
¡Sí a la vida! Queremos eutanasia
El debate sobre la eutanasia en Chile reviste hoy una urgencia ética y política. Ética, por todas aquellas personas que, en estos momentos sobrellevan profundos dolores físicos en sus cuerpos. Política, porque bajo un Estado de derecho es a la institucionalidad pública a quien le corresponde el deber de garantizar la dignidad de la “buena muerte” de sus conciudadanos.
Hace diez años, el caso de una joven chilena nos impactó como sociedad: “Soy Valentina Maureira, tengo 14 años, sufro de fibrosis quística y solicito hablar urgentemente con la presidenta, porque estoy cansada de vivir con esta enfermedad y ella me puede autorizar la inyección para quedarme dormida para siempre”.
Tres años más tarde, Paula Díaz reforzaría ese mismo clamor a las autoridades: “Solo pido descanso y le suplico que me dé la eutanasia porque ya no soporto mi cuerpo, no soporto no poder apoyarlo”.
Ambos testimonios no son una exaltación a la muerte, sino una afirmación radical desde el liberalismo individual como espacio de decisión personal.
La sociedad chilena responde tajantemente a favor de este tipo de testimonios. Según la encuesta CEP de octubre de 2024, “un 58% cree que la eutanasia debería estar permitida ‘solo en casos especiales’; 29% ‘siempre’ y 11% la rechaza”.
Es decir, si cerca del 90% de los encuestados está a favor de algún tipo de eutanasia, ya no hablamos de una opinión marginal, sino de una corriente social mayoritaria que exige a nuestra clase política respuestas legislativas urgentes.
Quien lidera políticamente esta presión ciudadana, es actualmente el diputado del Partido Liberal, Vlado Mirosevic. Al menos desde el año 2011 existe un proyecto proeutanasia en el Congreso Nacional, denominado desde 2018 como “muerte digna y cuidados paliativos”, el cual actualmente se encuentra en tramitación en el Senado de la República.
Si bien, en el mensaje presidencial de 2024, Gabriel Boric anunció urgencia para la tramitación final de este proyecto de ley -lo que llevó a Mirosevic a expresar en una entrevista que “yo estoy muy optimista, esta ley va a transformarse en ley para cuando termine el gobierno”,- lo cierto es que el Ejecutivo ha cambiado en variadas ocasiones su sentido de “urgencia”.
A su vez, en la última cuenta pública de su mandato, Boric no hizo mención directa a tan importante temática. De esta manera, todo pareciera indicar que, si el Gobierno no da suma urgencia este año a este proyecto, no tendremos antes de que finalice su mandato la posibilidad de que las personas mueran sin extremo dolor.
Y para quienes nos dicen que la eutanasia es solo un asunto de países “del primer mundo”, basta recordarles que bajo nuestro contexto latinoamericano tenemos precedentes al respecto. La sentencia C-233/2021 de la Corte Constitucional de Colombia señaló que: “La eutanasia podrá ser solicitada no solo por quien esté en estado terminal, sino también por el paciente que padezca un intenso sufrimiento físico o psíquico proveniente de lesión corporal o de enfermedad grave e incurable”.
Este tipo de contenidos ofrece referencias jurídicas y éticas viables para países similares al nuestro. No se trata de copiar, sino de aprender de experiencias culturales y políticas cercanas a las nuestras sin paralizarnos por la oposición cerrada centrada en el dogmatismo teopolítico de sectores conservadores como la Iglesia Católica.
Asimismo, en el plano estrictamente político, se evidencia una oposición entre quienes dicen ser “la vanguardia de las libertades civiles” -los mal llamados “libertarios”- y sus posturas en dicho tema. Dichos personajes se jactan de “defender” las libertades individuales de las personas, pero a la hora de señalarles la libertad de movimiento, como parte fundamental de quienes desean migrar; o de la libertad de las mujeres de decidir sobre el aborto, o en el caso específico de Chile, de que seamos nosotros quienes decidamos sobre el destino final de nuestros fondos de pensiones. Finalmente, ellos se oponen de forma drástica y rotunda.
¿Qué podemos esperar, entonces, de los “libertarios” respecto de la eutanasia? Su oposición cerrada. Tal como lo han dejado entrever sus referentes -Axel Kaiser en Chile, Javier Milei en Argentina o Rand Paul en los Estados Unidos-, jamás han sido “libertarios” en sentido integral, sino que son más bien neoliberales de lo estrictamente económico, pero en los ámbitos político, social y moral siempre han sido y seguirán siendo conservadores o ultraconservadores .
Esas posiciones evidencian una notoria contradicción, ya que exaltan populistamente la noción de “libertad”, pero restringen las decisiones fundamentales de los individuos sobre su cuerpo y, en el caso específico de la eutanasia, de su sufrimiento personal.
Siguiendo a Stuart Mill, lo que planteamos en la presente columna es la praxis de la libertad positiva, es decir, la capacidad efectiva de decidir por uno mismo sobre el final de nuestras vidas, con las condiciones materiales, médicas y jurídicas para hacerlo de forma segura, ética y responsable.
¿Qué hacer entonces ante este tipo de escenarios?
En el caso de nuestras autoridades -y especialmente de quienes actualmente están en el poder-, actuar. No como dicen los cancerberos de la moralidad al señalar que nosotros pretenderíamos imponer un modelo de muerte, sino de terminar ahora mismo de legislar el proyecto de ley que tenemos en el Congreso, para permitir así lo más pronto posible que cada individuo decida sobre su existencia, especialmente cuando el dolor se convierte en una “prisión sin salida”.
Ya que, tal como lo expresó recientemente Susana Moreira, quien padece un trastorno genético progresivo que debilita selectivamente los grupos musculares de su cintura pélvica y escapular: “Yo creo que si pido la eutanasia no se me van a cerrar las puertas del cielo. No creo que Dios me vaya a castigar por elegir no morir de una manera cruel”.
Entonces: ¡Presidente Boric y señores congresistas!, lo que está en juego no es solo la promulgación de una ley que ya lleva 14 años “durmiendo” en el Congreso, sino la capacidad de una sociedad para reconocer que hay formas dignas de morir, que igualmente son formas de amar, de respetar y de liberar.