El caos urbano de los terminales de buses de Santiago: Una y otra vez la misma historia

El caos urbano de los terminales de buses de Santiago: Una y otra vez la misma historia

Por: Fernando Campos Medina | 28.04.2017
A pesar de la obstinación de las autoridades y el escepticismo de la población, los terminales de buses interurbanos deben salir de los centros de las ciudades y relocalizarse en sus bordes –y esto no sólo para el caso de Santiago sino para muchas ciudades intermedias del país-.

Desde hace más de un año que vengo escribiendo columnas de opinión sobre los innumerables problemas asociados a los terminales de buses de Santiago localizados en la comuna de Estación Central. Pero este continúa siendo un tema difícil de posicionar en la agenda de debates. El lobby y el interés de algunos actores sociales es fuerte.

A pesar de la obstinación de las autoridades y el escepticismo de la población, los terminales de buses interurbanos deben salir de los centros de las ciudades y relocalizarse en sus bordes –y esto no sólo para el caso de Santiago sino para muchas ciudades intermedias del país-. Al mismo tiempo, ello debe ir acompañado de un plan de reconversión urbana para dar un nuevo uso, un mejor uso, a los lugares donde actualmente operan estas infraestructuras. Así los nuevos terminales de buses “inter-urbanos”, que ya no hacen recorridos “intra-urbanos” serán efectivamente estaciones intermodales adaptadas a nuestra realidad.

Hace una semana, volviendo de Temuco a Santiago, estuve por cerca de 45 minutos en la calle Federico Reich, a menos de dos cuadras del Terminal Sur esperando por arribar. Lo increíble es que eran las 6:00 de la mañana. En vísperas de Semana Santa, el día miércoles 12 de Abril, llegando a Santiago el auxiliar del bus comenzó a preguntar si existe algún problema en “desembarcar fuera del terminal”. Él dice que ingresar al terminal tomaría más de dos horas. El conductor dice que llegar a General Velázquez con la Alameda ya es suficientemente complicado. Todos deciden bajar de inmediato a más de cinco o seis cuadras del terminal.

Los actuales terminales son incapaces de alojar y gestionar el número de buses que existen en la actualidad. Esto ya no es sólo el panorama de los feriados largos, las horas punta o las vacaciones. Lamentablemente, es una imagen que se repite a diario.

Mis preguntas son: ¿qué evidencia se requiere para que las autoridades metropolitanas actúen en esta situación? Es evidente que la municipalidad depende de los terminales y no tiene mucha intención de apoyar una transformación urbana de este tipo. Pero: ¿qué ocurre con los pasajeros que deben bajar en lugares no habilitados y sin la infraestructura y seguridad que requiere el mayor espacio de tráfico del país? ¿Quién se hace cargo por las horas extras de trabajo de auxiliares y conductores que pasan horas atascados antes de llegar al terminal? ¿Qué nivel de deterioro urbano en las cercanías de los terminales se vuelve evidencia de la necesidad de recuperación? ¿Qué nivel de contaminación es aceptable para un terminal que no sólo no mitiga sus efectos en el entorno, sino que externaliza los costos asociados a su funcionamiento?

La ciudadanía piensa que la localización de los terminales es positiva por la conectividad y porque en sus alrededores se desarrolla una importante economía formal e informal. Todo ello se puede mantener y mejorar con un proyecto inteligente para la relocalización de los terminales y un plan sensible de regeneración urbana para el actual sector donde se localizan. Resulta evidente que si los buses no llegan a los terminales, los terminales ya no sirven para su propósito. No hay nada más que evidenciar, ahora viene el momento de pensar algo nuevo, de crear una ciudad nueva.

En su conjunto, la relocalización de los terminales y la reconversión de los actuales espacios debiera ser un proyecto urbano emblemático para la capital. Esto al menos por dos motivos que espero ampliar en futuras columnas. Primero, porque tiene amplias posibilidades de mejorar la calidad de vida de pasajeros y trabajadores. Segundo, porque haría de la reconversión urbana una experiencia de trabajo –esperamos exitoso- para autoridades, privados y comunidad.