A un año del aluvión en Atacama: Meter los pies en el barro
La noche del 23 de marzo de 2015 comenzó a llover en la Región de Atacama. Como en toda zona árida, el crecimiento de los ríos fue recibido con cierto ánimo de celebración. El día 25, sin embargo, la maravilla fue rápidamente reemplazada por la incredulidad, y los nortinos se enfrentaron de golpe con la indolencia de la naturaleza. De una vida precaria, miles de familias pasaron a la miseria, y lo que el barro no destruyó, fue contaminado por las aguas servidas y los relaves mineros.
[caption id="attachment_75405" align="alignnone" width="790"] Colectivo Charco (Cristian Inostroza, Francisco Gonzalez, Paula Urizar y Lucy Quezada)[/caption]
Ciudades como Chañaral, Tierra Amarilla o El Salado desapareciendo bajo el lodo, y el país entero se conmovió con la transmisión televisada del sufrimiento de sus compatriotas. Pero pasaron los meses y las demandas de los nortinos fueron desapareciendo, como tantas otras, bajo el brillo de la novedad mediática. Durante estos días de conmemoración, la normalización del desastre será quebrantada fugazmente por la empatía instantánea suscitada por los noticieros. Luego nos iremos a dormir, seremos absorbidos nuevamente por nuestras rutinas y, quizás, dentro de un año, volvamos a preguntarnos qué habrá pasado con la vida de esas personas.
El 23 de marzo pasado, los artistas Cristian Inostroza, Paula Urizar, Francisco González, y la teórica del arte, Lucy Quezada, desplegaron su propia respuesta a esta inercia. Se despertaron como todos los días, y antes de hacer sus actividades cotidianas, se metieron al barro. Caminaron por la ciudad, trabajaron, hicieron trámites en el banco, fueron a comprar al almacén del barrio, tomaron las micros y estaciones de Metro que siempre toman, pedalearon los circuitos que siempre pedalean, y a las 13:30 se reunieron para almorzar completos en el Portal Fernández Concha de la Plaza de Armas.
[caption id="attachment_75404" align="alignnone" width="790"] Colectivo Charco (Cristian Inostroza, Francisco Gonzalez, Paula Urizar y Lucy Quezada)[/caption]
Una “N”, y un mapa en las espaldas embarradas, evidenciaban la referencia al desastre del norte.
“A un año de Atacama”, la primera acción del colectivo “Charco”, se sumó así a la trayectoria que cada uno de sus integrantes tiene trabajando en un arte critico con el contexto social y con el elitismo que atraviesa su propio campo. La recepción de los transeúntes, sin embargo, tendió a mantener las distancias.
Para la mayoría, el gesto no pasó de ser una excentricidad, una escena que invita a mirar de reojo y a comentar la anécdota al llegar a la oficina, a la casa o al puesto del kiosko. Porque la mayoría de nosotros no hemos perdido todo lo que conocíamos por culpa de una lluvia inesperada. Porque no nos ha tocado que la burocracia y su ralentización absurda, nos deje sin agua potable durante semanas y sin casa durante meses. Porque la mayoría de nosotros no está esperando que aparezca el cuerpo de su hijo bajo los escombros, ni ha tenido que pasar un año mirando cómo se seca el barro sobre el almacén en el que antes solía comprar el pan.
[caption id="attachment_75407" align="alignnone" width="790"] Colectivo Charco (Cristian Inostroza, Francisco Gonzalez, Paula Urizar y Lucy Quezada)[/caption]
Traer ese recordatorio a nuestra cotidianidad, es una de las principales apuestas de la acción de “Charco”. Y traerlo, más allá del llanto obligado por el maratón comunicacional o los informes gubernamentales que justifican lo hecho y lo por hacer aun. Porque Urizar, Quezada, Inostroza y González están conscientes que no basta con conocer los datos del horror, no basta siquiera con ver el desborde espectacular de los ríos Copiapó y el Salado, una y otra vez en televisión. La sobreabundancia de imágenes no es garantía para la memoria, ni mucho menos para la acción. La liviandad del juego infantil de embarrarse, se transforma aquí en una interrupción forzada de la cotidianidad y en un recordatorio radical: el barro no se ha ido y sigue arrastrando vidas consigo.
[caption id="attachment_75412" align="alignnone" width="790"] Colectivo Charco (Cristian Inostroza, Francisco Gonzalez, Paula Urizar y Lucy Quezada)[/caption]
El barro es también la negligencia de autoridades que siguen tramitando con excesiva lentitud los permisos de edificación para viviendas provisorias y definitivas, en una zona que tras doce meses, sólo ha logrado reconstruirse en un 21 por ciento. El barro es mantener por casi un mes paralizado a todo el sector público de Atacama, por la reactivación de un bono que ya se había ganado, y que no hace más que apalear el alto costo de servicios básicos que sólo los sueldos mineros pueden pagar. El barro es la lógica mercantil que sigue permitiendo la construcción de poblados con nula planificación urbana, sobre terrenos riesgosos y rodeados de industrias contaminantes, que anteponen sus ganancias a la calidad de la vida humana. El barro es creer que porque vivimos en Santiago, el agua no nos sepultó también a nosotros ese 25 de marzo.
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La frase popular de “meter los pies en el barro”, por otro lado, alude justamente a lo contrario: abandonar la propia comodidad e implicarse. En este sentido, la apuesta del grupo opera como un llamado de atención urgente, no sólo a la situación de los más de 15 mil damnificados, 31 muertos y 16 desparecidos que dejó el aluvión, sino que a todo nuestro contexto país: si un porcentaje de la población ha naturalizado un sistema socioeconómico, cultural y político, donde el ser humano parece ser la última prioridad, es un deber aun mayor para el resto naturalizar la resistencia.