La impunidad como bandera: El verdadero rostro del Partido Republicano
Hay límites que una sociedad simplemente no puede cruzar. Líneas que deberían unirnos sin matices ni ambigüedades: la defensa de la infancia y la convicción profunda de que ciertos crímenes jamás pueden ser relativizados.
Sin embargo, esta semana presenciamos algo que rompe ese acuerdo básico. El diputado republicano, vicepresidente del partido de José Kast, José Carlos Meza, decidió defender lo indefendible: la posibilidad de una conmutación de pena que podría beneficiar incluso a condenados por abuso infantil. No fue un desliz, no fue una frase sacada de contexto. Fue la confirmación de una escala de valores donde la impunidad pesa más que la protección de los niños, niñas y adolescentes.
Es imposible mirar este episodio como algo aislado. Porque no estamos ante una excepción, sino frente a un patrón. El Partido Republicano ha construido su identidad política sobre la defensa cerrada de los criminales más brutales de nuestra historia reciente.
Su obsesión por liberar a los genocidas de Punta Peuco -personas que jamás han colaborado con la justicia ni mostrado un mínimo de arrepentimiento- es un compromiso que exhiben con más fuerza que cualquier otra causa. Basta recordar que uno de ellos, Miguel Krassnoff, acumula más de mil años de condenas. Ese es el tipo de personas por las que hoy levantan la voz.
Pero la discusión sobre justicia y memoria convive, además, con otras decisiones que revelan una misma lógica: la negación sistemática de derechos sociales básicos. Son los mismos que votaron contra la jornada de 40 horas y que ahora intentan disimular su postura original. Los mismos que se opusieron al aumento del salario mínimo. Los mismos que bloquearon la reforma de pensiones.
Los mismos que se opusieron al aumento del salario mínimo. Los mismos que bloquearon la reforma de pensiones -y que, de haberse impuesto su postura, hoy la PGU no habría aumentado a 250 mil pesos-, pero que aun así se pasean con piochas que dicen “Te amo PGU”, como si hubieran sido sus impulsores. Cuando se trata de proteger a los más vulnerables, siempre encuentran una excusa. Cuando se trata de proteger a los poderosos, nunca les tiembla la mano.
Por eso es importante decirlo sin rodeos: no hay “mano dura” en quienes amparan la impunidad. No hay defensa de las familias en quienes están dispuestos a sacrificar la seguridad de los niños para sostener una agenda ideológica extrema.
El Partido Republicano no es una alternativa inocua ni un simple giro conservador. Es un riesgo real para los avances sociales y para la convivencia democrática. Su lealtad no está con la ciudadanía, ni con los trabajadores, ni con las familias que viven con miedo e incertidumbre. Su lealtad está relacionada con un pasado oscuro que el país no puede repetir.
Un eventual gobierno republicano no sería un retroceso: sería una condena. Y Chile ya conoce demasiado bien las consecuencias de entregar el poder a quienes confunden autoridad con abuso y justicia con venganza. Hoy, más que nunca, es momento de recordarlo.