Podemos y los efectos de la Revolución Rusa
Irrumpieron con fuerza en las elecciones europeas y desde entonces no han hecho más que subir y subir en la intención de voto. Hasta el punto que hay encuestas que los sitúan primeros en alguna demarcación electoral regional y segundos o terceros en el total del territorio español. Y siguen subiendo.
Lo han hecho con descaro, con soberbia incluso. Se presentan como una enmienda a la totalidad de lo existente, y se postulan como el antídoto contra lo que llaman la Casta. Como tal definen al mundo político en general, excepto alguna cosa que diría aquél. Sus dirigentes, léase fundamentalmente el triunvirato Iglesias, Monedero y Errejón, llevan semanas compareciendo ante los medios, pontificando sobre lo divino y lo humano.
Y claro, han metido la pata hasta el corvejón, que diría el castizo. No en esto o aquello, sino en muchas cosas. Fundamentalmente en censurar casi todo a casi todos, y en cuanto a ellos mismos en hablar y hablar sin decir mucho. En otras ocasiones han apuntado ideas que han levantado ampollas, sospechas o dudas. Y, por supuesto, en mucha gente también esperanzas, ilusiones y ganas de apoyarlos.
Parecen sorprendidos por las críticas, pero ¿qué esperaban? Los están sometiendo a un bombardeo con napalm. Desde los partidos mayoritarios les están escrutando hasta el color de la ropa interior, y desde los medios de comunicación les están aplicando un tercer grado implacable. No digamos ya la prensa basura, esa está haciendo su papel de difamarlos y de acusarlos prácticamente de todos los delitos del Código Penal. Nadie, ningún dirigente político se expone a los focos como estos muchachos están haciendo. Pero ellos lo han querido. Torpemente, ingenuamente. Un ejemplo de cómo la extrema soberbia puede convertirte en un pardillo de campeonato.
Las redes sociales braman a favor y en contra de Podemos. Detractores y partidarios se acusan mutuamente de todo. Y todos tienen parte de razón. Los primeros se han rasgado las vestiduras con el contrato de Errejón en la Universidad de Málaga. Los segundos se quejan de que hay desatada una campaña brutal contra ellos.
Lo de Errejón parece de traca. En un país en el que los millones van que vuelan, en el que las dietas y los viajes, las comisiones, el fraude a Hacienda y los sobresueldos, son cosa corriente y moliente, se crucifica a un joven sobradamente preparado por haber mantenido durante seis meses un trabajo precario incompatible con su actividad política. Es escandaloso. Pero, por otra parte, ¿qué podían esperar de aquellos a los que han denigrado llamándoles Casta del obsoleto y corrupto Régimen del 78? Pues eso, que en cuanto han encontrado munición han disparado sin piedad contra ellos. Ahora ya saben cómo van a ir las cosas: que no pierdan ni el bonobús, que van a tener que aguantar el ser escrutados con lupa, con microscopio por el Poder realmente existente.
Podemos ha sido un terremoto político que ha tenido, y puede seguir teniendo, efectos benéficos para una actualización del sistema político español. Han puesto el existente, el que efectivamente procede del 78, patas arriba. Y eso es muy bueno porque la podredumbre del mismo nos llega más arriba de la barbilla. Urge esa actualización del sistema, y urge que se instale un antivirus [de la corrupción y de otros vicios públicos] que sea muy, muy potente. La gente de Podemos puede facilitar que ese proceso se produzca.
Sería conveniente antes, eso sí, que definieran mejor sus objetivos y que su análisis de la situación tuviera más finura. No pueden, no deberían censurar y descalificar todo y a todos. Ni es inteligente ni es justo. No debieran prometer cosas que dudan que puedan cumplir, al menos mientras no puedan explicar el cómo lo harán con pelos y señales. Debieran tener mucho cuidado con algunos objetivos particularmente sensibles: los medios de comunicación privados, la OTAN, el patriotismo [concepto que habría que definir, que chirría entre la izquierda] y la idea de España, la enseñanza concertada, la renta básica… etc.
Que Iglesias le dijera a Ana Pastor cuatro veces que antes de saber qué van a hacer se sentarán a hablar con los actores implicados [los autónomos, los bancos de las hipotecas, la enseñanza, la sanidad] denotó impericia e ingenuidad. Es verdad que no se le puede pedir un programa detallado a un partido que acaba de nacer y, menos, a medio año de las elecciones. No lo es menos que, como se presentan como unos empollones sabihondos, dan a entender que lo tienen todo claro y definido.
Hay que darles tiempo a los de Podemos, y ellos han de auto concedérselo. Mientras, un poco menos de arrogancia y un mucho más de modestia les vendrían de perlas. Tienen mucho que aportar. Han despertado la esperanza política de muchísima gente, de millones de personas [electores hastiados muchos de ellos, abstencionistas confesos otros] y han acumulado un impresionante capital político. Ojalá no lo pierdan estúpidamente por errores como los de las últimas semanas.
Muchos de los que no sintonizan con ellos, ni con sus excesos o sus indefiniciones, simpatizan con su frescura y su descaro. Y con sus ganas de actualizar verdaderamente el sistema. Cuando los lobos de la caverna mediática aúllan en las tertulias, cuando los políticos profesionales del poder braman en sus mítines, mucha gente de a pie reacciona de forma parecida a como casi cien años atrás lo hicieron dos dirigentes catalanes de la CNT [Congreso de 1919], Manuel Buenacasa y Eusebio Carbó, a propósito de la Revolución Rusa. Ambos centraban entonces su crítica en los socialistas, mientras que ahora debe abrirse mucho más el abanico. Decía el primero: “Puesto que los socialistas no lo han hecho, nosotros que no somos socialistas, debemos estar unánimemente de acuerdo para apoyar la Revolución Rusa, pero no con palabras, sino con hechos”. Carbó, por su parte, insistía en la idea: “Otra nota simpática que recojo del movimiento ruso en su relación con nuestro país. ¿Sabéis cuál es? […] Es algo que surge espontáneo de mis entrañas, que me ha sublevado muchas veces; una de las cosas que me han dicho a mí que el movimiento ruso valía mucho, aún sin tener documentos donde apreciarlo exactamente, ha sido la circunstancia de haber visto a los socialistas españoles cubrirlo, por espacio de tres años, de ignominia, de vergüenza y de descrédito”.
Algo así le está pasando a mucha gente. Solo por los ataques, insultos y descalificaciones, Podemos sigue y sigue sumando simpatías y, quizá, votos y votos en las próximas elecciones.