
Termogénesis Alimentaria: Por qué comemos más en invierno y qué estrategias ayudan a controlarlo
Con la llegada del invierno, no solo bajan las temperaturas sino también cambian nuestros hábitos alimenticios y muchas personas experimentan una mayor necesidad de comer, especialmente alimentos calóricos como pan, pastas o dulces.
La ciencia sugiere que este comportamiento tiene una base fisiológica: la termogénesis inducida por la dieta, un proceso natural mediante el cual el cuerpo genera calor tras ingerir alimentos.
¿Por qué comemos más en invierno?
“El cuerpo necesita mantener una temperatura interna estable durante los meses fríos, y para lograrlo aumenta su gasto energético al digerir y metabolizar los alimentos", explica Chris Pefaur, nutricionista del laboratorio Nutrapharm.
"Esto se llama Efecto Térmico del Alimento (ETA), y es una de las razones por las que inconscientemente buscamos comidas más densas en calorías”, agrega.
¿Qué otras condiciones activan las ganas de comer más?
El descenso de la luz solar, la menor actividad física y alteraciones en el estado de ánimo también influyen, generando un escenario perfecto para elevar el consumo de calorías, muchas veces sin notarlo.
El ETA representa cerca del 10% del gasto energético diario total, y aunque es completamente normal, los expertos insisten en que no hay que resignarse al aumento de peso como un efecto inevitable del invierno.
La clave, dicen, está en reconocer estos mecanismos y regular la alimentación con consciencia.
¿Cómo controlar la ingesta de alimentos?
“Hoy sabemos que hay herramientas seguras y naturales que ayudan a controlar el apetito y disminuir los antojos por carbohidratos. Algunas, como suplementos en base a fracciones proteicas activas, han demostrado eficacia en estudios clínicos", agrega Pefaur.
A su vez, se sugiere optar por una dieta equilibrada, rica en proteínas magras, frutas y verduras de temporada, sin olvidar la hidratación, que suele descuidarse con el frío.
También es clave distinguir entre el hambre fisiológica y el hambre emocional, muchas veces disparada por el aburrimiento o el estrés invernal.