Silencio y complacencia ante las agresiones de Trump
El presidente Petro de Colombia ha denunciado con valentía la invasión de la marinería estadounidense en el Mar Caribe, la que ha producido 43 muertos y ninguna tonelada de coca incautada.
El objetivo estadounidense es cercar a Maduro y terminar con su gobierno, al que Trump acusa ser el jefe del cartel narco de Los Soles. Y, ahora, Trump, en su desenfreno agresivo, ha agregado la desestabilización de Petro, a quien acusa con falsas denuncias ser el jefe del comercio ilegal de drogas en Colombia.
Petro ha reclamado, y con razón, por el silencio que han mantenido los presidentes de América Latina y El Caribe ante el retorno de la diplomacia de las cañoneras de EE. UU, que tanto sufrió nuestra región en el siglo pasado.
Es triste y preocupante que nuestra Cancillería y los partidos políticos chilenos no hayan emitido opinión alguna sobre la invasión militar estadounidense en el mar Caribe ni sobre el asesinato impune de ciudadanos de la zona. Se ha impuesto el silencio.
El multilateralismo, el respeto al derecho internacional, la coordinación regional y la solución pacífica de las controversias, conceptos repetidos hasta el cansancio, resultan letra muerta en la política exterior cuando el miedo a Trump evita pronunciamientos de la Cancillería y de los partidos políticos progresistas de nuestro país.
No hay que confundirse. Hoy son otros y mañana seremos nosotros.
Porque la nueva diplomacia de Trump apunta no sólo a frenar la oferta de narcóticos y los procesos migratorios, para ganar apoyo político interno; pero, le interesa terminar con los gobiernos de Maduro y Petro sobre todo para recuperar el predominio estratégico de Estados Unidos perdido ante China, su principal competidor internacional.
Y, en la competencia estadounidense con China, América Latina ofrece la posibilidad de acceder a vastos recursos naturales que son vitales para la industria de la guerra y las tecnologías del futuro, muy especialmente el petróleo, gas, litio, cobre y tierras raras, los que abundan en nuestra región.
En efecto, hay que recordar que, al inicio de su gobierno, las amenazas de Trump por recuperar la administración del canal de Panamá culminaron exitosamente con el retiro del holding de origen chino hongkonés CK Hutchison, cuestionado por EE.UU. porque era parte de las operaciones del canal, lo que Trump y su secretario de Estado, Marco Rubio, consideraban inaceptable.
Por otra parte, y en el extremo sur de Sudamérica, el reciente acuerdo del gobierno argentino con el secretario del Tesoro estadounidense ha permitido al presidente Milei acceder a 20 mil millones de dólares para sostener la estabilidad cambiaria; pero, contempla -al mismo tiempo-, y de forma preocupante, un acuerdo de cesión de yacimientos estratégicos de litio y gas, el establecimiento de una base estadounidense en el extremo sur, junto al freno de China en la actividad económica de Argentina.
También el blanco económico y político de Trump este puesto sobre Chile, Perú y Bolivia, por ser fuentes abundantes de recursos naturales en litio, cobre y gas.
Es decir, después de muchos años, el actual gobierno de EE.UU. ha puesto sus ojos en América Latina porque su apetencia por nuestros recursos naturales es hoy día más importante que nunca, ante la nueva realidad geopolítica mundial
Lamentablemente en el tema comercial también se ha impuesto el silencio y sobre todo la complacencia.
Ni la Cancillería ni de los partidos progresistas de nuestro país han reaccionado con firmeza ante al desenfreno proteccionista de Trump y, en particular, por la elevación de los aranceles al 10%, lo que incumple los compromisos suscritos en el Tratados de Libre Comercio (TLC).
Sorprende que economistas, políticos y empresarios chilenos, de signos variados, que defendieron con tanta pasión los TLC suscritos por nuestro país, doblen la cerviz o mantengan silencio ante la agresión comercial estadounidense. Se olvidan así de la seguridad jurídica, la ampliación de mercados y el comercio libre de obstáculos, términos con los que se apoyaban y justificaban los beneficios del TLC con EE. UU.
Ante la violación del TLC y la elevación de los aranceles, resulta de suyo complaciente que, para dirimir la violación del acuerdo, el gobierno chileno no haya apelado al sistema de solución de controversias, contenido en el mismo TLC. En cambio, se ha optado por “conversaciones de buena voluntad”, a la espera que el United State Trade Representative (USTR) y finalmente el presidente Trump, reaccionen positivamente ante nuestros reclamos de retornar nuevamente al arancel cero. Habrá que ver las nuevas peticiones estadounidenses.
A final de cuentas, la invasión militar de EE.UU. en el mar Caribe, el incumplimiento de los acuerdos de libre comercio, y la furiosa cruzada de Trump contra los inmigrantes latinos, no se pueden tolerar, porque son injustas y afectan el interés regional y nacional.
La respuesta ante las agresiones de Trump no deben ser el silencio o la resignación, sino la concertación de los países dignos de América Latina y El Caribe y una postura común ante los temas de controversia.