¿Quién es un ser humano pleno, y qué valor tiene la vida jerarquizada? Apuntes sobre los recientes atentados
En los últimos años hemos presenciado a una expansión importante en la muerte de seres humanos por causa de atentados en lugares públicos. Sin embargo, no toda muerte o matanza logra tener el mismo (ni siquiera parecido) impacto sobre las imágenes y textos que circulan para dar cuenta de lo acontecido. Uno de los ejemplos más flagrante de eso es el atentado en Lahore, que cobró la vida de más de 70 personas y dejó a más de 300 heridos. Éste, luego de otro atentado en un estadio de fútbol en Bagdad, viene menos de una semana después de los atentados en Bruselas; para qué decir unos meses después de los de París si no para recordar la semejanza de los lugares escogidos por los atacantes de Bagdad y París.
En los grandes noticiarios, dichos eventos aparecen como un flash, un destello de acontecimientos que merece ser registrados para los estudios posteriores, pero no para que conmuevan. Y así el círculo vicioso. ¿Gallina o huevo? No sé. Pero los noticiarios no los ponen en la portada porque no conmueven y la gente no alega para que los pongan. Pero en vez indagar en cuestiones de responsabilidad de los medios, más vale ver lo anterior como la punta de un iceberg.
Es que, aquí hay algo más profundo que un asunto mediático, algo que tiene raigambre en la manera en que todos habitan en el mundo actual, una vivencia filtrada por la experiencias coloniales e imperiales que han dejado una impronta sobre las personas y los países, la que establece las condiciones de qué es lo que constituye una tragedia “humana” o, en otras palabras, quién es considerado un ser humano pleno y qué valor tiene la vida, a la luz de los esfuerzos dispuestos a su salvaguardia (bio/necropolítica) y del nivel de emoción e identificación que provoca su pérdida (como bien señala Talal Asad[1] con respecto a la desigual aplicación de la categoría de “humanidad” a las personas, dependiendo de las contingencias históricas).
Esto no es nada nuevo. Aimé Césaire lo señaló en términos del rol preponderante que juega el holocausto en el imaginario como lo peor que puede pasar, el colmo, lo que marca un antes y después, pues “lo que no le perdona a Hitler no es el crimen en sí, el crimen contra el hombre, no es la humillación del hombre en sí, sino el crimen contra el hombre blanco, es la humillación del hombre blanco, y haber aplicado en Europa procedimientos colonialistas que hasta ahora solo concernían a los árabes de Argelia, a los coolies de la India y a los negros de África”[2]. Tal lectura se sigue dando hasta hoy en día, por ejemplo, con un reciente artículo de Hamid Dabashi en el que se destaca “lo que hace falta es una perforación conceptual y una ruptura categórica en este círculo vicioso.La matanza de gente inocente en Bruselas es la extensión de la matanza de gente inocente en el mundo islámico, no una respuesta o venganza de ella.”[3] Y el hoy y el ayer que señalan Césaire y Dabashi se conectan con la situación continua de los palestinos, de cuya muerte – ahora van más de 200 vidas palestinas perdidas en el último episodio de violencia colonial en contra de su resistencia – que sólo se habla en la medida en que amenacen a la vida de los israelíes, considerados como parte de la vida “occidental”.
Para el caso de Chile y Argentina basta recordar la caza de seres humanos en la colonización de la Patagonia – que incluía, luego del balazo, la extracción de la cabeza u otras extremidades – para entender la contradicción, el doble estándar del valor de la vida de ser humano en el ideario que pone al hombre blanco heterosexual y “occidental” en la cima de la pirámide de lo humano.
¿Por qué tanta inconsistencia? ¿Por qué tan fuerte empatía por unos y total indiferencia por otros? Muchos dirán que es porque la muerte violenta y frecuente es un acontecimiento “normal” en “estas otras sociedades”, mientras que en Francia, Bélgica y otros países de Europa occidental y de Norteamérica (sociedades que se menciona con nombres propios) no tienen “esta cultura” de muerte y misoginia (la “nuestra” es sólo delincuencia y machismo) como la del otro “atrasado”
Los efectos de ello son tan profundos que han llevado a varios a hablar sobre un cierto “problema” con respecto a la llegada de refugiados árabes/musulmanes en Europa y otros países; un supuesto problema cultural en donde un “ellos” no adhiere a “nuestra” cultura de “vida”, y en que su presencia, por lo tanto, tendrá efectos negativos sobre dicha cultura considerando que están llegando “tantos”.
Estas ideas forman un peligroso sentido común, sintomático de un imaginario que afecta a la manera en que estos eventos mundiales se comprenden, hasta tal punto que se soslaya el hecho de que la huida de estos refugiados – en su mayoría de Siria y, en menor medida, de países recientemente destrozados por Estados Unidos como Afganistán – salen en busca de vida; vida que les ha sido arrebatada por el mismo Estado Islámico, “enemigo” del occidente, pero producto de sus aventuras bélicas, ahora hechas espectáculo. Esto ha sido muy acertadamente problematizado por Rodrigo Karmy Bolton, a saber: “Por eso, la clave para comprender a ISIS no creo que se halle en el islam “como tal” o “en sí mismo” (como si pudiera haber un “como tal”), sino ante todo, en el nuevo escenario de una modernidad catastrófica, que ha implicado la devastación de un habitar y la puesta en circulación de la guerra civil global que hoy se torna la situación “normal” en la que vivimos.”[4]
En realidad, como bien plantea Dabashi, las víctimas son todas inocentes.Nadie que toma el transporte para ir a comprar comida o a trabajar merece ser masacrado. No obstante,la falacia es el hecho de que se desconecte cómo la intervención imperial posibilita la instauración de fuerzas de extrema violencia que de otra manera no podrían haberse constituido como tales, y que además posteriormente pretenda entenderse todo esto desde una lógica racista, como si se tratase de algo “normal” en ciertas sociedades y algo “chocante” en otras.
Lamentablemente, pareciera que la vida sigue siendo barata para unos, mientras que la de otros vale oro (oro, por supuesto minado en América por indígenas trabajando bajo el yugo colonial). Y si no empezamos a comprender y confrontar lo señalado por Césaire, Dabashi, y muchos otros (en su mayoría personas que viven esta disparidad en carne propia), de tal manera que no reproduzcamos esta misma lógica dentro de nuestra oposición, esta guerra seguirá su despliegue sin mayor impedimento.
[1] http://berkleycenter.georgetown.edu/events/reflections-on-the-origins-of-human-rights
[2] Césaire, Aimé. Discurso sobre el colonialismo. p. 15. Subrayado del original.
[3] http://www.aljazeera.com/indepth/opinion/2016/03/slaughter-innocent-brussels-160322165819657.html. Traducción mía
[4] http://www.carcaj.cl/2015/12/isis-como-vanguardia-del-capitalismo-contemporáneo-entrevista-a-rodrigo-karmy-parte-ii/. Subrayado del original.