Día Internacional de las Personas con Discapacidad: Un país inclusivo no se escribe en el papel
Cada 3 de diciembre, el Día Internacional de las Personas con Discapacidad nos invita a reflexionar sobre cuánto hemos avanzado -y cuánto nos falta- para construir un país verdaderamente inclusivo. En Chile, la Ley de Inclusión Laboral (21.015) establece que las empresas con más de 100 trabajadores deben contar con al menos 1% de sus colaboradores con discapacidad.
Análisis han revelado que menos de un tercio de las empresas cumple con la cuota. Desde que empezó a regir la nueva normativa, se han registrado más de 111.000 contratos, pero a marzo de 2025 se señalaba que solo 45,8% se mantienen vigentes.
Más aún, en muchos casos este mandato se cumple como un requisito administrativo, no como un acto de transformación cultural. Según el “Termómetro de la Inclusión 2024”, solo 4 de cada 10 personas con discapacidad trabajan en alguna actividad remunerada.
La inclusión no se decreta. Se construye. Y construirla exige algo más que cumplir con un porcentaje: requiere dedicación, tiempo y convicción desde la primera línea de las organizaciones. Decir que una institución es inclusiva no es “barato”.
Implica horas de reflexión estratégica, ajustes en procesos, formación de equipos y, sobre todo, la voluntad de abrir oportunidades reales de valor. Porque la inclusión no es caridad ni asistencialismo: es reconocer talento, potenciar capacidades y derribar barreras que limitan el desarrollo.
En AIEP creemos en la inserción laboral como un derecho y como una oportunidad para enriquecer la diversidad en los espacios de trabajo. Hemos impulsado microcertificaciones para personas con discapacidad, entendiendo que la formación es clave para la empleabilidad.
Pero también sabemos que la discapacidad tiene muchas caras, y por lo tanto, la inclusión tiene múltiples caminos. No hay soluciones únicas: hay que diseñar estrategias que respondan a realidades diversas.
Este desafío no lo enfrentamos solos. La inclusión se logra trabajando en red: sector público, privado, academia y sociedad civil. Cada actor tiene un rol que cumplir para que la inserción laboral deje de ser precaria y se convierta en una experiencia digna, estable y con proyección. Porque la verdadera inclusión no se mide en cifras, sino en culturas organizacionales que valoran la diferencia como una fortaleza.
Hoy, más que nunca, necesitamos preguntarnos: ¿estamos dispuestos a hacer el trabajo que implica ser inclusivos? ¿Estamos preparados para pasar del discurso a la acción? La respuesta no está en la ley, está en la convicción. Un país inclusivo no se escribe en el papel: se construye en cada decisión, en cada oportunidad y en cada espacio que abrimos para que nadie quede fuera.