La convulsionada participación de Quilapayún en el Festival de Viña del 73
[caption id="attachment_35886" align="alignleft" width="300"] Imagen: Gentileza www.quilapayun.com[/caption]
Accidentada y violenta, por no decir, caótica. Así fue la presentación de Quilapayún en el Festival de Viña del Mar en febrero de 1973, pocos meses antes de que el gobierno de la Unidad Popular, encabezado por Salvador Allende, sufriera uno de los golpes de estado más cruentos de los que se tenga recuerdo.
La polarización que vivía el país se había vuelto aún más notoria en aquellos meses. Tal y como ha sido la histórica tradición del Festival, su realización marcaba el fin del verano ocupando los últimos días de febrero para la destacada competencia folclórica que por ese entonces sí acaparaba la atención del público.
Para el 73, el festival se hizo justo un mes antes de que Chile celebrara elecciones parlamentarias, en las cuales las recalcitrante oposición de entones mantenía puestas sus esperanzas para poder capitalizar la crisis económica y política, y así conseguir los escaños suficientes para acusar constitucionalmente al presidente Allende. Los resultados serían inesperados para la oposición, ya que los candidatos de la UP habían logrado el 43,3% de los votos, notoriamente superior al 36,3% que había obtenido Allende en las elecciones presidenciales.
A penas cinco meses antes del festival, la oposición había cimentado gran parte de la situación de inestablidad política al convocar en octubre de 1972 a una paralización nacional, conocido como “el paro de octubre”. Liderado principalmente por el gremio de los camioneros, la operación contó con el respaldo de la CIA (el informe Covert action in Chile, que desclasifica las operaciones de la inteligencia norteamericanas en Chile habla de US$1.5 millones) y mantuvo paralizado al país de norte a sur.
La poderosa Confederación Nacional del Transporte era presidida en ese entonces por uno de los dirigentes de Patria y Libertad, León Vilarín, y reunía a 165 sindicatos de camioneros, alcanzando cerca de 40 mil miembros y más de 55 mil vehículos de transporte. Al momento de iniciarse el paro el 9 de octubre de 1972, el gremio daba muestras de disciplina militar al paralizar a más de 12 mil camiones, y de ahí en adelante continuaría con una secuencia de acciones digitadas desde el exterior que pondrían aún más carbón al agitado ambiente político.
El 10 de octubre, la DC y el Partido Nacional convocan una manifestación asegurando que había llegado “la hora de la acción”. A los dos días, la SOFOFA y la Confederación del Comercio Detallista y Pequeña Industria ordenan la paralización de sus industrias y luego la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC) llama a cerrar el comercio.
En los siguientes 20 días, todos los gremios opositores al gobierno de la Unidad Popular se había sumado, pero el desgaste los hizo retroceder. En tanto, la presión había obligado al Gabinete de Allende a renunciar, quien decidió durante los primeros días de noviembre nombrar a altos mandos del Ejército en puestos claves del gobierno, como al Comandante en Jefe Carlos Prats, que asumió como ministro del Interior y de Defensa. La presencia del general constitucionalista permitió poner fin al asfixiante paro, pero no pudo terminar con la violencia que ya se había instalado en el país.
Campaña del terror
Ya en 1973, el polarizado ambiente político no daba tregua. En medio de fervientes campañas políticas para hacerse del Congreso, la oposición atacaba cualquier expresión de apoyo oficialista a la Unidad Popular. Y justamente Quilapayún era quizás una de las figuras más insignes de la Nueva Canción Chilena, y que junto a Víctor Jara habían musicalizado los himnos más atesorados por los partidarios del gobierno allendista.
La programación de la XIV edición del Festival de Viña del Mar ya venía marcada por una polémica marcada por la tensión política. Pablo Neruda había escrito sus versos “A la Bandera de Chile” y Vicente Bianchi los musicalizó. Los amigos habían quedado tan satisfechos con la pieza musical que decidieron presentarla a la competencia folclórica. Dicha canción ya había puesto de manifiesto la confrontación entre el mismo público y la revista Ercilla informaba que el incidente había conformado la primera chispa del incendio pasional que estalló en la Quinta Vergara.
Sin embargo, el foco de preocupación estaba puesto en la noche en la que debía actuar “el Quila”.
La oposición había repartido panfletos que llamaban a “cortarle la cabeza a los upelientos”, organizando una contramanifestación para el momento mismo de la presentación.
La contraparte popular hizo lo suyo, y en los cerros de Viña del Mar se organizaron grupos para ir a demostrar su apoyo a Quilapayún. Incluso se cuenta que el grupo donó el dinero que ganaría para unos 300 trabajadores y estudiantes pudieran asistir al evento.
De la canción contingente a la batalla campal
El crispado momento en que le tocó presentarse a Quilapayún en la Quinta Vergara no lo olvidarán quienes pudieron presenciarlo. El programa documental “TV o no TV” de Canal 13 recordó junto a sus protagonistas el escandaloso momento.
Tras la presentación de César Antonio Santis, un mar de pifias recibía a Quilapayún, y se mezclaban con los vítores y aplausos de los partidarios de la Unidad Popular que ocupaban las localidades más lejanas, incluyendo a los cerros colindantes.
Al subir al escenario, Quilapayún comenzó a interpretar sus características canciones contingentes, entre ellas “Nuestros Cobre” y “La Batea”.
Eduardo Ravani, uno de los testigos de aquel momento, lo recordó así: “La presentación de César Antonio Santis fue espectacular, y de inmediato empezaron a hacer consignas y canciones políticas como El Cobre y La Batea, y se fue todo abajo”, indicó.
Horacio Saavedra, recordado director musical del festival viñamarino durante muchos años, también narró el momento: “Se transformó en una batalla campal y nosotros (los músicos) en el foso, recibíamos todo lo que tiraban, desde monedas, bolsas con excremento, y todo lo que la gente pillaba, lo tiraban, y nos caía a nosotros sin tener arte ni parte. (…) Fue un escándalo terrible”, explicó.
Eduardo Carrasco, uno de los fundadores de la histórica agrupación, reflexionó años más tarde: “Para esa gente que había ido en contra nuestra, era una especie de irrupción en un mundo donde nosotros no teníamos por qué estar. Y las autoridades del canal, probablemente por temor, apagó la transmisión”, señaló.
El episodio generó nuevos focos de críticas hacia la Unidad Popular, ya que según la prensa opositora, el gobierno había hundido al festival. La brutalidad del momento había obligado a que los organizadores decretaran un inédito receso que perjudicó la actuación de los intérpretes extranjeros, y además llevó a que la premiación de la competencia folclórica no se hiciera al día siguiente como estaba planificado, sino que se informó mediante un boletín entregado en el Hotel O’Higgins.
Finalmente, el particular episodio obligó también a cancelar la presentación de los Huasos Quincheros, programados para actuar al día siguiente, para evitar así nuevos enfrentamientos entre el público.