Filsa 2014: Editoriales independientes acusan conversión en el 'mall del libro'
La 34° versión de la Feria Internacional del Libro concluyó este domingo, y lo hizo con un balance positivo oficial centrado en la masiva asistencia durante los 17 días que duró, logrando convocar a más de 260 mil asistentes, cifra similar a la de la edición anterior.
Y aunque para este año se prefirió repetir la fórmula de traer autores y no invitar a países, la novedad corrió por cuenta de las editoriales independientes, que este año pudieron estar dentro de la Estación, y no quedar en las afueras del recinto como sucedió en años anteriores.
Sin embargo, el balance para el mundo independiente no fue tan alegre como el realizado por la Cámara Chilena del Libro, organizadores de la Feria.
Para Marcelo Montecinos, presidente de la Cooperativa de Editores de La Furia, la evaluación de Filsa 2013 fue “de regular tirando para bien”, principalmente por la invitación “sobre la marcha” de la Cámara Chilena del Libro a participar al mundo de las editoriales independientes. “Antiguamente no existíamos, no estábamos agrupados como editores independientes, y este año se negoció pero por ahí por junio, que para armar una Feria no es mucho tiempo. La garantía era tener el pabellón con stands bien modulados donde podíamos participar, con un arriendo a precio de socios de la Cámara, lo que bajó los costos”, indicó.
Montecinos destacó además la injerencia que tuvieron en parte de la programación cultural, específicamente en la sección “Diálogos con autores latinoamericanos”, donde los editores independientes pudieron proponer nombres que se trajeron gracias al Consejo del Libro.
Sin embargo, el editor criticó la baja afluencia de público durante varios días, señalando que “no se puede explicar que la gente pague una entrada para que venga a comprar. Yo no sé qué ley del mercado es esa, y si la hay, no es nada buena” y destacó que “el día que fue gratuito para las mujeres demuestra que si es gratis se llena”. Además, repasó a la organización por no cubrir la totalidad de las invitaciones que entregaron las editoriales para el lanzamiento de sus libros. “La Cámara sólo aseguraba 100 sillas gratis, y el resto tenía que pagar”, y agregó que para él existía desorden respecto de si los asistentes concurrían finalmente a dichas actividades. “Las (editoriales) trasnacionales ponen sus entradas libres en la red para que la gente las baje y venga, y la gente las usa para entrar a la feria. Pero las editoriales independientes traen su público totalmente objetivado y dirigido. Cuando ellos traen 60 personas todos vienen al lanzamiento porque a eso vienen. Esa ley perjudicó porque al final eran 30 gratis y el resto compraba las entradas. No es una buena medida tampoco”, indicó.
Montecinos también calificó el concepto de Filsa como un “mall”, y aseguró que “no es bueno ni malo, existen y es a lo que la gente está acostumbrada”, pero aclaró que las editoriales independientes “naturalmente siempre se han diferenciado de eso, porque el trabajo que se hace independiente de publicar nuevos autores, descubrir nuevos textos y publicar discursos nuevos”.
“Filsa no es nuestro negocio, no estamos interesados en capturar este espacio. Pero sí nos interesa que haya dignidad dentro de este espacio de venta y promoción que es Filsa. En la construcción del pabellón independiente, por las conversaciones que estamos teniendo con la Cámara, apuntan a un fortalecimiento de esta instancia, para que el autor tenga mayor control del pabellón independiente”, indicó Montecinos.
Abogó además por un entendimiento entre las grandes editoriales y las independientes, “porque estas editoriales nunca van a ser competencia para las transnacionales, van por otros circuitos y ni siquiera a nivel de distribución te topas con ellos. En algún sentido, es ficticio el choque. Lo que nos molesta es que por acá está pasando la literatura chilena actual, ellos no la tienen. Y les podrá molestar, pero la dejaron tirado hace rato”
Dauno Tótoro, director de Ceibo Ediciones, destacó los resultados obtenidos por su editorial en Filsa. “Para nosotros fue sin duda un resultado mucho mejor que el del año pasado, en términos individuales, porque estuvimos en un stand donde pudimos apostar más y por lo tanto aumentar las ventas”.
