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IA: La revolución invisible que está moldeando la vida de los chilenos
Foto: Agencia Uno

IA: La revolución invisible que está moldeando la vida de los chilenos

Por: Jorge Olguín Olate | 03.12.2025
Si los avances de la revolución de la IA son tan rápidos que llegan a invisibilizar sus procesos, es necesario que cada uno de nosotros asuma la responsabilidad de educar para hacerla visible, puesto que el mayor temor es que de no hacerlo ahora, una vez más, como ha sido habitual a lo largo de la historia de la humanidad, otros dominantes terminarán decidiendo por nosotros.

Chile es uno de los países con más celulares por habitante en el mundo y lidera los avances en Inteligencia Artificial (IA) de la región. Donde recientes encuestas señalan que 7 de cada 10 chilenos declaran que han usado IA y además un 43,3% de las personas declara usarla todos los días. A la vez, aproximadamente un tercio de la población encuestada dice no confiar en este tipo de tecnología, lo que nos lleva a plantear que estamos frente a una revolución silenciosa, cotidiana y masiva que avanza más rápido que nuestra comprensión social.

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Si bien esta herramienta se popularizó con el lanzamiento por parte de OpenAI de su ChatGPT en noviembre de 2022, la IA existe desde mucho antes y la usábamos sin saberlo desde la selección de preferencias en Netflix,  nuestras búsquedas en Google, en los algoritmos de las redes sociales como Instagram y TikTok, y hasta en los chatbots de bancos, retail y servicios públicos.

Lo que ocurrió con la irrupción de ChatGPT es que su uso se popularizó como un agente conversacional directo y hasta “cercano”, y ya no como una IA integrada en algoritmos invisibles que, sin nosotros saberlo, nos hacía recomendaciones, filtros o soportes automatizados.

Este “Juego de Tronos” de la IA está en pleno desarrollo. Existe actualmente una descomunal competencia desatada por compañías estadounidenses y chinas, pero también con participación, aunque a muy menor escala, de Europa e inclusive Chile, que ha lanzado recientemente “Copuchat”, un agente conversacional basado en IA bajo identidad latinoamericana.

Así y todo, ese escenario de lucha por el dominio global de la IA en la próxima era, ha generado en muchos de los planos más íntimos de sus usuarios una contradicción emocional, puesto que la IA no solo ha sido capaz de responder “como humano”; sino que también, cuando comete “alucina” en la información que nos entrega, nos frustra, pero al mismo tiempo, cuando nos demuestra que puede responder mejor que nosotros, los humanos, que finalmente somos sus creadores y usuarios, confirmamos que posiblemente, a muy corto plazo, varios trabajos serán reemplazados por estas automatizaciones basadas en IA.

Esa sensación de preocupación, miedo e incertidumbre es lo que se puede denominar como brecha emocional tecnológica, la cual, por ejemplo, en un país donde la percepción social sobre la delincuencia es superior a las métricas reales, no sorprende que un altísimo 75% de los chilenos encuestados manifestó que teme un uso malicioso tipo fraudes digitales o ciberataques cuando se utiliza IA.

La presente columna plantea que, si ya antes de la irrupción social de la IA, cerca de la mitad de los adultos chilenos presentaba niveles bajos de comprensión lectora (OCDE), hoy ese miedo angustiante frente a la IA se debe, en buena medida, al desconocimiento sobre el uso de esa misma herramienta. Los datos ya lo revelan, un 38,1% dice saber “poco o nada” sobre IA. 

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¿Qué hacer entonces? Como profesor, la respuesta es simple y clara: educar. Pero esa respuesta se complejiza muchísimo en un país con un modelo educativo centrado en la competencia neoliberal, puesto que el desarrollo del pensamiento crítico, a partir de la lectura y la escritura profunda, no es lo suyo.

Ahora bien, aunque el actual escenario es pésimo para educar desde el pensamiento crítico, y donde solo un 14% declara estar “muy informado” sobre el uso de la IA, los que pertenecemos a ese porcentaje, y somos profesores, podemos reactualizar nuestros procesos pedagógicos en los colegios, institutos o universidades en función de un aprendizaje y una enseñanza centrada en el uso ético de la IA, y los que no lo son, igualmente pueden colaborar, por ejemplo, actuando formativamente al interior de sus espacios, ya sea el hogar o el trabajo.

Ahora bien, todo lo anterior es un escenario ideal. Ante esta revolución que está transformando la humanidad a un ritmo tan acelerado que no vimos antes, necesitamos actuar rápido. El Estado, por ejemplo, debe ahora mismo fomentar acciones que ayuden a una mayor comprensión de esa IA que declaramos ya usar los chilenos.

Para eso, es necesario que ese Estado mismo formule políticas públicas que fomenten un trabajo interministerial, como por ejemplo, en la interconexión de los ministerios de Educación, Ciencias y Trabajo, los cuales, deben ahora ya, generar acciones que fomenten capacitaciones bajo los recursos financieros que sean necesarios, para de que esa manera los compatriotas logren vencer “el miedo” ante las incertezas que le genera una herramienta aún desconocida para ellos.

En síntesis, la revolución de la IA no solo ya empezó, está en pleno desarrollo y su intensidad es tan potente, que cada día avanza a un ritmo tan acelerado, que incluso, para quienes declaramos estar bien informados sobre ella,  muchas veces la comprensión de sus avances pasa de forma invisible sin darnos cuenta.

Entonces, si los avances de la revolución de la IA son tan rápidos que llegan a invisibilizar sus procesos, es necesario que cada uno de nosotros asuma la responsabilidad de educar para hacerla visible, puesto que el mayor temor es que de no hacerlo ahora, una vez más, como ha sido habitual a lo largo de la historia de la humanidad, otros dominantes terminarán decidiendo por nosotros. 

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