El brutal relato de una joven travesti que fue abusada dos veces en la misma noche

El brutal relato de una joven travesti que fue abusada dos veces en la misma noche

Por: Karen Denisse Vergara | 23.08.2017
"Cuando el terror te gana, terminas negociando no ser golpeada o asesinada. Me vi obligada a mamarle el pene, porque es un macho y él así lo supo. Yo solo traté de hacer mi paso por su cama lo menos traumático posible", cuenta. A dos semanas de los hechos, Lilit habla sobre esa fatídica noche y apunta: "a ellos les enseñaron que abusarnos o arrebatarnos los ojos estaba permitido".

Hace frío, pero el interés de recorrer una ciudad que no conoce la anima a seguir caminando. Lilit había vagado por distintos sectores de la capital, intentando hacer hora hasta el primer bus de la mañana que la llevara de vuelta a Valparaíso. La joven travesti había perdido la última locomoción al puerto principal, tras una jornada de formación en la cual realizó talleres educativos relacionados con su activismo disidente, político y sexual.

Tras ser desalojada del terminal Alameda, decidió caminar intentando disfrutar de la panorámica de una ciudad dormida. Eso, hasta que fue abordada por dos sujetos en calle Cueto, quienes le susurraron que entregara su teléfono celular mientras la registraban completamente. En algún momento del atraco, uno de los tipos comenzó a gritar.

-¡No es mujer! ¿Por qué usa falda? ¿Por qué usa falda?

Las manos de uno de ellos se deslizaron agresivas por sus piernas y buscaban arrancarle la prenda hasta que esta cayó en el suelo.

-¡Te callái o te pego un tunazo! -le gritó el otro sujeto, mientras se agarraba el pene.

Sólo la luz de un vehículo los alertó, a lo que ambos huyeron, no sin antes escupirle a su víctima. Lilit estaba sola, sin una dirección a la cual llegar. Solo podía repetirse mentalmente, casi como en un libro autoayuda, que lo material era recuperable, que con la luz del día encontraría la forma de llegar a la casa de alguna amiga y podría al fin volver a Valparaíso.

Sintiendo que los minutos eran horas, se acomodó en una banca esperando que amaneciera. Por el rabillo del ojo, divisó a un sujeto acercándose y volvió a ponerse en guardia, como tantas otras veces. Pero ya estaba cansada, el cuerpo no se recuperaba del sueño privado y sus reflejos estaban adormilados. La noche seguía siendo larga y el cansancio del día empezó a hacerse notar. Su voz también se perdía entre la desconfianza y el temor a la gente que pasaba enfiestada por su lado. Pero el sujeto que había divisado seguía cerca de ella, hasta que se decidió a hablarle con una voz suave y afable:

-Oye amiga, disculpa, no te asustes, noté que estabas sola y este barrio es peligroso -dijo.

Tras esto, le ofreció a Lilit quedarse en su casa hasta que acabara la noche.

-Me llamo Diego -añadió.

Le contó que había llegado hace poco a Barrio Yungay, a vivir con su familia y que estudiaba una carrera de las Ciencias Sociales en la Universidad Autónoma. Las negativas por acompañarlo empezaron a ceder, mientras él seguía entregándole información de su vida para hacerla sentir a salvo. Lilit decidió aceptar una vez que le contó que era trans y siguió notando su aparente amabilidad. Se fueron a la casa de él, quien le pidió que se acostara en la cama, que no había nada de qué temer.

Así, con su familia durmiendo en las piezas contiguas, Diego se recostó al lado de Lilit y empezó a abrazarla, insistente. A pesar de las negativas de la joven, éste siguió. “Me llevó la mano hasta su pene, me decía: 'Quítate la ropa'. Me negué e intentaba apartarle las manos, pero me sentía tan adolorida y cansada que apenas podía oponer resistencia", asegura Lilit.

Luego agrega: “Me puse a pensar en su familia. Jamás creerían lo que estaba pasando. Él podría inventar cualquier cosa. Cualquier calumnia que se le invente a una travesti o a una trans es del todo creíble. Si total, es una la que anda acosando hombres, la que los llama por teléfono con insistencia, la que los amenaza de muerte y un sinfín de atrocidades. Por lo que pensé: esto tiene que ser breve y no como hace cuatro años, que, por negarme, el tipo me golpeó, y me abusó. Esa experiencia fue tan traumática que en esta oportunidad sentía que no podía volver a ocurrir”.

Mientras tanto, Diego la recorría y lastimaba, intentando llegar a su entrepierna. “Yo sólo pensaba: ‘que no me recorra el cuerpo, que no note que mis formas no son de una mujer prototípica…’”. Para evitar ese momento, Lilit decidió hacerle sexo oral. Lo hizo para evitar una penetración forzada y dolorosa sin protección alguna, lo hizo porque por su cabeza desfilaron las veces que opuso resistencia y las cosas salieron peor. Las lágrimas corrían por su rostro, pero a él pareció no importarle.

Por la mañana, la joven se despertó con su voz anunciándole que debía irse. Acto seguido vino el beso en la mejilla. El beso de Judas, que intentaba solapar la violencia de la madrugada. Lilit volvió al terminal en silencio. Había decidido callar sobre esa noche, hasta que los recuerdos se hicieron más vívidos cada día.

