Evangélicos en Chile: sus históricos vínculos con la derecha y el arraigo en los sectores populares

Evangélicos en Chile: sus históricos vínculos con la derecha y el arraigo en los sectores populares

Por: El Desconcierto | 02.10.2014

Cada cierto tiempo vuelven al ojo del huracán. El escenario político de hoy, con una pujante fuerza social en busca de reivindicaciones a favor de temas como la diversidad sexual, la despenalización del aborto y otras demandas, ha provocado el regreso espontáneo de los evangélicos al debate público.

La incidencia del sector en la política es menor, pero su rápida expansión en Chile llama la atención de los especialistas y del propio mundo político. De hecho, según los resultados del último Censo, la población católica en el país cayó al 67 por ciento respecto del estudio del 2012, mientras que la comunidad evangélica evidencia un crecimiento sostenido que alcanzó el 16,62%.

El desarrollo de sus iglesias en Chile data de mediados del siglo XIX, experimentando una rápida expansión a partir de 1930, cuando menos del dos por ciento de la población se reconocía evangélica. Sin embargo, no fue hasta la dictadura militar cuando los evangélicos experimentaron un reconocimiento social y político rotundo, motivado por las distancias entre los militares y la iglesia católica a raíz de la acusaciones de ésta sobre las violaciones a los derechos humanos.

“La asociación evangélicos-derecha tiene su origen explícito en la dictadura militar y, debido a ello, persiste en la actualidad, pero es imprescindible aclarar la existencia de otro polo de reflexión y acción eclesial-política antidictatorial, liberadora y políticamente comprometida con la justicia”, argumentó Matías Maldonado, miembro del Observatorio Iglesia y Sociedad.

Pinochet y “El Portalazo”

pinochetDurante 1974, el régimen de Augusto Pinochet inauguró la Catedral Evangélica y, apenas un año más tarde, se realizó en Chile el primer Te Deum evangélico. Lo que muchos desconocen es que el mundo evangélico pentecostal –en su mayoría- manifestó su apoyo a la irrupción de los militares, en una declaración realizada en el Edificio Diego Portales.

El acto, conocido como “El Portalazo”, ocurrió el 13 de diciembre de 1974 y contó con la asistencia de representantes de las diversas iglesias evangélicas del país. En el evento se leyó una declaración de apoyo al “gobierno militar”, firmada por 32 obispos y pastores y fue considerado como un requisito para que Pinochet aceptara ir a la inauguración de la Catedral.

“El pronunciamiento de las Fuerzas Armadas (…) fue la respuesta de Dios a la oración de todos los creyentes que ven en el marxismo la fuerza satánica de las tinieblas en su máxima expresión”, fue una de las conclusiones de la declaración, titulada “La posición evangélica”.

Además de asegurar que los derechos humanos eran garantizados por la Junta Militar, los evangélicos señalaron que “todo gobierno es legítimo en la medida que responde a la voluntad de la mayoría y satisface las necesidades de la Patria; el nuestro lo es porque satisfizo la necesidad de ser liberada de un sistema marxista, esclavizante y foráneo”.

El documento, ampliamente difundido por la prensa de aquellos años, estableció algunos de los lineamientos de la iglesia evangélica durante la dictadura. Entre ellos, el autoritarismo de la institución y el liderazgo absoluto del pastor en la comunidad. Algunos disidentes evangélicos, sin embargo, hoy sostienen que dicha declaración no es legítima para las bases, ni representó una reflexión colectiva.

En opinión de Matías Maldonado, la alianza entre el sector evangélico y la dictadura se debe a varias razones: por un lado, la comunidad pentecostal había sido subvalorada históricamente debido a su cercanía con los sectores populares chilenos. Además, “Pinochet necesitaba un referente religioso que legitimara la dictadura dada la iniciativa católico-ecuménica de defensa de los DD.HH. con la creación del Comité Pro-Paz y, posteriormente, la Vicaría de la Solidaridad”.

