Crisis Ecológica en Los Lagos: más allá de los bonos
La extensa mortandad de fauna marina en la región de Los Lagos ha generado diversas opiniones. Desde quienes dicen que la marea roja (la más intensa que se tenga registro en las últimas décadas para la región) fue detonada por el vertimiento de 9 mil toneladas de desechos salmoneros (pescado en descomposición altamente tóxico); opiniones de científicos que no ven relación entre la marea roja y la mortandad de fauna marina (el hecho de que no puedan afirmar esta relación no quiere decir que puedan rechazarla) o quienes dicen que la marea roja no produce mortandad, sino que probablemente ésta fue producida por el vertimiento de las 9 mil toneladas de veneno al mar. Lo cierto es que hasta que se hagan estudios serios y objetivos, en lo posible a cargo de profesionales que no dependan de la industria salmonera, nada podemos decir “científicamente” sobre las causas de esta catástrofe. Sin embargo, podemos proponer hipótesis.
Lo que sabemos de la marea roja es que es una microalga (un organismo unicelular fotosintético) que presenta alta toxicidad cuando se bioacumula en los tejidos de los organismos que los consumen (peces y organismos filtradores como los bivalvos o mariscos). Las dinámicas poblacionales de estos organismos son oscilantes y, como todo sistema biológico, depende de diversos factores como la temperatura, la radiación, las corrientes marinas, los nutrientes, etc. Teniendo en cuenta el no menor antecedente del vertimiento de 9 mil toneladas de pescado en descomposición con alta toxicidad al mar y que el protocolo de vertimiento no ha sido transparentado por SERNAPESCA, no es una locura mirar con recelo a la industria salmonera. Sin embargo, también se sabe que la marea roja no produce la mortandad de la fauna marina, de modo que no es claro el vínculo entre la marea roja y la mortandad de animales. Pero esto no descarta que el vertimiento del pescado en descomposición sí lo tenga. Nuevamente quedamos sujetos a que el Estado se digne a hacer estudios confiables para confirmar estas ideas.
Si volvemos al año 2007 recordaremos que en la misma región se produjo la peor crisis sanitaria en acuicultura, causada precisamente por industria salmonera que hoy está de nuevo en cuestión: el virus ISA. Resultado de prácticas productivas aberrantes -como hacinar inescrupulosamente salmones en las jaulas-, la pésima regulación por parte del Estado y la concesión de cientos de kilómetros de línea costera, no sólo produjo una epidemia en los seres vivos con los que se estaba trabajando, sino que también una pauperización de los medios de subsistencia de cientos de familias de pescadores artesanales. Son ellos los principales testigos de cómo las costas han sido contaminadas. Lo que alguna vez fue un paraíso hoy tiene pocos productos para encontrar en sus costas. Recordemos también que, debido a aquella crisis, la región se vio sometida a uno de los índices de cesantía más altos desde décadas, con alrededor de 26 mil puestos de trabajo perdidos, cientos de empresas cerradas, dejando las enormes e insoslayables instalaciones salmoneras abandonadas, contaminando el mar y el paisaje. Pasó poco tiempo para que esta crisis fuera olvidada, ya que en 2011 la industria se volvió a instalar en la zona, ahora con algunas regulaciones un poco más severas, aunque casos de virus ISA siguen apareciendo hasta el día de hoy y arriesgando constantemente una nueva epidemia.
Sea o no la marea roja la responsable del fenómeno, el desastre está y va a tener costos altísimos para cientos de familias de la Isla Grande de Chiloé y la costa de la región de Los Lagos, cuyos medios de subsistencia dependen de los productos del mar. Las y los chilotes están molestos y no hay que tomarlo a la ligera, no hay que tomar a la ligera sus demandas y ridiculizarlos como lo hace la prensa cuando simplifica el tema a 100 mil o 300 mil pesos. El monto del bono es una ridiculez, pero no es la única demanda como repite la prensa del duopolio. Debemos pensar más en profundidad en el problema que se está planteando: hay un sistema que está haciendo colapsar los ecosistemas costeros y, aún más, a los habitantes que dependen de esos ecosistemas. Se hace entonces imprescindible indagar en las causas de este desastre, que se vinculan directamente al origen y funcionamiento de la industria salmonera.A mediados de la década del 80, al igual que en otros sectores como el forestal y el minero, se implementó un modelo de desarrollo económico basado en la extracción y exportación de materias primas, llamada economía de commodities. Esto, con la entrada masiva de capitales extranjeros y el hundimiento de la industria interna, que era la que le ponía un valor agregado a aquellas materias primas, convirtió al país en una inagotable fuente de materias primas para la exportación. El problema de este modelo es que por un lado, vendemos recursos naturales a bajo costo pero con un altísimo costo interno o externalidades negativas, como precariedad laboral, escasa recaudación tributaria y deterioro ambiental. Por otro lado, impide que el país pueda sostener su economía interna de manera autónoma, por lo que la deja vulnerable a los vaivenes de la economía mundial. El fin del ciclo de precios altos para el cobre es el mejor ejemplo.
En el caso de la salmonicultura, ya en los ‘90 se podía observar el explosivo crecimiento de la industria en la región de Los Lagos, que se tradujo en crecimiento y desarrollo en forma de ampliación de caminos, llegada de luz eléctrica a la mayoría de los pueblos más aislados y un altísimo porcentaje de ocupación de la población regional en puestos de trabajo relacionados con la industria. Sin embargo, este abrupto crecimiento económico no fue abordado a través de una planificación racional, que podría haber incluido un hospital para Chiloé, universidad estatal para la región, etc. Hoy se prioriza invertir en un puente que probablemente tiene fines más relacionados con la extracción de materias primas de la isla, que con la posibilidad de que los chilotes accedan al sistema de salud en Puerto Montt.
La reacción del gobierno debe ser seria ante un pueblo entero que ve con tremendo temor el porvenir de su subsistencia, no la desfachatez del subsecretario de pesca Raúl Súnico cuando dice “mejor búsquense otra pega”. Es necesario investigar y castigar a los responsables de este desastre ecológico en las costas de Chiloé.