Don Elías: El defensa que iluminó Brasil y dominó América
Don Elías, fue tan grande que opacó a las estrellas ofensivas de su tiempo, con una elegancia y autoridad que le ganaron el título de mejor defensa en la historia del continente.
Su trayectoria es un ejemplo de excelencia técnica y de liderazgo. En tiempos en que el fútbol era más rudo y permisivo, Figueroa marcó un estilo de anticipación y limpieza.
Se decía que jugaba "de smoking" porque casi nunca tenía que tirarse al piso o ensuciarse el uniforme para recuperar el balón. Su control era total y su habilidad para salir jugando con la cabeza en alto revolucionó la figura del defensor en Latinoamérica.
El amo de América
Además de todas las ligas, Don Elías fue campeón de galardones individuales como el Mejor Jugador de América en 3 años consecutivos: 1974, 1975 y 1976. Y esto es enorme, teniendo en cuenta a quiénes venció en esas elecciones. Figueroa dejó atrás a brasileños consagrados como Zico y Rivelino, atacantes en su mejor momento.
Es muy raro que un central gane este premio. En el mundo actual de las apuestas de fútbol y los premios individuales, los momios siempre se inclinan hacia los goleadores y los creativos. Que un defensa se impusiera tres veces seguidas a los mejores delanteros del mundo es una prueba de que dominaba el juego.
Un chileno sometiendo la tierra de los campeones
El mayor objetivo de todo futbolista sudamericano en los años 70, en especial el de la Selección Chilena, era triunfar en Brasil. El país acababa de conquistar su tercer Mundial en 1970 y su campeonato local estaba repleto de campeones del mundo y estrellas internacionales. Llegar ahí como extranjero, y más como defensa, era una misión imposible. Los brasileños miraban con recelo a cualquiera que llegara de fuera a enseñarles fútbol.
Figueroa no solo llegó al Internacional de Porto Alegre, lo revolucionó. Fue capitán y máximo ídolo de la hinchada roja. Bajo su mando, el Inter, que jamás había sido campeón brasileño, se transformó en una máquina de vencer, conquistando el Brasileirão en 1975 y 1976.
Fue tan amplio su dominio que se llegó a acuñar una frase que se escuchaba en los estadios: "El territorio es mío y nadie entra a mi casa si yo no lo permito". Figueroa se ganó el respeto de todo un país extranjero, transformándose en una leyenda local en Porto Alegre.
El gol iluminado
Toda leyenda tiene su episodio casi sobrenatural y el de Elías Figueroa se escribió el 14 de diciembre de 1975. Era la final del campeonato brasileño entre el Internacional y el Cruzeiro en el estadio Beira-Rio; el día estaba nublado y el partido era una guerra táctica.
En el segundo tiempo, lo impensable sucedió: Figueroa se elevó en el área contraria para cabecear un balón tras un libre directo. En ese momento, un solo rayo de sol atravesó las nubes y lo iluminó justo en el momento en que golpeaba el balón que terminaría en las redes.
Ese tanto le dio el primer título nacional al Inter, y el momento pasó a la historia como el gol iluminado.
Más allá de la anécdota meteorológica, aquel episodio consolidó su aura casi mística, como si estuviera ungido por una vara mágica que surgía en caso de extrema necesidad.
El debate histórico: ¿mejor que Beckenbauer?
La excelencia de Figueroa llevó a compararlo con el otro destacado zaguero de su tiempo, el alemán Franz Beckenbauer.
Ambos eran elegantes y técnicamente superiores a la media, pero mientras Beckenbauer deslumbraba en Europa con su juego de líbero atacante, Figueroa reinaba en Sudamérica con una marca implacable y un juego aéreo invencible.
Muchos entendidos de la época, e incluso el propio Pelé, llegaron a decir que Figueroa era el mejor central del mundo; de hecho, incluso la FIFA lo nombró uno de los mejores jugadores del siglo XX.
El jugador brasileño llegó a afirmar que si Elías hubiera ganado un Mundial, sería considerado el mejor de todos los tiempos en su posición. Y a pesar de destacarse en tres Mundiales con Chile, no logró mayores logros colectivos con La Roja.
Un legado de caballerosidad y técnica
Pero Don Elías no es por los títulos o los premios por lo que es conocido, es por cómo los obtuvo, ya que hace unas décadas los zagueros centrales eran sinónimo de rudeza y patadas, pero Figueroa probó que se podía anular al adversario con inteligencia.
Su anticipación a la jugada lo hacía estar siempre en el lugar preciso antes de que esta se produjera, evitando la falta táctica.
Figueroa controlaba el balón como un volante creativo. Salía jugando desde atrás, con pases largos milimétricos, iniciando los ataques de su equipo. Esa capacidad de ser un muro en defensa y el primer atacante del equipo lo convierten en un adelantado a su tiempo.
Hoy, décadas después de su retiro, su nombre es sinónimo de lo mejor del fútbol chileno y sudamericano, un ejemplo eterno de cómo se juega al fútbol con la cabeza en alto.