
Una mirada al futuro del plástico en Chile: Oportunidades y desafíos en 2025
El 2024 ha dejado un panorama mixto para la industria del plástico en Chile, un rubro que, dada su transversalidad en los distintos sectores económicos, cual termómetro, refleja los altibajos de nuestra economía. Según el reciente Estudio Estadístico de la Industria del Plástico de ASIPLA, el consumo aparente de plásticos creció un 7% el año 2024, alcanzando las 1.238.000 toneladas.
Este aumento, impulsado principalmente por la reactivación de la minería y la agricultura, podría parecer una buena noticia. Sin embargo, detrás de estas positivas cifras, se esconden desafíos estructurales que nos obligan a hacer un análisis más profundo, para entender qué le depara el futuro a este sector productivo, tan relevante y necesario para el desarrollo económico de nuestro país.
El repunte del consumo se explica, en gran medida, por la mayor importación de resinas como el Polietileno de Alta Densidad (PEAD) y el Polietileno de Baja Densidad (PEBD), esenciales para aplicaciones de larga vida útil en sectores productivos clave. La minería, con su demanda de materiales resistentes, y la agricultura, que depende de los plásticos para hacer más eficiente el riego y la regeneración de los campos, han sido los motores de esta recuperación.
A ello se suma un aumento del 64% en la importación de PET reciclado (rPET), un dato que refleja el impacto de la Ley de Plásticos de Un Solo Uso y la instalación de dos plantas Bottle to Bottle, las cuales dispararon la demanda interna por residuos de botellas recicladas. Si consideramos, además, que el rPET también es y ha sido ampliamente utilizado por décadas en aplicaciones como los clamshell de fruta o zunchos para embalaje, la falta de material recuperado en Chile ha obligado a los productores de esas otras aplicaciones a importar PET reciclado para poder producir.
Mientras el consumo crece, la industria enfrenta una crisis laboral y de competitividad. Entre 2022 y 2023 perdimos un 12% de empleos directos, resultado del cierre o traslado de plantas manufactureras a otros países de la región.
¿Las razones? Costos energéticos disparados y regulaciones laborales que, aunque necesarias, han incrementado los gastos operacionales de las empresas. Asimismo, la dependencia de manufacturas plásticas importadas -donde China domina con un 56% del mercado- y la baja en la inversión de maquinaria -salvo por un crecimiento del 22% en máquinas extrusoras- no mejoran el panorama.
Este crecimiento del consumo en 2024, aunque positivo, no debería leerse como una tendencia sostenida. Más bien, parece un fenómeno circunstancial, ligado a la coyuntura de la minería y los esfuerzos por cumplir con normativas ambientales. Es importante considerar que, al no ser Chile un país petrolero, casi toda la materia prima virgen la importamos de otros países, y con la extensión de los tiempos de toda la cadena logística, los transformadores de plástico han tenido que incurrir en mayores costos por la necesidad de mantener inventarios para poder producir.
La industria del plástico es un habilitador clave de sectores productivos fundamentales para el país, como la minería, la agricultura, acuicultura y construcción, entre otros, y, es por eso que no se puede seguir debilitando ni ser un reflejo pasivo del ralentizado crecimiento económico de nuestro país. Este sector productivo está llamado a convertirse en un motor de innovación y empleo.
Propuestas como incentivos a la inversión en maquinaria, una revisión equilibrada de las regulaciones laborales y un enfoque en economía circular -apoyando con fuerza y convicción el reciclaje local- podrían marcar la diferencia. El rPET nos demuestra que hay potencial en el reciclaje; ahora necesitamos políticas que lo potencien sin ahogar a las empresas.
Chile tiene los recursos y el talento para liderar en este sector. Pero si no abordamos los costos energéticos y fortalecemos nuestra base industrial, corremos el riesgo de quedarnos como simples consumidores de lo que otros producen.