Jefas de hogar: las desfavorecidas en los cuidados
La crisis de los cuidados ha desbordado la esfera privada, poniendo al centro del debate público el tema y específicamente la necesidad de una nueva organización social de los cuidados; que incorpore la reflexión en torno a la distribución de estos y las políticas que lo aborden, considerando al conjunto de la población y que a la vez contemple a los grupos más vulnerables. Un ejemplo de ello son las jefas de hogar.
De acuerdo a cifras oficiales, en el caso específico de los hogares monoparentales, el 83% de las jefaturas de hogar es ejercido por mujeres, quienes perciben un ingreso per cápita menor en 37,3% en comparación con los varones, dejando en evidencia las desigualdades y las vulnerabilidades que presenta un grupo considerable de la población nacional. En 1990 este grupo representaba el 20,2% de los hogares del país; en 2017 se duplicaron, representando el 42,4% del total de hogares a nivel nacional, de acuerdo a cifras del 2020 entregadas por la División de Observatorio Social del Ministerio de Desarrollo Social y Familia.
El confinamiento como consecuencia de la pandemia Covid-19 es un factor que suma a la crisis de cuidados, aumentando la carga de trabajo de las mujeres. De acuerdo a la OIT, las mujeres tienen a su cargo el 76,2% de las horas del trabajo de cuidado no remunerado (más del triple que los hombres) a lo que debemos sumar las familias con hijas e hijos en edad preescolar o familias con algún integrante con una enfermedad crónica y personas mayores dependientes.
Toda esta mayor carga de trabajo impacta negativamente en el trabajo remunerado, adquiriendo gravedad en el caso de las jefas de hogar de familias monoparentales, quienes viven las contradicciones y presiones a la hora de compatibilizar la generación de ingresos con las tareas de cuidado en el hogar.
Las prácticas cotidianas de acomodos y ajustes desplegadas por las familias para organizar los cuidados han constituido un gran desafío, el que se ha acentuado para las jefas de hogar, ya que cargan sobre sus cuerpos el trabajo productivo (si todavía lo tienen) y el reproductivo. Desde el Instituto de la Mujer creemos que la participación laboral de las mujeres es indispensable. La reactivación económica debe garantizar el acceso a los derechos económicos de las jefas de hogar, ampliando la mirada desde un enfoque de género que posibilite visibilizar a quienes salen de la fuerza laboral o no están en activas por razones familiares permanentes. En otras palabras, visibilizar a quienes se están haciendo cargo de las actividades indispensables para el bienestar físico, emocional y afectivo de su entorno familiar.