
Desinformación vía redes sociales: Una amenaza a la democracia
La ultraderecha y la desinformación
En su libro Nexus, el historiador Yuval Noah Harari sostiene que la desinformación no es patrimonio de las redes sociales y plantea que uno de los primeros actos de desinformación masiva fue la creencia en una conspiración mundial de brujas satánicas que dio lugar al furor de la caza de brujas a fines del siglo XV en Europa y que desembocó en la tortura y ejecución de entre 40 y 50 mil personas inocentes acusadas de practicar la brujería hasta el siglo XVII.
La Iglesia católica medieval no consideraba a las brujas una amenaza importante para la humanidad, pero en 1485 un fraile dominico, e inquisidor, llamado Heinrich Kramer, mentalmente inestable y con extrañas fijaciones sexuales, publicó el Malleus Maleficarum (El martillo de las brujas), una guía para descubrir y matar brujas. En dicho texto Kramer describe en detalle la conspiración mundial, y los medios por los que los cristianos honestos podían descubrir a brujos y brujas y frustrar sus planes.
En concreto, recomendaba el empleo de métodos de tortura terribles con el fin de obtener las confesiones de aquellos de los que se sospechaba que estuvieran practicando la brujería, y se mostraba inflexible en que, el único castigo posible para los culpables, era la ejecución.
El martillo de las brujas se convirtió en uno de los mayores éxitos de ventas de la Europa de principios de la Edad Moderna -aprovechando la reciente invención de la imprenta (en 1450), que desempeñó un papel fundamental en su rápida divulgación- y alimentó una histeria global que provocó que las personas empezaran a acusarse unas a otras de brujería a partir de la evidencia más endeble.
Se empezó así la “caza de brujas” para vengar faltas de respeto personales o para obtener ventajas económicas o políticas. Una vez que se acusaba a alguien, se iniciaba una investigación oficial y el acusado podía considerarse condenado: si confesaba haber practicado la brujería, era ejecutado y sus propiedades se dividían entre el acusador, el ejecutor y los inquisidores; si rehusaba confesar, se interpretaba como prueba de su obstinación demoníaca, motivo por el que se le sometía a las torturas más terribles. Tras su gran popularidad, Kramer fue nombrado inquisidor de Bohemia y Moravia en 1500.
Este caso permite comprender los mecanismos que hay detrás de las teorías conspirativas y la desinformación, que han cobrado cientos de miles de vidas a lo largo de la historia, más que muchas guerras. Recientemente, la desinformación relacionada con el Covid-19 se tradujo en miles de muertes evitables a nivel mundial, con impactos severos documentados en países como Canadá y Estados Unidos.
Estas cifras reflejan consecuencias reales de creencias erróneas o premeditadamente falsas sobre vacunas, tratamientos caseros peligrosos o debilitamiento de medidas sanitarias. El National Institutes of Health (NIH) de EE.UU. estima en más de 100 mil las muertes que podrían ser consecuencia de la desinformación que generó vacilación en vacunarse.
En política, la desinformación vía redes sociales (RRSS) ha influido en los resultados de muchas elecciones, lo que amenaza la esencia de la democracia. Una de las más recordadas es el plebiscito de salida de la Comunidad Europea de Inglaterra (Brexit).
Una encuesta de IPSOS (de enero de 2025) reveló que el 54% de los ingleses consideraba que el Brexit había sido una decisión equivocada influida por desinformación y solo el 32% opinaba que fue correcta. Otra encuesta, de Byline Supplement (2023), reveló que el 60% de los votantes consideraba que no les dijeron la verdad durante la campaña, mientras que solo el 17% opinaba lo contrario.
En Chile la desinformación política desde las RRSS protagonizada por grupos de ultraderecha también ha desatado una cacería de brujas principalmente contra mujeres en política. Su más reciente víctima ha sido la candidata Evelyn Matthei.
Granjas de bots vinculados al candidato Kast difundieron imágenes manipuladas de Matthei, simulando períodos de vacíos mentales, imágenes que posteriormente fueron recogidas por cierta prensa tradicional, que se suele prestar para estas campañas. El estratega de este tipo de acciones es Steve Bannon, asesor de Donald Trump y sus principios clave son:
Inundar el espacio público con tanta información falsa, escandalosa o contradictoria, que el debate racional se vuelva imposible.
