#DeLaCalleAlMunicipio|Juan Polizzi: “En Concepción los Ortiz y los Van Rysselberghe tiran una moneda para definir quién es alcalde”
En una entrevista en 2013, el dirigente sindical, vecinal y escritor Juan Polizzi había dicho: “Yo jamás voy a ser autoridad de nada, sería inmoral de mi parte, porque siempre he estado en contra de las autoridades, no me puedo convertir en una”.
Aún así, en su territorio se le seguía conociendo como “alcalde de Barrio Norte”, y sus vecinos le insistían al verlo: “Ya pos Juan, asume de una vez por todas". Esto, sumado al desencanto por la política que significaron los destapes de casos de corrupción y financiamiento irregular de campañas, hicieron que Polizzi decidiera cambiar su parecer y ser candidato a la alcaldía de Concepción.
El dirigente vivió su infancia en el sector de Chillancito, donde su padre acogía a niños huachos que no tenían dónde vivir. A los niños de la casona se les conocía como los “polichentos”, ya que no se sabía si eran Polizzi o no. Entre los niños empezó a cultivar un liderazgo.
Ya más grande, como obrero de Huachipato, Polizzi comenzó a entrar en la lucha contra la dictadura, en grupos que fueron llamados Frente de Trabajadores Libres y Movimiento de Alternativa Sindical. En esos tiempos se hizo amigo de Clotario Blest, iba a su casa, imprimían panfletos en un viejo mimeógrafo -electrónico y a manilla- y consultaba el extenso archivo que el fundador de la ANEF y la CUT tenía en una pieza. “El Clota nos impregnaba todo esto de ser limpios, de jugar con decencia y mística en todas las misiones que uno se va imponiendo”, asegura Polizzi.
En ese tiempo tuvo que aunar fuerzas al formar la organización de trabajadores Tasys (Taller de Análisis Sindical y Social), donde confluía gente que venía desde las textiles hasta funcionarios de la locomoción colectiva. Organizaban protestas y marchas. A Polizzi más de una vez se lo llevaron detenido, e incluso en una se lo llevaron tres meses al pueblo nortino Punitaqui. Actualmente el dirigente ocupa un audífono para escuchar mejor, probablemente por las secuelas que le dejó la aplicación de “el teléfono” (método de tortura en que se presionan los tímpanos de ambos oídos al mismo tiempo).
Ya en democracia se metió a la dirigencia de Barrio Norte. Fue diez veces electo presidente de su junta de vecinos y asegura que planteó un modelo donde estas funcionaran como “sindicatos territoriales”. Ya lleva 26 años como dirigente del sector, y ahora va por la alcaldía.
“La idea nuestra es hacer un gobierno participativo. De hecho estamos haciendo nuestra propuesta de los diagnósticos que hemos hecho con los mismos vecinos en grupos. Cada sector al final redunda en lo mismo: defensa del medio ambiente, seguridad ciudadana, apoyo a las Pymes y respeto por la independencia y la autonomía de las organizaciones sociales, lo que es un tema, porque acá hay dos familias que tiran una moneda para ver quién es alcalde: los Ortiz y los Van Rysselberghe. Ambos tienen su forma de operar acá", dice.
¿Cómo es esa forma?
-Los Van Rysselberghe son millonarios y han hecho su carrera en torno al dinero. Enrique Van Rysselberhe (abuelo de Jacqueline y Enrique) antes del golpe era un alcalde de derecha más, incluso se le conocía como “el realizador”. Pero después fue designado por la dictadura. Ellos gobiernan a su manera, privilegiando a a las empresas en desmedro de la gente de los barrios.
¿Y qué me dice de la gestión actual de Álvaro Ortiz en el municipio? En un principio lo apoyaron.
-Nosotros apostamos a Ortiz para sacar a los Van Rysselberghe. Pero al parecer a ellos se les quedó la receta en la alcaldía, porque Ortiz quedó más o menos en la misma, faltando a su palabra muchas veces. Yo creo que representa un poco el mundo social, pero más bien el mundo que utiliza lo social.
