El francotirador romántico (el cine de Michael Cimino)
La reciente muerte de Michael Cimino pasó casi inadvertida en los medios “culturales” chilenos. Sobre todo si lo comparamos con el estruendo que ha provocado la desaparición de personajes artísticamente menores o francamente insignificantes.
Me he preguntado si contribuyó a esta indiferencia la controversia política en torno a su obra, pues son conocidas las acusaciones de racismo que pesan sobre algunos pasajes de El francotirador o Manhattan Sur. Lamentablemente creo que la guerra de Vietnam, con toda su carga de violencia genocida, está tan lejos de nuestra conciencia histórica como el concilio de Trento, por lo que tal hipótesis es insostenible. Quizás hay que intentar otro tipo de respuesta.
Al comenzar la década de los '70 se perfilaban con nitidez varios nombres en el cine norteamericano “joven”: Martin Scorsese, Francis Coppola, Brian de Palma, Peter Bogdanovich y Michael Cimino, entre otros. Para entonces Woody Allen sólo era un bufón eficiente y Spielberg, el típico entretenedor de matiné. Unos más, otros menos, los nombres antes mencionados, no eran especialmente iconoclastas ni complacientes con la industria cinematográfica. Esta ambivalencia –de estar a la vez dentro y fuera de la industria- estimuló que desarrollaran el inicio de sus respectivas carreras al interior de los géneros tradicionales. Por ejemplo, Especialista en el crimen, la primera película de Cimino,es una road movie atípica, con fuertes rasgos de tensión homosexual entre los integrantes de una peculiar banda de asaltantes.
Después del éxito comercial y de crítica que supuso El francotirador (1978), Cimino se concentró en un proyecto colosal que terminaría con la quiebra del estudio United Artist: el guión de La puerta del cielo, así se llamaba el proyecto, fue muchas veces rechazado. Sin embargo, con los cinco premios Oscar de El francotirador bajo el brazo, a los productores les resultaba difícil persistir en la negativa. De los 11 millones de dólares originalmente presupuestados se gastaron 35 sólo durante el rodaje, que, por cierto, se prolongó dos meses más de lo previsto. No fue lo peor. Cimino entregó una versión final de 5 horas y media –el contrato estipulaba una duración de dos a tres horas máximo- por lo que el estreno, programado para fines del '79, se concretó recién a fines de 1980.
Con los masivos recortes de por medio, la película quedó transformada en un mastodonte incomprensible que la crítica norteamericana, en su mayoría, destrozó. Pauline Kael –la temida crítica del The New Yorker- fue lapidaria: “A medida que veía la película me quedaba claro lo que había que cortar, pero no lo que había que dejar”.
La puerta... se inicia con la ceremonia de graduación de un grupo de estudiantes de Harvard, a fines del siglo XIX. Años después dos de esos egresados se encuentran en el emergente pueblo de Johnsson City. Uno defendiendo a los hacendados y el otro a los pobres inmigrantes que buscan un lugar donde vivir. De nuevo la historia norteamericana es el trasfondo conflictivo en el que los destinos de sus personajes parecen naufragar. El fracaso en construir una comunidad justa y solidaria que anhela el sheriff James Averill (interpretado por Kris Kristopherson) tiene su correlato intimista en la truncada relación amorosa con la prostituta Ella Watson (Isabelle Huppert).
El cine de Cimino es proclive a la composición de grandes imágenes y a la narración clásica. Lo que de ningún modo se contrapone a las complejidades estructurales. La puerta, El francotirador y Manhattan Sur pueden ser vistas como películas de “género”, y en cierto modo lo son, pero de un modo libre ,como lo atestiguan los saltos temporales en el relato de sus tres grandes películas. El policía de Manhattan Sur, obsesionado con destruir la mafia oriental de Nueva York –aun a costa de aniquilar a su propia familia y a sí mismo- tiene los contornos trágicos del cine clásico americano.
El destino personal de Cimino –las dificultades para seguir filmando, su controversial apariencia física en los años finales- fue coherente con el romanticismo desilusionado de sus mejores películas. Desilusión de las relaciones amorosas (“¿No nos podemos dar un poco de calor? Le dice Linda –interpretado por Meryl Streep- a Mike –Robert de Niro- en El francotirador, cuando intentan hacer el amor) de las amistades perdidas (Mike y el vano intento por recuperar a sus amigos) y de la familia como espacio de protección y afecto (el suicidio de la esposa del detective, en Manhattan Sur).