Señora, señor: Boric no es corrupto, no todos son corruptos
Señora, señor, joven, por favor, no le haga caso, no le crea a los representantes de la casta política más corrupta en la historia de Chile, no le haga caso a los UDI que cuidan como perros guardianes todos los días a Piñera, cuando le dicen que todos en este país son corruptos, que ya no hay que creer en nadie porque en este juego, tal como ellos, “todos roban”. No les crean, porque al creer en ese discurso levantado desde medios de comunicación dirigidos por ex diputados de derecha, están cayendo inmediatamente en la maniobra que les conviene a los representantes del empresariado, la maniobra del desencanto, el mecanismo que hoy les permite, pese a todo, pese a la prisión domiciliaria de sus ídolos formadores, pese al inminente llamado a sus dirigentes a declarar por casos vivos de corrupción –Asipes o el recién descubierto Copra- aparecer como los principales candidatos a tomar el poder, a sonreír por la posibilidad latente de volver a copar con sus parentelas el palacio de La Moneda, palacio al que vincularon con las más oscuras empresas en la anterior administración aliancista.
¡Pero cómo! ¡Por qué los que hicieron leyes pauteados por empresarios, los que defendieron el interés de la isapre del hoy prisionero Carlos Eugenio Lavín tras recibir un correo! ¡Por qué ellos, los peores de todos, están en la pole position para volver a mandar en Chile! La respuesta es simple: porque ellos saben cómo funciona el juego, saben que mientras más metan al resto en el saco de la inmundicia, mientras más gente deje de votar -por el rechazo que causa esa inmundicia-, más se benefician sus candidatos, porque así lo han comprobado. Y de esta manera, empiezan a disparar al resto con la calculadora en la mano, arrastrando a los demás a un barro que les queda cómodo y del que no quieren salir.
En un escenario corrupto en que los partidos del gobierno son los más perjudicados –como pasó en la última Municipal-, la derecha ya se dio cuenta de la fuerza que tomó y que siguen tomando los rostros nuevos, jóvenes, descontaminados. Tomaron nota del fenómeno inexplicable de Jorge Sharp, alternativa diferente al asegurado Jorge Castro y al improvisado Dj Méndez, que los dejó con la boca abierta. Por eso, llegó la hora de mancillar a los que se perciben distintos, a los que llevan otro olor en sus palabras, a los que se conectan sin dinero turbio con la gente, sino con la más sincera honestidad. Y para ello, escarban, buscan sin cansancio hasta dar con lo primero que podrían tildar de inconsecuente y lo lanzan al aire, para que el viento de la desconfianza, ese que sopla en todos lados, agarre los datos más descontextualizados y tergiversados y los convierta en verdades en los hogares de Chile. “Oye viejo, supiste que el Boric también es corrupto?” “Así dicen las redes”. Sale y vale, festejan en la UDI. Objetivo logrado. Porque con una pura casa que crea que usar una nave de la Armada –viaje habitual para el que se siguieron todos los conductos regulares-, con una pura familia que lleve la conversación sobre esa nave al comedor, lo habrán logrado: habrán metido el bichito en el aire, el bichito que pueda hacer creer en el más mínimo porcentaje que en este país todos los políticos son corruptos.
Lo más lamentable es que a la derecha el esparcimiento de ese bichito les funciona, si no, no se entendería que en las últimas elecciones hayan mantenido su porcentaje histórico de apoyo, pese al descalabro provocado por su corrupción. Veamos: en las municipales pasadas los partidos de la oposición derechista obtuvieron apenas un millón 827 mil votos para llegar al 38,4%, que les permitió triunfar en las comunas más insospechadas. Los votos para alcaldes y alcaldesas son mucho menos que los de los últimos cuatro comicios, pero el porcentaje alcanzado es ¡igual o superior! En las del 2012, la UDI y RN llegaron a los dos millones 79 mil votos, con un porcentaje de 37,5%, y en 2004 obtuvieron dos millones 443 mil sufragios, equivalentes al 38,7%. Escandaloso. Y la conclusión es una sola: la abstención electoral beneficia directamente a la derecha, a los conservadores, a los corruptos, a los que no quieren cambios. Y por eso hoy su tarea comunicacional número uno es salpicar al resto, inventar inconsecuencias, agigantar rumores y hacerlos parecer mierda, para que usted señora, para que usted, señor, se quede en la casa y no vaya a votar, no vaya a respaldar a quien podría ser un agente de cambio, y así, haga crecer el porcentaje de los cada vez más escasos -pero fieles- votantes de derecha, esos a los que los estándares éticos les dan lo mismo, porque siempre han sabido que, legal o ilegalmente, el primer interés de su representante es agraciar a las empresas.
Por eso no les crea cuando le digan que no hay diferencias entre un Boric y una Van Rysselberghe, nos les preste atención cuando le hagan llegar a su Whatsapp, con fotos de demonios encendidos, el rumor de que Giorgio Jackson es lo mismo que Jaime Orpis, en base a vaya saber uno qué invento. No se detenga a pensar si es cierto o no que Camila Vallejo es tan sucia como Longueira al verla posar junto a un Audi imaginario. No se detenga, porque al dejar entrar la duda, a la derecha usted habrá beneficiado. Porque es ahí cuando habrá triunfado el juego que está impulsando la UDI: cuando ya no sepamos distinguir entre un rumor y una verdad, entre si un viaje corresponde –sea más ético o menos ético- y una formalización por cohecho, entre si viajo en clase turista o en primera y una ley hecha a la medida de una empresa -con sueldo pa’callao de por medio-.
No les crean, no les creamos, porque al momento de hacerlo, al momento de consentir que en este país la política es sólo de manzanas podridas, les estaremos dando el triunfo permanente y definitivo a las manzanas más podridas de todas, esas que si uno las denuncia acusan persecución y gárgaras, mientras -sin que nos demos cuenta- sacan su maquillaje para pintar al resto con sus colores, como lo quisieron hacer esta semana con Boric, quien en una muestra de decencia política pidió disculpas por los efectos que pueda tener una acción -en un contexto de tanta desconfianza-, como una apuesta por subir los míseros estándares éticos a los que la propia derecha y partidos de la Nueva Mayoría nos han hecho llegar. Señora, señor, no se equivoque y no se deje engañar: Boric no es corrupto, no todos los políticos son corruptos.