Por otro lado, la teología del mundo evangélico pentecostal contemplaba una estricta relación entre desobediencia a la autoridad política como desacato a dios. “Es ese sector (mayoritario, es cierto) del mundo evangélico el que apoya la dictadura. Sin embargo, existe un sector compuesto por iglesias de inmigración y pentecostales que crean, hacia 1982, la Confraternidad Cristiana de Iglesias, organización que establece estrechos lazos con organizaciones de defensa de los DD.HH. durante las jornadas de protesta y la crisis económica de la década del 80”, explicó Maldonado.

Su influencia en cárceles y poblaciones

El auge de la religión evangélica en Chile es innegable. Especialmente en los sectores populares, donde la iglesia católica y el mundo político han perdido vínculos. Es precisamente ahí, en medio de la marginación y la exclusión social, donde la comunidad evangélica ha echado sus raíces y ofrecido alternativas.

“En Brasil, en todas las esquinas de los barrios más pobres había iglesias evangélicas. En escenarios donde hay mucha pobreza, desesperanza, drogas, se ofrece un tema que es: usted ahora lo está pasando mal, pero a futuro viene lo mejor. O decir: usted es hijo de reyes, a personas que viven en la miseria. De alguna manera ofrecen cambiar la realidad que tienen para pensar otra. Es una forma de ofrecer consuelo”, señala la psicóloga Janet Noseda.

Para nadie es un secreto que las iglesias pentecostales nacieron y se desarrollaron en contextos de “marginalidad socio-económica”, como argumenta Matías Maldonado. De ahí, el discurso teológico pentecostal crítico del “mundo”, con énfasis en la espiritualidad y con opciones ante las necesidades de refugio, esperanza y comunidad de los sectores populares chilenos.

“Esa realidad histórica atravesó el siglo XX y, aún cuando la modernización capitalista haya provocado profundas transformaciones en Chile, las iglesias pentecostales siguen constituyendo espacios de construcción de comunidad de vidas rotas por problemas absolutamente concretos como la falta de trabajo, la pobreza, el alcoholismo, etcétera”, explicó el miembro del Observatorio Iglesia y Sociedad.

Hoy, su discurso está caracterizado por lo emocional, con una prédica que conecta con mayor facilidad con los sectores marginados que los ritos propios de las reuniones católicas. A la vez, la moral evangélica posee pautas estrictas de comportamiento, que terminan dirigiendo a sus fieles a llevar ciertos modos de vida, apegados a las reglas y a la obediencia a dios y a la palabra de sus respectivos pastores.

"El pastor de la comunidad es un hermano nombrado por la misma iglesia sin que tenga que pasar de forma obligatoria por alguna instancia de formación teológica (seminarios, institutos, etc.) sino porque está "llamado por Dios" a ejercer ese ministerio”, explicó Maldonado.

El sociólogo Bernardo Mackenna, del Instituto de Sociología UC, señala que los estudios han demostrado un acceso promedio menor a la educación y servicios por parte de las personas que siguen los cultos evangélicos, en comparación al de las personas sin religión o católicas. A su vez, para el especialista, el éxito de los evangélicos en las cárceles tiene que ver con el control estricto que éstos mantienen sobre la conducta de sus seguidores. Por ejemplo, en la mayoría de las iglesias se prohíbe el consumo de alcohol y drogas.

“Es una forma efectiva de contrarrestarlo. Ayudan a personas expuestas a altos niveles de alcoholismo, violencia familiar y drogadicción. Les ayudan a actuar y a moverse en esos entornos, por eso tiene mucho éxito”, comentó. A la vez, proponen una nueva forma de ver la vida en un mundo de injusticia social: “Es una manera mucho más intensa de vivir el culto religioso”.

La pública homofobia evangélica: ¿Debe intervenir el Estado?

Los evangélicos se han vuelto, durante los últimos años, una preocupación para los sectores en defensa de la diversidad sexual. Desde sus tribunas, encuentros y cultos, los pastores han manifestado sistemático rechazo a la expresión del mundo LGBTI.

