El amo del mundo
Siendo niño me llamó la atención una película de 1961 dirigida por William Witney y escrita por Richard Matheson, protagonizada por el legendario Vincent Price y Charles Bronson. Se trataba del “El Amo del Mundo” con un guion que más tarde supe combinaba elementos de las novelas Robur el conquistador (1889), y su secuela El Amo del mundo (1904), ambas salidas de aquella factoría de ideas que era la imaginación de Julio Verne.
El filme contaba la historia del ingeniero estadounidense Robur, quien recorría el globo en su aeronave, el 'Albatros' -más su fanática tripulación-, con el único implacable objetivo de imponer la paz en el mundo, basándose en las evidentes y superiores capacidades militares de su artilugio. Robur procuraba destruir los medios para hacer la guerra de los ejércitos de varias naciones, mediante ataques en momentos de plena contienda.
Hay cierto paralelo con la situación actual de un Presidente Trump que como candidato proclamaba la salida de su país de todo conflicto militar y que ya como Presidente afirmó “haber terminado siete guerras en siete meses”, según su último discurso en Naciones Unidas. Es decir un pacificador que resuelve las situaciones bélicas que la organización internacional es incapaz de controlar.
Camboya y Tailandia, Serbia y Kosovo, República Democrática del Congo y Ruanda, India y Pakistán, Egipto y Etiopía, Armenia y Azerbaiyán, la Guerra de 12 días entre Irán e Israel y por supuesto la joya de la corona, el acuerdo entre Hamas e Israel.
Al respecto no se puede desconocer la voluntad estadounidense de pacificar varios casos. En la cumbre en la ciudad sudcoreana de Busan, el propio presidente chino Xi Jinping le dedicó a Trump lo siguiente: “Usted se preocupa mucho por la paz mundial y está muy entusiasmado con la solución de varios problemas regionales candentes”. Podría agregarse que, en el pacto de paz entre Camboya y Tailandia, los acuerdos entre Armenia y Azerbaiyán y en el incordio indo-pakistaní le fue reconocido su papel mediador por los propios involucrados.
Se trata de una Paz Negativa que viabiliza la ausencia de conflicto armado directo producto de una tregua o tratado que supone la "no-beligerancia" o "no-agresión", comprometiéndose los antagonistas a no atacarse ni recurrir a la violencia, aunque no exige la edificación de relaciones positivas de colaboración (Paz Positiva).
Otra cuestión distinta son los conflictos entre la República Democrática del Congo y Ruanda, o el acuerdo entre Hamás e Israel. Se trata de ceses de hostilidades muy precarios para entenderlos como procesos de paz imperfecta en curso, sobresaliendo la latencia conflictual.
En el primer caso desde julio se registran rebrotes de violencia de los grupos armados, ejecuciones extrajudiciales y combates entre rebeldes y ejércitos. En el segundo, desde el alto al fuego hace más de mes y medio la máquina de Guerra de Israel sigue operando en Gaza ante cualquier atisbo de amenaza y los muertos palestinos superan los 330, subsistiendo entonces la pregunta si Hamas entregará todo su arsenal.
La ausencia de un programa de paz que más se parece al relato verneano es la situación entre Israel e Irán después que el Presidente Trump interviniera directamente al ordenar el bombardeo con artefactos destructivos en profundidad, de 13.000 kilos, dejados caer sobre las centrales de investigación y desarrollo nuclear iraníes.
La participación de Washington, al estilo del personaje de ficción Robur, fue crucial para acallar los tambores de guerra, sin embargo, el conflicto no ha quedado resuelto, pareciéndose más a un paréntesis como ha quedado claro en el mensaje del presidente iraní Pezeshkian respecto que Teherán reconstruiría sus instalaciones nucleares "con mayor vigor", sin olvidar que trata de comprar jets Sukhoi a Rusia y expande su arsenal de misiles balístico de mayor alcance.
Hoy, dos contiendas están recibiendo el decisivo impulso de Estados Unidos para concluir, aunque de diferente manera, la Guerra entre Rusia y Ucrania, que se aproxima a su cuarto año, y el conflicto que Estados Unidos enmarca en su Guerra contra el Narcoterrorismo en el Caribe y que amenaza con extenderse desde el mar interior a territorio venezolano.
En el primer caso fue presentado un plan de Paz de 28 puntos redactados por los delegados de Estados Unidos y Moscú con tono de exigencia de aceptación a Kiev, generando la absoluta incomodidad de Zelensky quien lo comparó con un dilema para elegir entre la pérdida de la dignidad nacional o la de un aliado clave. El escrito, que ha dejado a Europa como mero testigo observador, entraña el reconocimiento de la jurisdicción rusa sobre Crimea, y la cesión de los oblast de Donetsk, Lugansk, sectores de Jersón y Zaporiyia, dejando a Ucrania fuera de la OTAN –aunque incorporándola a la Unión Europea, y reduciendo su Ejercito a 600 mil efectivos.
Y aunque han existido malos acuerdos, que permitieron un modus vivendi mínimo, como Dayton (Ohio, 1995) que detuvo la guerra entre serbios, musulmanes y croatas con más 100.000 muertos y 1,8 millones de refugiados -a partir de la presión de Estados Unidos y el trabajo diplomático de Richard, aunque no fue suficiente para reconstruir un país fragmentado-, siempre se requiere el concurso sincero de los actores directamente implicados.
Esta regla hace sentido para el canciller federal alemán Friedrich Merz quien aseguró desde a cumbre del G20 en Johannesburgo que sin el consentimiento de Ucrania es imposible que la guerra concluya: “Las guerras no pueden terminar por la simple voluntad de superpotencias que deciden sin considerar a los países involucrados”. Inmediatamente después hubo una reunión en Ginebra encabezadas por el secretario de estado Rubio para acercar posiciones con Ucrania, dejando de lado el adjetivo “desagradecido” que el Presidente Trump profirió a Zelensky.
Respecto de la operación “Lanza del Sur” en aguas internacionales del Caribe, una actualización de la doctrina Monroe bajo el corolario “Rubio” que reúne cerca del 20% de la fuerza naval de Estados Unidos en la zona, el tiempo del diálogo entre Washington y Caracas puede estarse agotando.
La Administración Federal de Aviación de Estados Unidos advirtió un inminente incremento de actividad militar sobre Venezuela y alrededores, y el cártel de los soles, al cual pertenecerían los altos cargos políticos venezolanos, han sido oficialmente designados como organización terrorista internacional por el Departamento de Estado, fortaleciendo la ola de rumores acerca de operaciones encubiertas y de ataques quirúrgicos.
Si este conflicto asimétrico se concreta en principio Estados Unidos logrará golpear los objetivos previstos, e incluso no se descarta que allane un proceso de reemplazo de Maduro. Habrá demostrado al mundo que aún tiene el músculo de su parte, de igual manera como el Reino Unido expuso su fortaleza con ocasión de la conmemoración de los sesenta años del reinado victoriano en 1897 –a pesar que de hecho ya había comenzado su declive a favor del gigante en la otra orilla del Atlántico-.
Pero la prueba real para Washington es si tiene un plan para el día después de la intervención. Sino la posibilidad de luchas inter-facciones en Venezuela y de desestabilización general del área septentrional sudamericana no es descartable, señal de un predomino apenas militar, y débil políticamente al fondo, como el “Albatros” surcando los aires marciales.