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Encuentros de Memorias: Una apuesta pedagógica desde el Sitio de Memoria Irán 3037
Foto: ExCentro de tortura, Irán 3037

Encuentros de Memorias: Una apuesta pedagógica desde el Sitio de Memoria Irán 3037

Por: Amaro Montenegro Castillo | 11.12.2025
Innovar en educación en derechos humanos hoy no significa producir técnicas nuevas, sino atreverse a sostener la complejidad. Reconocer que la memoria es múltiple, que se construye en capas, que no se agota en un único relato. Y que los sitios recuperados recientemente -como Irán 3037 o el ex Cuartel Borgoño- están llamados a aportar al debate público justamente desde esa condición: la de espacios que se están recomponiendo, que están aprendiendo, que están probando formas de decir, de preguntar y de escuchar.

Los sitios de memoria son espacios vivos. No solo resguardan una historia, sino que producen sentidos nuevos cada vez que una comunidad entra en diálogo con ellos. En el caso de Irán 3037 -habilitado como sitio de memoria recientemente en este gobierno- ese carácter vivo se vuelve especialmente evidente: aquí la tarea pedagógica se construye al mismo tiempo que el espacio recupera relatos, vínculos y formas de habitarse.

Esto nos invita a una pregunta central: ¿cómo desarrollar una práctica educativa en derechos humanos cuando el propio sitio está en proceso de recomposición? ¿Cómo contribuir al presente desde un lugar que recién comienza a ser nombrado desde su interior?

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En ese marco, hemos entendido que cada sitio de memoria es un aporte único, no porque todos hagan lo mismo, sino precisamente porque ofrecen perspectivas distintas. Cada uno refleja a su época, a las comunidades que lo impulsan y a las preguntas que emergen en el momento en que se recuperan.

Miramos con atención, por ejemplo, lo que ocurre en el ex Cuartel Borgoño, también reabierto hace poco, porque su existencia habla de un presente en el que la memoria vuelve a activarse en distintos territorios y en diálogo con múltiples actores sociales. Esa pluralidad de experiencias no solo enriquece el campo de la memoria, sino que nos ofrece claves para pensar qué podemos aportar desde Irán 3037.

En nuestro caso, la práctica educativa no partió de una certeza, sino de una disposición: escuchar. Desde allí entendimos que nuestro rol no era repetir un guion ni ofrecer un relato concluso sobre la historia del Sitio de Memoria Irán 3037 (ex venda sexy) no es un depósito de verdades, sino un lugar que invita a preguntar. Por eso optamos por un trabajo transdisciplinar y transgeneracional que nos permitiera pensar la educación en derechos humanos como un proceso colectivo, sensible y situado.

Ese camino nos llevó también a reflexionar sobre el vínculo con el horror. Durante mucho tiempo, distintos lugares de memoria han recurrido a narrativas y recursos destinados a producir impacto. Sin embargo, nuestra experiencia -y la observación de otras prácticas- muestra que el impacto por sí solo no genera aprendizajes profundos. Incluso puede deshumanizar, transformando el dolor en un estímulo emocional rápido que cierra, en lugar de abrir, el espacio para la reflexión crítica.

Pero alejarnos del horror no significa negarlo, y aquí surgió una tensión importante. Las comunidades educativas, especialmente jóvenes, vuelven recurrentemente a él. Preguntan, buscan detalles, quieren comprender lo que ahí ocurrió. Entonces, ¿cómo abordar ese interés sin caer en el morbo ni restringir el acceso a información relevante?

En la propuesta que seguimos construyendo aún hay puntos que no hemos sabido abordar, no obstante, parece inevitable trabajar en torno al horror, sin embargo, no es necesario hacerlo desde él. Reconocer su centralidad histórica, pero desplazarlo del centro pedagógico. Situarlo, contextualizarlo, politizarlo, convertirlo en un insumo para pensar las condiciones que lo hicieron posible, más que en un fin en sí mismo.

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Esta perspectiva tomó forma cuando comenzamos a llamar a nuestra práctica educativa “Encuentros de Memorias”. Más que una denominación, es una postura ética y política.

Sabemos que quienes visitan el sitio llegan con sus propias memorias: familiares, territoriales, escolares, afectivas, políticas. Nuestro objetivo no es imponerles un relato, sino crear un espacio donde esas memorias puedan encontrarse -con las del sitio, con las nuestras y entre ellas- generando formas de aprendizaje dialógicas, sensibles y comunes.

Esto ha sido especialmente significativo en un territorio como Macul, donde conviven múltiples formas de habitar la ciudad. Liceos técnico-profesionales, colegios municipalizados, universidades, colectivos territoriales, organizaciones y grupos comunitarios llegan al sitio con preguntas distintas y sensibilidades diversas. A partir de esa heterogeneidad, entendimos que la tarea pedagógica no puede consistir en ofrecer respuestas cerradas, sino en acompañar procesos de reflexión que respondan al presente de quienes participan.

Por eso, los “Encuentros de Memorias” no solo transmiten información, también buscan sostener un espacio donde el sitio pueda reconocerse como un territorio en transformación. Un lugar donde mucha información aún se está reconstruyendo, donde las certezas son menos numerosas que las preguntas, y donde esa misma condición abre la posibilidad de innovar. No buscamos replicar metodologías ya establecidas, sino crear prácticas que respondan al tiempo que vivimos y a las necesidades que emergen en este momento de reapertura de espacios de memoria.

Innovar en educación en derechos humanos hoy no significa producir técnicas nuevas, sino atreverse a sostener la complejidad. Reconocer que la memoria es múltiple, que se construye en capas, que no se agota en un único relato. Y que los sitios recuperados recientemente -como Irán 3037 o el ex Cuartel Borgoño- están llamados a aportar al debate público justamente desde esa condición: la de espacios que se están recomponiendo, que están aprendiendo, que están probando formas de decir, de preguntar y de escuchar.

Tal vez esa sea nuestra contribución en este momento: no solo transmitir lo que se sabe, sino también dar valor a lo que aún se está pensando. Permitir que la memoria no sea un gesto de clausura, sino un campo fértil donde educación, territorio y política se entrelazan para imaginar formas más justas y sensibles de habitar el presente.

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