Obispos, pastores y miembros de la comunidad se han hecho conocidos en diferentes puntos del país por sus duras y categóricas consignas en contra de los avances en la materia y la defensa de una perspectiva ultraconservadora. Un caso emblemático es el del Pastor Javier Soto, pero hay otros voceros oficiales: "El diablo ha estado atacando a la familia, apareció la píldora del día después, luego el divorcio, hoy día se está luchando por las minorías sexuales para que pueda haber una orientación sexual y mañana tendremos que orientar al pedófilo", fueron las palabras del obispo Hédito Espinoza en el Te Deum de 2011.

Antaris Varela, vocera de la Comisión Nacional Evangélica por la Familia, aseguró que hay razones “bíblicas y sociales” para oponerse a proyectos a favor de la diversidad sexual.

Según Varela, que ha aparecido en programas de televisión explicando su perspectiva y la de su iglesia, decir que algo es “malo” no es ser homofóbico, sino una diferencia de opiniones. “No se va a poder decir nada que esté en contra de lo que ellos opinan, se vulnera toda libertad de expresión y credo, es una dictadura valórica la que ellos están imponiendo en este país”, agregó.

En opinión de la psicóloga Janet Noseda, dichos discursos y mensajes deben ser mirados con cautela por el Estado, que está en facultad de intervenir en hechos que impliquen un acto de discriminación en contra de cualquier grupo de la sociedad.

“Está publicado en diversas revistas científicas que los discursos de odio deben ser considerados por las políticas públicas desde el Estado. La libertad de expresión tiene límites cuando atenta contra otras personas. Sería lo mismo que permitir libertad de culto a grupos nazis. Cuando está en peligro otras personas por esos discursos, eso se debe frenar desde políticas públicas, porque hay un riesgo latente. Sí hace daño”, señaló.

Por ahora, según los expertos, lo que está en juego respecto a estos temas es el lugar que tiene la interpretación de la biblia, de vital importancia para la diversidad de comunidades evangélicas.

“La diversidad de posicionamientos éticos, políticos, etc., obedecen, en última instancia, al particular lente desde el cual se mire el libro. Y, en ese contexto, difícil (y legítimamente) nunca habrá consenso”, apunta Maldonado.

Varela: “Están empujando a los cristianos a ser de derecha”

"En Chile hay dos instituciones que están en todas partes. Esté donde esté, siempre va a encontrar un retén de Carabineros y una iglesia evangélica", aseguró, hace algún tiempo, el obispo evangélico Jorge Muñoz, presidente de la Agrupación Intercomunal de Pastores de Chile (Agripach).

Sus palabras dan cuenta de una realidad. La comunidad evangélica ha extendido su influencia en las poblaciones de las ciudades, obteniendo una legitimidad social de la cual el Estado y sus instituciones carecen. Además de la labor de los predicadores que abundan en la Plaza de Armas de Santiago y en las calles de las comunas apuntadas como “marginales”, los evangélicos han marcado presencia en sus propios medios de comunicación, sostienen proyectos en cementerios tales como “El Manantial” y están vinculados a numerosas librerías y editoriales.

En 2012, la revista Qué Pasa publicó un artículo que indicaba que las iglesias evangélicas obtienen ingresos mensuales entre los 40 y 70 millones de pesos, producto de los diezmos que mensualmente donan sus fieles. Las corporaciones mayoritarias, en tanto, recaudarían hasta un millón de dólares en promedio anual.

Sin embargo, es su influencia popular el capital que genera más atracción de parte de la clase política. En este sentido, consultada sobre la coincidencia del sector evangélico con la derecha, la joven Antaris Varela recalca que han logrado acuerdo sobre ciertos temas, tales como la oposición al matrimonio homosexual y al aborto.

“De un tiempo a esta parte la izquierda se ha radicalizado con posturas. Así como está la cosa, están empujando a los cristianos a ser de derecha”, argumentó.

En tanto, sobre el éxito de la iglesia evangélica en los sectores más vulnerables de la sociedad, Varela es enfática: “Porque lo que no puede hacer la razón, lo puede hacer el poder de Dios. En las poblaciones y lugares conflictivos hay violencia, drogas, familias destruidas y rencores. En esos lugares no ha podido hacer nada Conace ni las organizaciones municipales, ni los Carabineros. Solo el poder de Dios puede sanar un corazón herido y ordenar las familias”, cierra.