¿Cómo se distinguiría en ese sentido usted?
-Es que yo en mi población tengo que ir al consultorio, hago colas, pido hora, me dan Losartan para la presión, Hidroclorotiaizida para eliminar líquido y aspirina para el corazón, porque estoy en la tercera edad. Una cosa es que a mí me cuenten el cuento y otra es vivirlo. Los nietos míos están en escuela pública municipalizada. Vivo la realidad en carne propia. No me cuentan cuentos.
¿Cuál es la fórmula para ganarle a la maquinaria de los grandes bloques políticos?
-Aquí hay una cosa que es clara: la ciudadanía está diciendo que no más políticos corruptos, no más ésto, no más el otro, esta es la oportunidad. Si se está presentando gente como nosotros que somos dirigentes o que hemos sido dirigentes, que estamos empapados en los problemas sociales y vivimos la contingencia, yo creo que la gente tendrá que atinar, no solo la más necesitada, sino también los de arriba que también están chatos de que hagan carreras políticas con esta cuestión.
El cariño del Barrio Norte lo tiene, pero ¿cómo planea encantar a los otros barrios?
-Yo al barrio norte lo quiero mucho, pero ahora le toca el turno a toda la ciudadanía de Concepción. No me voy a encasillar en un barrio, porque todos tienen problemas. Al lado de la línea férrea en Prat hay un mundo diferente y está a seis o siete cuadras del centro de Concepción, hay calles sin pavimentos y al otro extremo de la ciudad en la parte rural de Concepción todavía hay pozos negros, entonces, de qué estamos hablando. Estamos en el Siglo XXI y están colapsados los consultorios, hay mucho que hacer en la ciudad. Esta fue una ciudad cultural, de empuje, tiene que volver a ser lo que fue.
Otra cosa difícil de aunar es a los grupos políticos. Desde su experiencia, ¿cómo se alinea a la gente que va por fuera de los dos grandes conglomerados en una sola candidatura?
-Mire, estaba leyendo un libro que se llama “De Bolívar al Che” y Bolívar dice que los tiranos se unen y los libertarios se dividen. Es horrible esa cuestión, pero es una realidad. La mayoría está en grupos chicos que están en contra del duopolio y todo el gran discurso, pero resulta que cada uno tiene su camino propio y no transa. Se ven como dueños de la razón y no es así la cosa, porque en la población viven todos: viejos de derecha, de izquierda, y a todos les falta el pavimento, la seguridad ciudadana o quieren recuperar las lagunas. Lo que falta es poner las patitas en el suelo y aunar criterios, si la unidad es la única fuerza que nos queda.
¿Ve esa voluntad de parte de los grupos pequeños que lo han apoyado y que se han acercado a usted, como Revolución Democrática, Izquierda Autónoma, Izquierda Libertaria o el Pro?
-Pienso que sí. A lo mejor todavía les cuesta asumir el hecho que el camino ancho no es exclusivo, pero ven que entre todos es la única forma de ganarle a los grandes, a los de arriba, a los que lo tienen todo. Si no es uniéndose no se logra nada. Si hay 10 sindicatos en una empresa, difícilmente se puede vencer al patrón o ganar un pliego de peticiones.
Usted les ha planteado que no irá por ningún partido, ¿cómo se toman esta decisión?
-Ellos están conscientes de eso. Yo ya tengo casi 70 años y no he militado nunca en ningún partido, es difícil que ahora me vayan a enjaular. Pero siempre he sido muy unitario. Al final todos son idealistas y van de frente, pero hay que entender que hay que sacrificar cosas.
¿Qué experiencia le ha dejado la candidatura hasta ahora?
-Me he encontrado con distintas cosas, me han llamado mis numerosos hermanos, y los jóvenes, -que eran niños cuando yo repartía pastillas en la Junta de Vecinos y pintábamos murales-, me dicen: “Pucha, don Juan, usted me enseñó a pintar allá el mural, ¿se acuerda?”. Ya gané con eso, más allá de que vaya a ganar o no el título de alcalde.