El desierto florido es un ecosistema especial e impredecible. Eso que lo hace único también lo hace difícil de conocer. “Como el desierto florido es un fenómeno inusual, no tenemos ninguna publicación científica que hable de los polinizadores en el desierto florido, y cómo se relacionan con este ecosistema. Impulsado por esta falta de conocimiento fue que comencé este estudio”, comenta Rodrigo Barahona, investigador de la Universidad de Los Lagos.

En el 2015 y en el 2017, Rodrigo viajó al norte en distintas etapas del desierto florido, para observar y entender cómo se comportan y qué rol tienen los polinizadores nativos en ese ecosistema. Este es el tercer año que va, ahora con Maureen Murúa de la Universidad Mayor y Javiera Chinga de la Universidad Católica de Chile; dos investigadoras que se sumaron al proyecto. “Estamos buscando muestrear cómo cambian las interacciones entre polinizadores nativos y flores del desierto florido espacialmente y temporalmente. También queremos saber si estos polinizadores utilizan las flores para algo más que como fuente de alimento, como sucede en otros casos”, explica Rodrigo. 

En lo que queda de estos meses, los investigadores volverán a visitar el ecosistema antes de sacar las conclusiones finales, y de buscar fuentes de financiamiento para extender el estudio. “Uno de los hallazgos que podemos adelantar es que muchos de estos polinizadores utilizan las flores que tienen forma tubular o alargada para resguardarse durante la noche”, señala el investigador. 

Para Andrea Loayza, profesora asociada de la Universidad de La Serena e investigadora asociada del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB), también hace falta más información sobre las características ecosistémicas del desierto florido. “El desierto florido no son solo las flores. También es la microbiota que está en el suelo y que permite que germinen las semillas, y también son los polinizadores. La interacción entre estos organismos es la esencia del desierto florido, y al ser un ecosistema tan impredecible hay muy pocos estudios. Es un ecosistema casi desconocido y sin dudas hay que estudiarlo más”, reflexiona.

Según explica la doctora en biología, las plantas del desierto florido que rebrotan cuando hay un poco de lluvia, tienen la capacidad de autofecundarse, logrando asegurarse si es que no viene ningún polinizador. Pero entender cómo se da la polinización en el desierto puede ayudar a saber si existe variabilidad genética por polinización cruzada entre distintas plantas. Esa variabilidad genética hace que el ecosistema sea más diverso y por ende que tenga más herramientas para enfrentar amenazas. 

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Amenazas y propuestas

Muchos videos virales muestran a personas ingresando a los campos de flores con vehículos, sacando flores para llevarse, o llevando mascotas al desierto florido. Esta es, según ambos investigadores, una de las principales amenazas para el desierto florido y los polinizadores que este alberga. “El turismo desregulado está haciendo daño. Cuando paran buses de 30 personas en un lugar y no escuchan al guía, se meten los niños a jugar a la pelota entre las flores, esas son cosas que hemos visto. Hay otras personas que están especializándose en el turismo sustentable y hacen grupos más chicos y controlables”, analiza Rodrigo Barahona.

Para Andrea Loayza deberían haber zonas pequeñas y representativas del desierto florido donde la gente pueda ir, y otras zonas protegidas donde el acceso sea más restringido. También ve como posibilidad para proteger el ecosistema que haya más áreas protegidas que incluyan desierto florido dentro de su delimitación. 

Otros, como Rodrigo, proponen incluso la declaración de un Parque Nacional que proteja al desierto florido. “En la región de Atacama estamos al debe en áreas protegidas. Las mineras siempre se van a oponer porque tienen pertenencias en el desierto, pero faltan más áreas protegidas que abarquen el desierto florido”, analiza.