Día Internacional de las Personas con Discapacidad: La inclusión necesita voluntad, no solo normativa
El día de ayer, 3 de diciembre, se conmemoró un nuevo Día Internacional de las Personas con Discapacidad, fecha en la que nos enfrentamos a un espejo incómodo: ¿Estamos avanzando hacia una sociedad que derriba barreras o seguimos diseñando políticas que se quedan cortas frente a la realidad?
Aunque existen avances legislativos en materia de discapacidad, la distancia entre lo que se promete y lo que efectivamente ocurre en la vida de millones de personas sigue siendo abismal. Persisten obstáculos culturales, sociales y estructurales que limitan el ejercicio pleno de derechos y oportunidades.
La ENDIDE 2022 lo recuerda con fuerza: más de 3,2 millones de personas en Chile viven con alguna discapacidad, el 17,6% de la población adulta. Sin embargo, solo un 30% accede a empleo formal. Y cuando observamos la intersección de género, la desigualdad se profundiza: aunque las mujeres con discapacidad son mayoría, apenas un 35% ocupa puestos laborales, frente al 65% de los hombres. Una vez más, la brecha tiene rostro femenino.
Estas cifras evidencian una verdad incómoda: la inclusión laboral no se alcanza únicamente cumpliendo porcentajes. Se logra reconociendo a las personas con discapacidad como sujetos de derechos, no como metas administrativas.
La reciente actualización de la Ley de Inclusión Laboral, que aumenta la cuota al 2% para empresas y organismos públicos con más de 100 trabajadores, es un avance que no podemos desconocer. Sin embargo, su impacto será limitado mientras más del 75% de las organizaciones ni siquiera cumple el 1%. A esto se suma una barrera estructural clave: el 50,8% de las personas con discapacidad en Chile no ha completado la educación media. Ninguna cuota podrá corregir la falta de acceso a educación inclusiva y de calidad.
Cuando respondemos desigualdades profundas con políticas parciales, perpetuamos un modelo que abre la puerta, pero no transforma el entorno. Un modelo que pide a las personas con discapacidad adaptarse a espacios que jamás fueron pensados para ellas, en vez de modificar esos espacios para que todas las personas puedan pertenecer.
Por eso es urgente avanzar hacia políticas que integren interseccionalidad, descentralización y accesibilidad universal como requisitos mínimos. El Proyecto de Acuerdo aprobado unánimemente en el Senado, que solicita avanzar en contratación descentralizada, educación accesible con diseño universal, reducción de brechas de género y el reconocimiento de la intermediación laboral como un derecho, marca un camino claro.
No obstante, desde enero de 2024 las y los senadores que fueron parte de un proyecto de acuerdo que alcanzó una unanimidad, esperan una respuesta del Ejecutivo que aún no llega, con al menos algo de esperanza de que son temas que como Estado nos haremos cargo.
La inclusión real ocurre cuando los entornos dejan de excluir, cuando el Estado garantiza acceso equitativo a educación, salud, empleo y participación, y cuando las organizaciones comprenden que la inclusión no es un trámite, sino una convicción que enriquece su cultura y su sostenibilidad.
Este 3 de diciembre, el llamado es inequívoco: Chile no puede seguir confundiendo inclusión con integración. Integrar es permitir que alguien entre, aun cuando el esfuerzo por encajar recaiga sobre esa persona. Incluir es transformar el espacio para que todas las personas puedan estar, participar y desarrollarse plenamente.
La inclusión no se mide solo en cuotas. Se refleja en vidas que pueden desplegarse sin barreras. Es un derecho, no un gesto. Y es, sobre todo, una decisión colectiva de abrir posibilidades reales, dejar los prejuicios atrás y reconocer que el talento no tiene etiquetas. #SoyMásQueUnaEtiqueta