118 años de la Escuela Santa María de Iquique: El gobierno de Chile y el capital británico contra los obreros de la pampa
Cuando el Estado decide quién puede vivir
La Matanza de la Escuela Santa María de Iquique (21 de diciembre de 1907), no fue un “exceso” ni un accidente histórico. Fue un acto deliberado de violencia estatal, ejecutado para proteger un orden económico oligárquico y dependiente, profundamente subordinado al capital extranjero -especialmente británico- y sostenido mediante la represión sistemática del mundo popular.
El historiador Julio Pinto, en Trabajos y rebeldías en la pampa salitrera, sostiene que la masacre revela el momento en que el Estado actuó sin ambigüedades como garante armado del capitalismo exportador, sacrificando vidas obreras para preservar la estabilidad del negocio salitrero.
La matanza no fue una anomalía, fue la lógica consecuente de un modelo de desarrollo construido desde y para el exterior.
El sistema salitrero y la economía de enclave
Desde la Guerra del Pacífico, el norte salitrero se integró al mercado mundial como una economía de enclave. Aunque formalmente chileno, el salitre estuvo controlado por capitales británicos, en particular por casas financieras y compañías como la The Nitrate Railways Company, Gibbs & Sons y otras firmas londinenses.
El historiador Hernán Ramírez Necochea, en Historia del imperialismo en Chile, es categórico: Chile no fue una colonia política de Gran Bretaña, pero sí una colonia económica. El Estado chileno administraba el territorio; Londres capturaba la renta.
Las condiciones laborales eran extremas: pago en fichas, pulperías obligatorias, endeudamiento crónico, ausencia total de legislación laboral, represión privada y estatal.
La huelga de 1907 fue una respuesta desesperada a un sistema de explotación diseñado para no dejar salida.
Conciencia obrera y pánico oligárquico
El crecimiento de sociedades de resistencia y organizaciones obreras generó terror en la élite chilena, que veía en el obrero organizado no a un ciudadano, sino a una amenaza al orden social y a los intereses extranjeros.
Gabriel Salazar, en Construcción de Estado en Chile, sostiene que la república se edificó excluyendo políticamente al pueblo, y que cuando este intentó irrumpir, el Estado respondió con violencia. La huelga fue leída como una afrenta no solo económica, sino civilizatoria… El roto desafiando al patrón, al militar y al inversionista británico.
Del conflicto social a la militarización colonial
Miles de obreros marcharon a Iquique junto a sus familias creyendo que el Estado intermediaría. La Escuela Santa María se transformó en refugio, no en cuartel subversivo. No había armas. No había plan insurreccional. Sin embargo, el gobierno de Pedro Montt, íntimamente ligado a los intereses del salitre y a la estabilidad financiera internacional, optó por la respuesta militar.
El general Roberto Silva Renard ejecutó la orden. La historiografía conservadora lo ha presentado como un simple ejecutor, pero esta lectura es insostenible.
Siguiendo el marco teórico de Enzo Traverso en La violencia nazi, la obediencia no exime de responsabilidad cuando la coacción es racional, planificada y dirigida contra civiles desarmados. Silva Renard no perdió el control, sino administró la masacre.
La matanza
El Ejército abrió fuego contra hombres, mujeres y niños.
Las cifras oficiales hablaron de menos de 200 muertos. Sin embargo, la historiografía crítica, testimonios obreros y fuentes diplomáticas coinciden en una cifra muy superior.
Julio Pinto y Sergio Grez estiman entre 1.000 y 3.000 muertos. El cónsul británico de la época mencionó cifras cercanas a 2.000 víctimas. Hoy, el consenso historiográfico sitúa la cifra entre 2.000 y 3.000 asesinados, lo que convierte a Iquique en una de las mayores masacres obreras de América Latina.
De acuerdo a Eric Hobsbawm, en Industria e imperio, la violencia estatal contra trabajadores cumple una función ejemplificadora: disciplinar a toda la clase.
Capital británico y expolio
El caso de Iquique encaja en el análisis de Eduardo Galeano, quien en Las venas abiertas de América Latina describe cómo las metrópolis europeas -especialmente Gran Bretaña- construyeron su prosperidad extrayendo riqueza y dejando miseria y sangre en la periferia.
Chile exportaba salitre; Gran Bretaña exportaba capital, control y disciplina. El Estado chileno actuó como gendarme local del orden imperial.
No hubo juicios, no hubo sanciones. La impunidad se convirtió en política de Estado.
Esta lógica se repitió en otras matanzas posteriores como en San Gregorio (1921), La Coruña (1925), Ránquil (1934), etc.
Estas matanzas no son episodios aislados, sino una continuidad represiva estructural del Estado frente al mundo popular.
Conclusión
La Escuela Santa María de Iquique no es solo pasado. Es el acto fundacional de una república que prefirió proteger el capital antes que la vida. Fue violencia de Estado, subordinación al imperialismo británico y desprecio absoluto por el trabajador.
Como diría Walter Benjamin en Tesis sobre la filosofía de la historia, todo documento de civilización es también un documento de barbarie, e Iquique es uno de los más nítidos.