Sin embargo, el también escritor criticó el carácter de “mall” con el que están establecidos los stand en la Feria. “Esta Feria está estructurada y maqueteada como lo puede estar un mall, o una feria de productos cualquiera, tornillos, salchichas, discos de vinilo, etc. No ha sido una feria que tenga una orientación como debe ser, hacia el libro, el autor, la diversidad de textos, de géneros, y de producción literaria internacional y nacional. Los grandes hitos, que reciben mayor cobertura mediática y mayor cantidad de público, con más bombos y platillos, tiene que ver con el bling bling, que venga Violetta o no. Uno escucha por los parlantes llamados a concursos donde la primera persona que aparezca en un lugar con calcetines rojos se gana un premio. Yo no sé qué tiene que ver eso con la Feria”, indicó.
Tótoro afirmó además que “esa crítica va a persistir mientras no se oriente a lo que debiera ser, que es ser un encuentro anual entre el escritor, su obra y los lectores”, y agregó que “mientras la Feria mantenga a las editoriales independientes en una situación de extra muros, es decir, más allá del núcleo central. Va a seguir habiendo una serie de elementos que atentan contra las promoción de la diversidad del libro, que es el eje que tenemos nosotros”.
Participación en duda
Para Marisol Vera, directora de Editorial Cuarto Propio y presidenta de la Asociación de Editores Independientes, afirmó que Filsa “no funciona en términos de la fiesta cultural que tiene que ser”, y agrega que “el hecho de que no haya país invitado” perjudica el nivel de la programación realizada para cada edición.
“Un país invitado implica compromisos internacionales. Cuando a Chile lo invitan de Guadalajara o de Ecuador, se mueven recursos públicos, el Consejo del Libro y varios más, para motivar la participación de autores chilenos. Si eso no pasa acá, eso refleja desinterés de otros países en venir, y eso se nota hace bastantes años”, afirmó Vera.
Sin embargo, Vera discrepó de las críticas hacia el nivel de los invitados internacionales este año. “Si bien es cierto que no había candidatos al Nobel, o de los que están en la taquilla, había una densidad muy interesante latinoamericana en los invitados. Vinieron autores importantes de Uruguay, Argentina, El Salvador, etcétera”, y destaca los expositores que llegaron a los ‘Diálogos latinoamericanos’, trabajo realizado en conjunto por las editoriales independientes y la Cámara del Libro. “Eso fue una novedad muy positiva respecto de los años anteriores, donde se privilegió la visita de ‘vacas sagradas’ que tenían muy poco que aportar en nuestra necesidad de diálogo cultural”, indicó Marisol Vera.
La editora criticó que el punto negro en este sentido estuvo puesto en la difusión de dichas actividades y eventos. “Hubo muchos autores que son de vanguardia exponiendo y donde hubo diez personas, si es que”, indicó y aseguró que la conclusión no debe ser que al público general no le interesan los autores. “Si eso es así, entonces por qué Puerto de Ideas, que también trae autores que son híper-desconocidos para el público general, recibe masas de gente a copar y saturar las actividades durante tres días. Ahí hay difusión y un trabajo inteligente de comunicación con la comunidad. En la Filsa la realidad habla por sí sola”, indicó Vera.
A las críticas por el alto precio de las entradas, la representante de la Asociación de Editores Independientes sumó el alto costo de los stands “que margina de hecho a la edición nacional, salvo algunas excepciones”.
Vera afirmó que el costo de los stand alcanzaba un millón 300 mil pesos, precio “preferencial” que significó una diferencia con los 2 millones y medio del año anterior, pero que igualmente empujó la necesidad de que hasta nueve editoriales compartieran un mismo puesto. “Qué puedes mostrar en un espacio con esas características”, se cuestionó.
“La distribución de mercado que tiene Filsa hace que haya un barrio alto y un barrio marginal. El marginal tiene carpa, pasa frío o calor y tiene poco espacio para mostrar sus libros. El otro, son las librerías con tres o cuatro editoriales que tienen toda la Feria. Eso hace que el público, que es diverso, haga colas para comprar libros de una autora top de una saga juvenil. Es el que va a comprar el best seller, y está bien, pero eso, en el resto de las ferias dignas, no es lo único que se ve”, indicó.
Por ello, Vera admitió que “mucha gente piensa que bajo estas condiciones no participa nunca más de la Feria”. “Este año por lo menos se hizo valer que el aporte público debía conllevar la inclusión de las editoriales independientes. Nosotros estamos convencidos de que la Feria debe ser modificada, y salir del control de un puro gremio, para estar bajo un alero más neutro desde el punto de vista de intereses particulares, y con un paraguas más amplio para tener una feria internacional con un eje en la cultura y la difusión de diálogos”, concluyó Vera.