Un castillo de flores para Juan
Juan Andrés Blanco Castillo fue un dominicano militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) detenido y desaparecido por agentes del estado chileno en 1973. Víctima de la dictadura de Augusto Pinochet, no aparece reconocido en el Informe Rettig.
Este texto es un retorno, un ejercicio de amor a la memoria en común con dos países, el de nacimiento y el donde vivo. Un rastreo fragmentado sobre el mapa de la resistencia política del continente. Esto es una carta de amor vegetal a Juan. Juan Andrés Blanco Castillo, un dominicano militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria –MIR- detenido y desaparecido por agentes del estado chileno en 1973.
Es un rescate y mucho más que una referencia para redactar la necesidad que siento de siempre estar asociando mi proceso de transidentidad con las vidas comprometidas con un deseo de cambio, de transformación. De resaltar de manera insistente la importancia de “poner el cuerpo” para imaginar otra posibilidad. De “dar jugo” con eso. Pero no fui a la calle Domeyko, en el centro de Santiago, a buscar la residencia donde vivías cuando todavía estabas estudiando ingeniería después de venir de lo que fue la Unión Soviética. Si me nombraron Mijail al nacer fue por uno de los secretarios del partido comunista, de esa utopía, tenemos dos historias, un espacio común: el dominicano, el político. Una no llega a la política únicamente por convicción, sino porque te afecta, porque te han dañado.
¿Qué es el origen, Juan? ¿Dónde está? Y después tienen el descaro de preguntarme por qué no puedes parar de hablar, por qué tan intensa, tan rabiosa, después tienen el descaro de preguntármelo cuando todavía siguen escribiendo mi nombre mal. Mi nombre siempre lo han escrito mal, Juan, siempre he tenido problemas con eso: con mi nombre, con la identidad. Tenía que siempre certificar con un acta de nacimiento mi nombre, demostrarles que mi nombre no se escribía así, que la "h" no iba ahí, que es “Mijail” no “Mijael”. Ni siquiera lo entendieron en el libro que escribí: dediqué párrafos a esto. Negra y con nombre ruso. Otra desubicación, la paranoia de que siempre han intentando borrarme, borrarte a ti y a las que nunca hemos sido hombres, ni mujeres, a las que en todos los sentidos somos inseguras porque estamos cambiando (nosotras y esto tan heterosexual). Después tienen el descaro de preguntar por qué tan intensa, por qué tan política.
Yo, entonces, aquí voy a preguntar por ti, por el cuerpo que no regresó nunca a la isla. De cómo esos militares violaron tu derecho de discernir. Pregunto por ti y por el frío que seguro pasaste, porque no te busqué en los barcos que tantas veces miro cuando voy a Valparaíso, debí pararme frente a una de esas naves y repetir tu nombre siete veces, siete veces por Obatalá, Elegguá, Changó, Oggún, Orunlá, Yemayá, Ochún y luego esperar sentada en el suelo. Esperar que alguien leyera esto: Samuel Ibarra Covarrubias y yo, jamás te vamos a olvidar. Un castillo de flores para Juan
Agradecimientos a Amaury Rodríguez y a la Rucia Semihumana.