Súmate a nuestro canal en: WhatsApp
El bukelismo como modelo político de represión generalizada
Foto: Agencia Uno

El bukelismo como modelo político de represión generalizada

Por: Adolfo Estrella | 22.09.2025
Los populismos de derecha son formas autoritarias de democracia y los fascismos son formas de dictadura. Ambos combinan el consentimiento con la coacción. Bukele, el bukelismo y los bukelitos son, entre otros, el síntoma del triunfo trágico de las distopías sobre las utopías.

En Chile, los candidatos de extrema derecha, es decir, todos los que actualmente se autodefinen como de "centro derecha", han alabado y avalado el modelo de Nayib Bukele, a pesar de las diferencias evidentes y fundamentales entre la realidad salvadoreña y la chilena.

Imitar lo que sucede en El Salvador supone proponer una alteración brutal del Estado de Derecho y un retorno a formas represivas con características similares a la dictadura pinochetista, dictadura de la cual las derechas chilenas nunca se han desligado, ni política ni emocionalmente.

[Te puede interesar] Boric viaja a Nueva York para su última Asamblea General de la ONU con la candidatura de Bachelet en agenda

Este modelo ha sido respaldado mediante visitas oficiales y discursos que promueven la estrategia represiva de Bukele. Lo más preocupante es que esta retórica ha calado también en algunos sectores del llamado "progresismo", reflejando una normalización entusiasta de políticas punitivas y de convivencia cruel. El bukelismo se ha convertido en un nuevo sentido común a pesar de las evidencias de que es un referente brutal, antidemocrático e ineficiente.

Este modelo es percibido como válido por sectores sociales atemorizados, que priorizan el castigo severo y están dispuestos a renunciar a su propia libertad. El consentimiento frente a la dominación, es decir, cuando el deseo de las masas se vuelve contra sus propios intereses, es uno de los grandes enigmas de la política y, probablemente, de la misma condición humana.

En la actualidad, como hace cien años, el mundo distópico de las extremas derechas autoritarias está venciendo al ideal utópico de las izquierdas y del liberalismo tradicional. Quizás, como señala Antonio Scurati, porque "el miedo es un sentimiento político más poderoso que la esperanza".

Esto no es una novedad. Todos los populismos autoritarios y los fascismos históricos han tenido momentos de amplio apoyo social para sus políticas castigadoras. En Alemania, los campos de concentración aparecieron en el mismo momento de la llegada de los nazis, por vía electoral, al poder y no solo encerraban ahí a los judíos. Era un modelo de represión ampliada que incluía anarquistas, comunistas, socialistas, sindicalistas, gitanos, católicos, afrodescendientes, liberales, homosexuales, Testigos de Jehová, etc. No se les llamaba terroristas, sino "indeseables". Y la sociedad alemana sabía de la existencia de esos campos donde se torturaba y asesinaba.

El Salvador tiene la tasa de personas encarceladas más alta del mundo. Eso significa que el 2,6% del total de su población adulta se encuentra privada de libertad, según el Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Centroamericana, IDHUC.

Por otra parte, una comparación del número de presos por cada cien mil habitantes en algunos países muestra lo siguiente: El Salvador tiene alrededor de 1.800; Chile, alrededor de 300, que es una tasa alta en comparación con otros países de la OCDE; España, alrededor de 100; Brasil, alrededor de 400, aunque con alta variación entre Estados; Estados Unidos, alrededor de 600, también una de las tasas más altas del mundo.

[Te puede interesar] ¿Chile como potencia energética y alimentaria?: Lo que obvian los programas presidenciales

Los países con una alta tasa tienen una estrategia carcelaria enfocada principalmente en el castigo. Por el contrario, Noruega y Finlandia, por ejemplo, tienen una tasa similar con alrededor de 55 presos, gracias a un sistema penitenciario enfocado en la rehabilitación y en la reducción de la reincidencia.

En términos materiales, el modelo salvadoreño es mucho más caro y menos eficiente que el noruego y modelos similares, dada la alta densidad carcelaria y las limitaciones económicas del país centroamericano. Resulta curioso que nuestros políticos, que tanto admiran el modelo educativo finlandés y tanto viajan para conocerlo, no hayan aprovechado el paseo para estudiar su modelo de rehabilitación.

A pesar de su singular historia, el modelo salvadoreño se presenta como ejemplo universal de política punitiva, aunque sea una experiencia idiosincrática y particularmente violenta, que incluye una larga guerra civil. Esto sucede porque ni los derechos humanos, ni la rehabilitación ni la eficiencia son los objetivos de Bukele y sus seguidores. Lo que promueven y exportan es un modelo político, militar, policial y tecnológico de represión social generalizada basado en la persecución masiva, la criminalización extendida, la suspensión de garantías judiciales y la estigmatización social.

El CECOT es un gran campo de concentración y emblema de su política castigadora, que funciona sobre todo como mensaje, como un símbolo y como advertencia de lo que les puede pasar a todos aquellos que disientan del nuevo orden dominante. El CECOT es la base de un modelo de comunicación que trabaja mediante la teatralización de la represión y la subordinación ciudadana. Es un gran escenario donde se representa y se renueva día a día la crueldad del poder.

CECOT significa Centro de Confinamiento del Terrorismo. La equiparación entre delincuencia común y terrorismo deja bien claro la intención y extensión de su campo represivo. La etiqueta de terrorismo cada vez más se aplica, desde los poderes mundiales, de manera discrecional. En Inglaterra se considera terrorista a una ONG de apoyo a la causa palestina, pero no al Estado genocida de Israel.

Tanto el CECOT como la masacre de Gaza, como los centros de internamiento de inmigrantes en EE.UU., forman parte de un mismo sistema material y simbólico de represión de las poblaciones, de un mismo sistema de vigilancia y castigo, de la misma alianza entre neoliberalismo y los renacidos populismos autoritarios y neofascismos. El intercambio de presos entre Trump y Bukele y el financiamiento de Israel por los norteamericanos lo expresa de manera evidente y elocuente.

Los populismos de derecha son formas autoritarias de democracia y los fascismos son formas de dictadura. Ambos combinan el consentimiento con la coacción. Bukele, el bukelismo y los bukelitos son, entre otros, el síntoma del triunfo trágico de las distopías sobre las utopías.

[Te puede interesar] El Reino Unido reconoce formalmente el Estado de Palestina para "revivir la esperanza de paz"