Agotar a los oponentes y deslegitimar la verdad misma como categoría útil.
Polarizar a la gente con planteamientos radicales.
Los dos informes de la “Comisión contra la Desinformación”
Anticipando el impacto que puede llegar a tener este flagelo en los procesos democráticos, el año 2023 el Presidente Boric creó una “Comisión contra la Desinformación” que evacuó dos informes: el primero, asociado a conocer el estado actual del fenómeno en Chile, y el segundo, en el que propusieron medidas de diversa índole para enfrentar la complejidad de este engendro en redes sociales. A pesar de su importancia, ninguno de los informes tuvo la repercusión mediática que merecían.
El primer informe incluye revisiones de pronunciamientos e iniciativas de organizaciones como el Foro Económico Mundial (2013), la Unión Europea (2018), la UNESCO (2020), la OMS (2022) y APEC (2022), todas alertando sobre los efectos de la desinformación y la necesidad de políticas estratégicas globales.
Reconoce que la desinformación afecta áreas críticas como salud pública, gestión de desastres, medioambiente, economía, política y relaciones internacionales. Señala que no existe aún una definición única o consensuada de desinformación y enfatiza la necesidad de diferenciarla de la opinión legítima.
Asimismo, rechaza que confrontar la desinformación amenace la libertad de expresión, la cual destaca como piedra angular de la democracia. Analiza también el panorama nacional. Finalmente, aborda el uso de Inteligencia Artificial (IA) tanto para generar desinformación como su potencial para detectar y contrarrestarla mediante herramientas tecnológicas.
El segundo informe formula 72 recomendaciones, organizadas bajo nueve principios orientadores, destinados a proteger los derechos fundamentales y fortalecer la democracia ante el fenómeno de la desinformación. Las orientaciones están agrupadas en seis grandes secciones:
Desinformación y participación multilateral
Promueve que Chile participe activamente en la regulación internacional y transparente en este ámbito.Espacios de desinformación
Establecer espacios de coordinación multisectorial y mecanismos de gobernanza en plataformas sociales.Desinformación y espacios estatales
Incluye regulación de la publicidad en redes sociales, facultades al Servel para denunciar campañas engañosas y supervisión del avisaje político en plataformas digitales.Alfabetización mediática e informacional
Propuestas para fortalecer la formación ciudadana y códigos de buenas prácticas para enfrentar la desinformación.Fortalecimiento de medios y pluralismo
Fomento del periodismo de calidad como herramienta de defensa ciudadana frente a la desinformación.Investigación sobre desinformación
Fomentar estudios sistemáticos y seguimiento continuo del fenómeno.
Adicionalmente, recomienda impulsar la transparencia algorítmica, actualizar legislación de protección de datos, fortalecer coordinación en ciberseguridad y clasificar sistemas electorales como infraestructura crítica.
Una amenaza para la democracia
La mayoría de los países ya han identificado la amenaza que significa la circulación por RRSS de contenidos falsos y engañosos para los procesos democráticos y también para enfrentar situaciones de crisis como la pandemia de Covid-19, donde la proliferación de noticias falsas puede tener graves consecuencias sanitarias.
Otra arista tiene que ver con resguardar la seguridad nacional, creando herramientas para detectar y contrarrestar campañas de injerencia externa que utilizan técnicas de desinformación. No obstante lo anterior, existe una mal entendida cautela para implementar medidas, en beneficio de no afectar la libertad de expresión, lo que ha provocado que se avance a un ritmo exageradamente lento en una agenda contra la desinformación.
Entre las iniciativas concretas se incluyen medidas legislativas y de corregulación para abordar este fenómeno, creación de observatorios independientes para monitorear la desinformación en medios digitales, coordinación con plataformas de RRSS para el retiro de contenido ilegal, respuestas rápidas ante crisis informativas, educación mediática, apoyo al fact-checking (plataformas de verificación de contenidos publicados), probadamente efectivo para reducir la credibilidad de informaciones falsas.
En Chile aún no existe una legislación que penalice específicamente la desinformación virtual, pero a la fecha hay 12 proyectos de ley en tramitación que buscan regular este fenómeno que amenaza a la democracia.