El voto por el “trabajo sucio”: ¿Por qué la izquierda Chilena entregó la bandera de la seguridad a Kast?
El triunfo de José Antonio Kast en la elección presidencial marca algo más profundo que un simple viraje ideológico hacia la extrema derecha global. Es una derrota política y moral para la izquierda, obligada ahora a mirar con dolor el espejo que le ha puesto la clase trabajadora chilena. Este resultado, en gran medida, es la consecuencia de décadas de negligencia progresista ante la demanda más básica de la ciudadanía: el orden y la seguridad en la vida cotidiana.
La victoria abrumadora de un candidato abiertamente pinochetista no es un accidente. Como bien se analizará en la academia, es la culminación de una larga cadena de errores y de políticas públicas que se desplegaron durante décadas. La tesis central de esta columna es que el voto por Kast es la delegación de una tarea urgente: la elección de alguien que haga el trabajo sucio.
El Costo de la Ceguera Ideológica
Durante años, la izquierda chilena decidió que la seguridad ciudadana era un tema secundario, “de derecha”, o una simple manifestación de la desigualdad económica. Mientras el progresismo debatía reformas estructurales y cambios constitucionales, la realidad de las calles se pudría.
En los últimos diez años, los homicidios se dispararon. De tasas de 2 cada 100.000 habitantes, sobrepasamos a 6 por cada 100 mil. Este deterioro se agravó por la migración descontrolada y el ingreso de bandas criminales transnacionales. La respuesta de la izquierda fue, tristemente, ideológica: el eslogan “nadie es ilegal” se convirtió en una política de fronteras abiertas sin capacidad real de gestión, control o integración.
El problema fundamental es la distribución de los costos. La élite progresista, académica y política, que impulsaba el discurso de acoger sin condiciones, vive en zonas de Santiago con seguridad privada. Quienes sufrieron el impacto directo del aumento de la delincuencia, la extorsión a pequeños comerciantes y la inseguridad en los barrios fueron sistemáticamente la clase trabajadora y las clases medias vulnerables.
Su vida material se deterioró de forma dramática. Este sentimiento de abandono y de deterioro del orden es el combustible que ha llevado a las urnas a quienes, históricamente, deberían ser la base social de la izquierda. Kast llenó la brecha de seguridad y orden que el progresismo dejó vacía.
La Inacción del Gobierno de Boric y el Espejo Roto
La crisis se hizo aguda durante el Gobierno del Presidente Gabriel Boric. Pese a las promesas de cambio, las políticas migratorias, especialmente bajo la dirección de Luis Eduardo Thayer, mantuvieron una perspectiva de “puertas abiertas”. Las expulsiones de criminales fueron notoriamente escasas y burocráticamente complejas. Esta inacción fue interpretada por la ciudadanía como una deliberada prioridad ideológica sobre la seguridad pública.
El fracaso de la izquierda también se refleja en su incapacidad histórica para abordar las raíces del delito. La reflexión sobre la ausencia de políticas efectivas de rehabilitación y reinserción social, o el rescate real de adolescentes que delinquen, es un punto ciego que se remonta a décadas. Los programas fueron débiles y fallaron en evitar que jóvenes vulnerables se convirtieran en el músculo del crimen organizado.
Al fracasar en la justicia restaurativa, la izquierda validó la desesperada demanda popular por la justicia punitiva que Kast ofrece. El resultado es un dilema moral para la izquierda: al catalogar cualquier llamado a la firmeza como “xenofobia” o “autoritarismo”, se deslegitimó a sí misma y entregó el monopolio de la ley y el orden al fascismo.
La Tesis del “Trabajo Sucio”
La victoria de Kast no es un voto por sus políticas económicas regresivas; es una delegación de autoridad para ejecutar tareas que el progresismo consideró moral o ideológicamente inaceptables. La clase trabajadora ha votado por un liderazgo dispuesto a tomar medidas duras y drásticas para restaurar el orden que la izquierda, por convicción o negligencia, se negó a imponer.
La gente votó por alguien que restablecerá la autoridad y esto se ve reflejado en el discurso que llevó a Kast al poder: “Poner fin al control territorial de las bandas criminales con el beneficio del monopolio de la fuerza del Estado y gestionará la migración como seguridad, implementando controles fronterizos severo, ejecutando expulsiones expeditas, independientemente de las complejidades diplomáticas. Y lo más importante: hará lo inaceptable”.
Kast es el líder dispuesto a “hacer el trabajo sucio”, las medidas punitivas, drásticas e inmediatas que, vistas desde el barrio obrero, son la única forma de restaurar la paz y la viabilidad de la vida cotidiana. El ejemplo de Bukele es lo que esos chilenos querían escuchar, y Bukele sí ha hecho el trabajo sucio vulnerando tratados internacionales de DDHH y perpetuándose en el poder elección tras elección.
A la gente, el tufillo autoritario no le importó. Fue y votó por alguien que prometiera hacer el trabajo sucio que la izquierda evadió. Este voto es un acto desesperado de autodeterminación de una clase social que se sintió abandonada por sus representantes históricos en la demanda más básica de la existencia humana: la seguridad física.
Recuperar el Pragmatismo Republicano
El triunfo de Kast es una lección amarga para la izquierda chilena y para el progresismo en general. El orden y la seguridad no son enemigos de la justicia social; son sus precondiciones materiales. No puede haber reforma de pensiones o educación digna si el ciudadano vive con miedo constante.
La izquierda debe recuperar urgentemente la bandera de la seguridad y el orden, no desde una óptica fascista, sino desde el pragmatismo republicano y humanista. Esto implica tener una política migratoria firme y justa, que prioricen la seguridad nacional, el control de fronteras y la capacidad de gestión del Estado para ejecutar expulsiones y regularizaciones; entender la seguridad como derecho social, como un derecho social básico e invertir masivamente en prevención, en el rescate social de jóvenes y en una reforma policial que recupere la eficacia.
Si la izquierda chilena no logra conectar su idealismo con la realidad material de las clases trabajadoras, asumiendo la dureza y el pragmatismo que exigen estas tareas, el voto por el “trabajo sucio” de la extrema derecha se consolidará, y la regresión autoritaria se volverá irreversible.