Han pasado casi dos semanas del hecho y Lilit está decidida hacerse escuchar en una sociedad que solo ha sabido callarla. Primero lo hizo en un post en Facebook y luego mediante una denuncia legal. En conversación con El Desconcierto, la joven habla sobre esa fatídica noche donde se transformó dos veces en víctima.

-¿Cómo sientes que se desenvuelve en tu cabeza todo lo que viviste esa noche?
-Cuando me decidí a contarlo ya habían transcurrido un par de días y hacerlo fue liberador: sentí que mucha basura salía aventada desde mi cuerpo, desde mi cabeza, desde mi ser completo. Sin embargo, conforme han transcurrido los días, los recuerdos me azotan, se han vuelto más frescos, más brutales; y ahora hasta sufro de pesadillas, aunque el vómito ya ha cesado. Siento más pena y rabia. Sobre todo al leer tanto comentario en redes sociales buscando desacreditarme.

 -¿Sabes si Diego ya se enteró de este llamado a funa y denuncia?
-En rigor, no me consta. Pero sus acciones indican que parece ya se enteró: compañeros de su propia universidad me han hablado para entregarme información de él, como que ha dejado de asistir al campus o que cerró su Facebook. Un compañero suyo, de hecho, me dijo algo obvio, pero del todo fundamental: el que nada hace, nada teme. Y él cerró su cuenta.

 -Corrígeme si me equivoco, ¿en un principio habías pensado no denunciar?
-Sí, porque me había convencido que él no me había forzado a nada. En mi cabeza pensaba que había tenido relaciones sexuales con un desconocido y punto. Pensar en lo que ahora denuncio, implica, precisamente, una exposición que me ha sido muy nociva en términos emocionales. Aunque en una esfera de robustecimiento político se han abierto varias discusiones interesantes y necesarias, que la gente a veces no se cuestiona. Por ejemplo la pregunta ¿cómo se puede abusar de una travesti?

-Cuando relatas lo que te ocurrió, cuentas que en un momento solo esperabas que todo terminara rápido y que no hubiese más violencia de la que ya había. Incluso pasó por tu cabeza la condena que podrían haber hecho sus padres porque nadie le creería a una travesti denunciando un abuso. ¿Cómo es enfrentarse a tantos cuestionamientos en un momento tan traumático?
-Siempre pienso eso, en todo orden de mi vida. Quizá porque mi misma existencia me ha enseñado que al mostrarme desde un lugar molesto, como lo trans o lo travesti, firmo una sentencia que a veces puede ser de muerte, otras, de burlas o golpizas. Cuando el terror te gana, terminas negociando no ser golpeada o asesinada. Me vi obligada a mamarle el pene, porque es un macho y él así lo supo. Yo solo traté de hacer mi paso por su cama lo menos traumático posible, por los miedos anteriores que arrastro y arrastramos las trans y las travestis, a quienes nos abusan todo el tiempo, pero de lo cual no se habla, porque en nosotras, el abuso se naturaliza aún más que en las propias mujeres.

-¿Has tenido apoyo o ayuda de parte de alguna agrupación o colectividad?
-La solidaridad feminista ha actuado con diligencia y amor. Tengo compañeras abogadas que me han estado asesorando. Más allá de lo que pueda o no conseguir por vía legal, denunciar es un gesto de empoderamiento político, de ahí la importancia fundamental de hacerlo.

-¿Cómo crees que deberían enfrentarse este tipo de hechos en las universidades? Considerando que el agresor, en este caso, pertenecería a la U. Autónoma.
-Se están instaurando protocolos contra el acoso sexual en las universidades, lo cual es un avance importante, pero insuficiente. Hay que ir por más. Creo que se hace necesario plantearse más allá de una educación no sexista porque, se quiera o no, al final del día hay mucho de hombre y mujer ahí. Es decir, se constituye en sí misma como binaria y excluyente. Urge, a mi parecer, plantearse una educación feminista que entregue discusiones sobre por qué existen compañeros de organizaciones políticas de izquierda que “sugieren” a compañeras trans mantener una relación en el anonimato. O por qué existen compañeros de organizaciones políticas de izquierda levantando banderas del feminismo en público con sus compañeras mujeres cis y no con sus compañeras trans. Lo que hace eso es entregarle un mensaje a esa persona que su existencia es motivo de vergüenza. Hasta que no se develen estas problemáticas y otras, no se podrá avanzar realmente para acabar con todo tipo de violencia en el espacio universitario.

-Si pudieses decidir tú misma qué medidas tomar contra este sujeto abusador, ¿qué harías?
-La denuncia la hago porque no quiero el papel de buena víctima que siempre es mostrada como aquella que no puede decidir por sí misma, pues es un cúmulo de emociones que la han desestabilizado. A mí esto me interesa subvertirlo y decir: nosotras podemos hablar por nosotras mismas y no solo ver qué hacer con Diego, sino cómo hacer que todo este sistema tiemble. Podrá o no ser detenido una hora, pero pensar solo en él reduciría el problema a un tipo x de un lugar x que se aprovecha de una trans x. A mí esto me llama a que alcemos la voz y declaremos con fuerza que vivimos en este estado patriarcal, misógino y transfóbico. Entonces, las verdaderas medidas son, en principio, encontrarnos y organizarnos para darle cara. Ha sido todo este sistema el que ha creado machos brutales como Diego o como Mauricio Ortega. A ellos les enseñaron que abusarnos o arrebatarnos los ojos estaba permitido.