¿Quién mete la mano a quién? El transantiago como un robo

¿Quién mete la mano a quién? El transantiago como un robo

Por: El Desconcierto | 02.06.2014

TRANSANTIAGONuevamente sube el transantiago. Del panel de expertos salió humo blanco y los sacerdotes, tras consultar a sus Dioses, nos mostraron la nueva verdad revelada. El sistema necesitaba inyección de recursos e iba a meter la mano en los bolsillos de todos sus pasajeros. 10 pesos por cabeza, como un robo hormiga, un monto que suena austero, técnico, como producto de los movimientos naturales e incontrarrestables del mercado. Nada qué hacer, la vida tiene leyes a las cuales todos nos sometemos inevitablemente por el hecho de existir en la sociedad que han construido. No siempre se pueden entender los designios divinos y como fieles feligreses nos llaman a aceptar con humildad y resignación, entendiendo que al final todo es para nosotros, por la redención que entregan el crecimiento y el desarrollo de todo el país.

Juan Enrique Coeymans, presidente del panel de expertos, declaró que “sube el combustible, sube el dólar, sube también el costo de la mano de obra y el IPC. Es un polinomio muy sencillo que tiene varias variables y se detonó esta alza por la inflación y la subida del diésel”. Inapelable para el sentido común, una clase de pedagogía de mercado, el alza se trataría de matemáticas y no de política. En su rol de maestro del neoliberalismo, ilustra a la ignorante población, enseñándole a bajar la cabeza debajo de la bota de la economía que aplasta cabezas cotidianamente.

Lo que olvida mencionar el cura Juan Enrique es que el tan sencillo polinomio incluye una variable inamovible: las ganancias que ellos proyectan anualmente. Es como un colegio particular subvencionado sin riesgo de pérdida: en este caso ellos serían los sostenedores, quienes tienen asegurado una lucrativo monto que por contrato no se puede mover. En efecto, pueden reclamarle al Estado en caso de no ganar dinero. ¿Se imaginan que los sostenedores trataran en esos términos? Sería bastante parecido a un robo.

Es una vergüenza que el sistema público de transportes tenga tal dependencia del mercado. La Concertación, que ahora se disfraza en trajes progresistas, fue la encargada de diseñar tan maestro plan para la profundización del capitalismo, a partir de la mercantilización de los servicios sociales. Peor aún es darse cuenta que dada la forma en que está arreglado el contrato, los dueños de las empresas de transporte pueden subir los costos unilateralmente. Coeymans explica muy suelto de cuerpo que el aumento lo “decretamos nosotros, no el Ministerio”. Para justificar su ambición, tienen un “panel de expertos” que es juez y parte en el conflicto. Cualquiera que haya estudiado economía sabe que desde esas tierras se puede demostrar “científicamente” cualquier disparate. Imagino a los ricos empresarios transportistas, decidiendo el alza en un lujoso hotel de la capital, pensando en que deberán llamar a los economistas para que le expliquen a la población que su deseo infinito de acumulación es por el bien de todos. Tan burda e insultante como real, la vieja técnica de hacer pasar por general un interés particular se hace presente con deslumbrante contingencia histórica.

"Además, tienen el descaro de empapelar las micros con una violenta propaganda, haciendo creer a la víctima que en realidad es victimario, que es un delincuente por ser pobre y querer evadir la micro en función de deseos banales, como comerse un completo después de la pega o llevarle un regalo a su hija".

Además, tienen el descaro de empapelar las micros con una violenta propaganda, haciendo creer a la víctima que en realidad es victimario, que es un delincuente por ser pobre y querer evadir la micro en función de deseos banales, como comerse un completo después de la pega o llevarle un regalo a su hija. “Evasión = Robo”, caras pixeladas y amenazas de cárcel son parte del paisaje al que hay que enfrentarse diariamente al transportarse al trabajo, mientras ellos viajan en sus autos de lujo por las autopistas concesionadas, pensando en sus negocios, en sus viajes, en lo bien que trabajó el arquitecto que diseñó su nueva mansión cordillerana, lo más lejos posible de sus micros.

El Estado y quienes estuvieron a su mando durante 20 años son los responsables de tan inverosímil situación. La Concertación a través de sus políticas de modernización se encargó de que los empresarios pudieran quitarle al pueblo parte de su remuneración de manera oculta, como en el más vil lanzaso, de paso consolidando jugosas redes de influencia que podrían servir para ganar futuras campañas. La Fundación Sol afirmó que el incremento equivale al 20% del salario mínimo, mostrando el movimiento en su cara más real: además de Isapres y AFP, hay que considerar que otro porcentaje importante de las remuneraciones de los trabajadores (ya explotados en sus respectivos puestos) se va directamente a sostener el mercado financiero y los bolsillos empresariales. ¿Todavía hay dudas sobre quién mete la mano a quién?

En cuestiones como éstas se revela el verdadero carácter político y de clase de la Nueva Mayoría. El neoliberalismo necesita legitimarse y sabe que con un poco de sonrisas, carisma y un par de proyectos de ley puede hacerlo. El vocero de gobierno, Álvaro Elizade tiene el descaro de decir que se están haciendo cargo “de los problemas de los chilenos”, a la vez que los resuelven “para mejorar la vida de todos”. Con un acuerdo en los términos en que existe actualmente, no hay ningún maquillaje que pueda mejorar la vida de los Santiaguinos. Se necesita una reestructuración total del sistema, entendiendo que no se le puede entregar al capital el arbitrio del transporte. Hasta en los países más capitalistas de Europa se asume que la lógica del autofinanciamiento es incompatible con una mínima dignidad a la hora de proveer un servicio como éste.

Pero no nos preocupemos, que la Nueva Mayoría se preocupa de los problemas reales de la gente, tal como decía la UDI hace un tiempo. Ahora va a haber wi-fi en las micros, ¿qué más podría pedir un trabajador pobre? Una efectiva herramienta para hacerle olvidar su triste vida, para conseguir que el brillo de la pantallita del celular encandile la ignominiosa situación que lo rodea, en la que una apretada manada de humanos viaja obediente, iniciando la explotación bien temprano en la mañana al son del bip! de las tarjetas. Música para los oídos de Bachelet.

* Raimundo Echeverría, estudiante de sociología de la Universidad de Chile.