorar, pescó a los niños y se fue donde su mamá”, mientras él se iba a juntar con una mujer que conoció en Badoo (que en cuya foto de perfil “para verle el color del traje de baño habría que abrirle los cachetitos [al] medio pedazo de mina”).

Esa es su solución para engañar a las mujeres: enojarse y preocuparlas. Esa es la estrategia. Lo más fácil: enojarse, pegar un portazo y reírse de lo “rollienta” de las mujeres. Reírse, bromear, y perpetuar: he ahí la estrategia. Y que se queden “ellas con su histeria y su alharaca [que] los conflictos familiares son por no entender que somos diferentes [ya que] el cerebro del hombre es monofuncional y el de la mujer multifuncional, que puede hacer de todo, estar en la cocina y hacer de todo, cuando el hombre puede ver TV no más”, incapaz de recibir órdenes simples, que no puede seguir, por simple. Al igual que tampoco puede mentir bien, a diferencia, claro, de las mujeres, que son unas expertas de la mentira. Y es que mientras que “el hombre chileno no puede mentir, pues empieza a mentir y se olvida, a diferencia de la mujer chilena que es científicamente perfecta para mentir [...]”. Trata de justificar biológico-científicamente esquemas machistas. Y en ese intento se cuelan además los típicos estereotipos del chileno “pícaro”, “viejo verde” y siempre a la vez un poco tonto y pillo.

“¿Dónde están los aplausos de los chilenos?”, pregunta desesperado cuando el público quiere sacar del escenario a su acompañante de rutina. Aquel “chileno que no es de andar leyendo manuales [porque] que si se compra un mueble lo arma por tincada [pues] ¿qué hace un chileno para cambiar el canal con una TV a perillas? Le da vuelta para el lado que quiere; lo otro es para los hueones”. Aquel chileno que hace suyo el reírse de la desgracia ajena, ya que “es tan nuestro eso de darle al que está en el suelo”, reírse de quien está mal. Y muy bien que hace gala de aquella chilenidad y se ríe en dos ocasiones de que a su compañero de rutina “le queda poco”, y hace un chiste sobre el olor de un endeudado que va a un banco a retirar una devolución de cien pesos, siendo más encima cliente no titular.

Y en la misma tónica de los chistes sexistas y clasistas, se burla de “una empleadita doméstica que tiene un problemita personal, que tiene una patita más larga que la otra, a la cual deja niveladita y acuñada gracias a un ladrillo”. Pero ojo que eso es picardía no más eso sí, no grosería, ni clasismo, ni sexismo. Es eso de “hacerlo difícil, de la picarda esencia como pueblo chileno”. Y ojo que “no hay que confundir la picarda con la grosería: no ofender con groserías, que no es lo informal o lenguaje distendido, sino que más allá”.

Pero la rutina de Bombo Fica en ningún momento es grosera. Ni cuando habla de “nuestros hermanos latinoamericanos” y dice que contrató a un haitiano (sic) para un “trabajo menor” de cortar pasto, ni cuando lo acompañó a extranjería a hacer un trámite y en la fila no pudo evitar –de nuevo, lo chileno como machista, “como buen chileno”- mirar y mirar por atrás a una panameña, que cuando le pregunta “dónde está el tocador de mujeres”, le “dieron unas ganas de decirle que aquí, mijita”, con una cara de pervertido. Pero no, no es grosero. Y más encima está harto de "no poder reírse de los guatones”, porque es mucha la exposición en redes sociales, recordando el episodio de cuando se inscribió en el Partido Comunista por una “mina muy rica por las que dan ganas de ser hombre”. Pero “es que el chileno es así”. Habla del “Partido Comunista para seguir luchando por un país más digno y con más igualdad, [con los típicos clichés de la] educación gratuita y de calidad”. Se limpia la boca con la democracia y manda a inscribirse en partidos políticos aunque sea por calentura, como lo hizo él. Porque más encima “el chileno es de memoria corta y caliente”, que con soltura puede ir caminando y decir “el buen lejos de la mina, ah, qué esta buena la vieja” y decirle luego que “tiene una escopeta de cañón corto con la cual donde pone ojo pone la guagua”.

Aquella es su “entretención y humor destinado al pueblo”, con "picardía y gracia": una máquina reproductora de imaginarios sociales llenos de patriotismo, sexista y xenófobo. Pues ahora, aparte de sus “clásicos” del decomiso y el Transantiago, ha empezado a acumular el del haitiano, el de la olla que se quema y hace estallar la histeria de las mujeres, o el de las patadas en la cama. Bien sospechosa la hueá.