Dispersión forzada y ausencia de planificación metapoblacional en la conservación del huemul
“Newenche” es un huemul juvenil (Hippocamelus bisulcus) nacido el año 2023 en la Reserva Biológica Huilo Huilo (Chile) como parte de un esfuerzo de conservación. En 2025 inició una dispersión natural que lo llevó a cruzar a Argentina, desplazándose por áreas protegidas y posteriormente por zonas urbanas de San Martín de los Andes.
Su caso evidencia tanto avances en monitoreo y cooperación institucional —con un rol destacado de la Administración de Parques Nacionales de Argentina en su vigilancia y protección— como una debilidad estructural: la ausencia de planificación metapoblacional, que asegure poblaciones receptoras viables. La dispersión sin destino expone al huemul a altos riesgos y refleja los desafíos pendientes para una recuperación efectiva de esta especie.
Cabe destacar que la metapoblación es un conjunto de poblaciones locales de una misma especie, espacialmente separadas pero ecológicamente conectadas, donde la dispersión entre ellas permite compensar extinciones locales y sostener la persistencia de una especie a escala de paisaje.
La situación que enfrenta el huemul juvenil “Newenche” constituye un ejemplo paradigmático de una idea de conservación bien intencionada pero ecológicamente incompleta. Si bien el monitoreo binacional, la radiotelemetría y la coordinación institucional representan avances técnicos relevantes —incluyendo la activa participación de la Administración de Parques Nacionales (APN) de Argentina, que ha demostrado un alto grado de compromiso, profesionalismo y capacidad operativa en la vigilancia, seguimiento y protección del individuo—, el resultado observable es un individuo juvenil desplazándose de manera prolongada a través de distintas áreas desconocidas, incluidas zonas urbanas y paisajes altamente antropizados. Esto evidencia una ausencia de planificación metapoblacional funcional a escala de paisaje.
Desde una perspectiva ecológica, la dispersión juvenil es un proceso natural orientado a la colonización de parches de hábitat con presencia de conspecíficos, oportunidades reproductivas y condiciones adecuadas para lograr una residencia permanente.
En este caso, sin embargo, el desplazamiento continuo de “Newenche” no parece responder a una dispersión exitosa, sino a una búsqueda infructuosa de núcleos poblacionales viables, lo que lo condena a una condición de vagancia casi permanente. La dispersión sin destino equivale, en términos demográficos, a una trampa ecológica, a un verdadero callejón sin salida.
La ciencia en conservación de ungulados amenazados es clara en señalar que permitir el movimiento de individuos sin asegurar la existencia de poblaciones receptoras, conectividad funcional y calidad de hábitat suficiente incrementa los riesgos de mortalidad por estrés, depredación por carnívoros nativos y perros, atropellos, transmisión de enfermedades y conflictos humano-fauna.
En este contexto, si bien las acciones implementadas por APN y otras instituciones —como la vigilancia territorial, el control de amenazas inmediatas y la coordinación con la comunidad local— han sido fundamentales para reducir riesgos a corto plazo, la exhortación a la ciudadanía para amarrar mascotas o reducir la velocidad vehicular constituye una respuesta reactiva y de emergencia, no una solución estructural.
Más preocupante aún es que este caso revela una concepción implícita del corredor biológico como un “espacio de tránsito” indefinido, cuando en realidad los corredores solo tienen sentido ecológico si conectan poblaciones fuente (natalidad mayor que la mortalidad) con poblaciones sumidero (mortalidad mayor que la natalidad) o núcleos reproductivos reales. Un corredor que termina en el vacío demográfico no es un corredor, es un vector de riesgo.
En especies críticamente amenazadas como el huemul, con poblaciones pequeñas, fragmentadas y con fuerte estructuración social y espacial, la conservación efectiva requiere planificación previa del destino, no solo del trayecto. Esto incluye la identificación y restauración de áreas con potencial para establecer grupos reproductivos, el control efectivo de amenazas antes de promover la conectividad y la evaluación explícita de los costos demográficos de la dispersión.
Presentar el caso de “Newenche” como un éxito simbólico de conservación puede invisibilizar una realidad incómoda: un individuo solitario, desplazado de manera crónica, no representa recuperación poblacional, sino el síntoma de un sistema que aún no logra transitar desde el rescate individual —por más profesional y comprometido que sea— hacia la restauración ecológica integral
En conservación, no basta con que un animal se mueva, debe poder llegar. Y llegar, en términos ecológicos, significa integrarse a una población, reproducirse y contribuir a la persistencia de la especie. Todo lo demás, por más emotivo que resulte, corre el riesgo de transformarse en una dispersión eterna disfrazada de esperanza. Esperemos que “Newenche” pueda encontrar los huemules que está buscando y logre sobrevivir.