La izquierda y el movimiento queer
En los 90, cuando el Chile de la transición esperaba paciente la alegría en la medida de lo posible prometida a crédito, yo me empecé a empapar a distancia de las discusiones del ebullente movimiento queer. Nacido a manos de los grupos de personas sexo-disidentes más afectadas por la pandemia del VIH/sida en Estados Unidos ―trans, travesti, inmigrantes, trabajadoras y trabajadores sexuales―, el proyecto queer llamaba a la abolición del género y sus fronteras para generar una trinchera común en contra de los mandatos patriarcales. Este movimiento vino a ser conocido posteriormente como el trans-feminismo, que tomaba la herencia crítica del feminismo, pero proponía abrir sus políticas de emancipación hacia otros cuerpes: en vez de igualdad entre hombres y mujeres, ¿cuál es la necesidad de hacer esta separación?, ¿por qué es la biología una sentencia para nuestras identidades, si las personas son más complejas y variadas que rosa o celeste? En otras palabras: a las únicas personas que debería importarle tus genitales es a tus parejas o al especialista médico.
Hoy día, la cultura de izquierda perdió la importante oportunidad que se había presentado con el estallido social para aunar nuestras fuerzas en contra del orden establecido. Encerrados y precarizados bajo una nueva pandemia, por desgracia han surgido los centinelas autodesignados en los medios y en las redes sociales. Ha llegado la yuta del género, donde todos deben rendir pleitesía hacia las nuevas categorías y constructos, sin posibilidad de contradecir, de transitar ni de cuestionar la necesidad de encasillarnos de una forma o de otra. Comisarios de la disidencia sexual, más que liberación de género aquí presenciamos una contrarreforma a las políticas kuir, que es el queer yankee repensado desde nuestro contexto sudaca. La yuta del género es conservadora y autoritaria, una gendarmería que responde a la desviación de la “norma rosa” con violencia: o sea, es tremendamente patriarcal. No nos engañemos: lo que quiere la yuta de género no es “proteger a las minorías” de la “apropiación indebida”, lo que busca realmente es conservar el espacio de poder en la nueva economía cultural “progre” donde se incluye una pequeña cuota para la diferencia, siempre y cuando no revuelva mucho el gallinero. Están custodiando las categorías del género, sin querer cambiar realmente el sistema que está detrás. Forma sin fondo. La derecha fascista se ríe a carcajadas mientras observa la sicosis, sin tener que mover ni un solo dedo.
Deseo un proyecto político kuir efectivo, en donde nadie tenga el derecho de definir la identidad de otre, y donde todes tengamos el derecho a expresar nuestra identidad de género siempre y cuando no pasemos a llevar a los demás. El horizonte de las políticas kuir radicales abraza todas las nuevas categorías de género, considerando que siempre serán insuficientes para nombrar al infinito espectro de experiencias y de géneros que habitan en cada historia de vida. Por supuesto que también la mía, tanto como las de mi prójimo. Las políticas kuir observan cómo el neoliberalismo es rápido en absorber las categorías de género emergentes, transformando nuestros espacios de liberación en nichos de consumo para el algoritmo. Lo kuir radical desea abolir el género, no entregarle a las transnacionales el lenguaje “progre” para que vendan sus productos arcoiris. Lo kuir se opone a toda segregación binaria: no más asignaciones de género por el sistema médico al nacer, ni en el documento de identidad, tampoco en los colegios siempre y cuando no se tenga un programa de educación separado por necesidades específicas. Si bien me opongo rotundamente a que los documentos de identificación marquen el género de las personas, propongo como medida urgente que agreguemos una tercera categoría “X” al carnet de identidad para que todas las personas a las que no se nos plazca identificarnos con el binario de género luchemos contra estas categorías arbitrarias, sin tampoco negar la validez de que otras personas se quieran identificar como hombres o mujeres.