La procesión de los lesos

La procesión de los lesos

Por: Maximiliano Salinas | 07.08.2022
"La procesión de los lesos" es un desfile de reconocidos varones encumbrados de la élite de Chile. Los hacendados acaparando caudales y territorios. Los intelectuales devotos del culto idolátrico a las creencias establecidas. Los políticos ambiciosos. Y, por último, los que no siendo de la élite, la siguen.  

En 1813, cuando Chile empezó recién a imaginarse fuera de la órbita colonial, Camilo Henríquez compuso unos versos satíricos titulados La procesión de los lesos. La palabra ‘leso’ en nuestro país tiene un carácter rotundo: “tonto, necio, de pocos alcances” (RAE). Para Henríquez, la expresión le venía como anillo al dedo a la minoría de los pasmados con los dogmas del sistema colonial. Los que no se atrevían, libres, a soñar, a conmover su corazón con un Chile independiente.

El proceso revolucionario comenzó a andar en América y continuaría por Asia y África hasta avanzado el siglo XX, con el derrumbe del último imperio colonial del siglo XVI. Camilo Henríquez vive el tiempo de la Aurora de Chile. El Chile auroral de los Carrera y Rodríguez. Los años en que el escudo nacional exhibe una pareja desnuda de indígenas. Cuando está de moda el saludo a lo “mari mIari”, y las “sacrílegas invocaciones al Pillán”, como dijera el obispo realista de Concepción en 1814. El pastor, fiel al rey Fernando VII, quedó horrorizado con la Constitución Política de José Miguel Carrera: “¡Habitantes de todo Chile! Volved de vuestro letargo: no degeneréis de vuestro origen: ¡sed españoles!” (Diego Navarro Martín de Villodres, Carta pastoral, 1814).

La procesión de los lesos es un desfile de reconocidos varones encumbrados de la élite de Chile. Los hacendados acaparando caudales y territorios. Los intelectuales devotos del culto idolátrico a las creencias establecidas. Los políticos ambiciosos. Y, por último, los que no siendo de la élite, la siguen. En fin, el círculo vicioso, viciado y cariacontecido, del orden colonial.   

Aquel gran varón tan grave
y concentrado en sí mismo,
es retobado egoísta,
consumado en artificios.
Los sucesos de la patria,
en que peligran sus hijos,
jamás le hacen impresión.

Chitón, que pasa la procesión.

Confuso va Cucufate
ocultando un mamotreto
de ordenanzas y proclamas,
y quiméricos proyectos.
Quiere componerlo todo,
y todo lo va perdiendo
y hasta su antigua opinión.

Chitón, que pasa la procesión.

Algunos son sarracenos
porque eran monopolistas,
a quienes aquel comercio
de Cádiz enriquecía;
mas tú, que estás en pelota,
yo no sé porque manía
eres un sarracenón.

Chitón, que pasa la procesión.

Varones graves, intelectuales sabiondos y engolados, comerciantes calculadores, pobres despistados. Todos al desnudo en la mirada festiva y libre de un hombre “sencillo, generoso y testarudo como los campesinos lo son, cuando cabalgan letras” (Gabriela Mistral, Nuestro patrono Camilo Henríquez, 1928).

¿Quiénes hoy se suman a la procesión de los lesos? Los timoratos de la nueva Constitución democrática de Chile.

Algunos cerraron filas con la dictadura el 5 de octubre de 1988. Otros, esta vez menos, votaron por el Rechazo al plebiscito el 25 de octubre de 2020. Ambas veces resultaron derrotados. La procesión de los privilegios se alarga. Pero nunca tanto. Camilo Henríquez la vio pasar en 1813. Los partidarios del rey hasta consiguieron el apoyo del santo Papa de Roma en 1816 y en 1824. La santa alianza de los patriarcas. Sin embargo, el tiempo demostraría la relatividad del proceso colonial, de la procesión colonial, de la injusticia colonial.

Aquel desfile se queda atrás. Importará más el entusiasmo vivo por una comunidad digna y respetuosa entre todas y todos. Especialmente con los y las más humildes. Más ardiente y jubilosa se convierte la esperanza sostenida en una danza espléndida junto a “la tierra que amasa a los hombres / de labios y pecho sin hiel…” (Gabriela Mistral, Tierra chilena: Ternura, 1924).