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Sobre genocidios y bully pulpit
Agencia Uno

Sobre genocidios y bully pulpit

Por: Esteban Celis Vilchez | 15.06.2025
La columna en La Tercera de Gabriel Zaliasnik sobre el supuesto bully pulpit del presidente Boric al acusar a Israel de genocidio es una notable demostración de negacionismo. Pero es notable este argumento que lanza: que la acusación de genocidio es la versión moderna de la de deicidio contra el pueblo de Israel. ¡Vaya laberinto teológico!

No deja de asombrarme el cerebro humano cuando es atrapado por la ideología o el prejuicio. Esa incapacidad de ver lo evidente, aunque esté frente a nuestras narices. Recuerdo a Dawkins cuando en sus disputas frente a los creacionistas le respondían que los fósiles encontrados no eran una demostración de la realidad de la evolución, pues Dios los había puesto para probar nuestra fe. Frente a eso, solo queda admitir que el cerebro humano, frente a ciertos temas, sencillamente deja de funcionar.

El ejército israelí invadió territorios de otra nación, en contra de resoluciones internacionales y del derecho internacional, pero para algunos no es un ejército de ocupación. En la franja de Gaza hay un sistema de segregación absoluto, pero para algunos es una ofensa si se lo compara con el tristemente célebre apartheid sudafricano.

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Se trata a los palestinos, incluidos a los niños, como seres sin valor, como si fuesen inferiores, no humanos. Pero algunos se ofenden si se le enrostra al gobierno de Israel y a esa porción que lo apoya que su conducta es enteramente similar a la que desplegaron los nazis en contra de los judíos. En lugar de preguntarse si el reproche es válido, prefieren negarlo y sostener ante el mundo que las acusaciones son falsas. Pero los genocidios son porfiados y el sufrimiento humano termina por desbordar a la maldad y a las mentiras.

Siempre he sostenido que las tendencias políticas importan si se mueven dentro de un espectro de racionalidad básica y respeto íntegro a los derechos humanos. Fuera de ese espectro da lo mismo lo que un sujeto grite a los cuatro vientos como sus pretendidas convicciones políticas, porque ellas son excusas y lo único que realmente lo define son sus ansias de poder, su totalitarismo, su desprecio por quienes considera seres inferiores, su crueldad y su miseria moral.

Por eso, son todos hermanos, por eso se parecen finalmente. Por eso no es un error decir que Netanyahu sea un nazi o que Hitler sea un sionista. Porque sionista o nazi son expresiones vacías y llegan al mismo lugar común: estoy dispuesto a matarte, desaparecerte, masacrarte en masa, pues te considero inferior y menos que humano. Puedo gasear a tus hijos pequeños y no me enternecerán sus llantos ni sus ojos aterrados; o puedo bombardear tu casa y no me enternecerán los gritos de tus pequeñitos aferrados a tu cuerpo de papá o mamá muertos. Somos tan parecidos…

La necesidad de proceder sin miramientos y sin compasión, la importancia de prevalecer como sea, lo molestas que son las organizaciones de derechos humanos, la necesidad de tomar las decisiones difíciles que los blandengues que sufren de la epidemia de la empatía eluden, construir un mundo nuevo sobre pilas de cadáveres… Son todos temas sobre los que podrían, en un universo paralelo, conversar animada y muy coincidentemente Netanyahu y Hitler.

Podrían sumarse Stalin, Mao, Pol Pot, Ceausescu, y nuestros dictadores latinoamericanos. Seguramente, luego de coincidir en todo esto, y como siguen siendo básicamente idiotas, se levantarían para tratar de matarse unos a otros, pero solo después de comprobar que son todos genocidas, todos miserables morales, aunque quieran matar a gente distinta.

Según cifras de un informe de las Naciones Unidas de noviembre de 2024, a esa fecha habían sido asesinados por el ejército de Israel 43.736 palestinos, en tanto otros 102.347 habían sido heridos. Casi un 70% de las víctimas corresponden a mujeres y niños, además de incluirse periodistas y personas comprometidas con la ayuda humanitaria.

Tal como lo ha señalado Volker Turk, el Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU, las violaciones al derecho humanitario perpetrado por Israel no tienen precedentes en la historia moderna.

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Y es que no son solo los muertos y heridos: es el uso del fósforo blanco, son los desplazamientos, es la destrucción de las viviendas y la condena a vivir a la intemperie a adultos, niños y ancianos; es el bloqueo de la ayuda humanitaria, dejando a 2,1 millones de personas sin agua, sin comida, sin abrigo, sin medicamentos. Y hoy, es la hambruna intencionada. En los primeros seis meses de las acciones israelíes, asesinaron a 3.588 niños.

La ONU lo ha dicho con todas sus letras: Israel perpetra un genocidio y viola los derechos humanos en Gaza, incluyendo torturas.

Human Rights Watch coincide en este diagnóstico. La Corte Penal Internacional ha despachado órdenes de captura contra Netanyahu y el exministro de Defensa, Yoav Gallant. Por cierto, Israel no reconoce a este tribunal ni ha ratificado el Estatuto de Roma que lo estableció, algo muy propio de todo genocida y violador de los derechos humanos.

Cuando el presidente Boric, con una valentía ante la que me inclino con admiración, habla de genocidio, solo se atiene a la evidencia. La acusación de ser antisemita es ridícula. Seguro que no lo es. Yo tampoco. Soy contrario a Netanyahu, que no representa a todo Israel, como Hitler no representaba a toda Alemania.

En cambio, admiro y apoyo a esos judíos que desfilan con banderas palestinas y cuyas voces valientes no se prestan para la complicidad. Admiro a la ONG israelí Yesh Din (Voluntarios por los derechos humanos) que protegen a palestinos bajo ocupación. No, no es un problema de antisemitismo. El tema es más sencillo: hay judíos buenos y hay judíos despreciables, como en todos los pueblos y naciones.

La columna en La Tercera de Gabriel Zaliasnik sobre el supuesto bully pulpit del presidente Boric al acusar a Israel de genocidio es una notable demostración de negacionismo. Pero es notable este argumento que lanza: que la acusación de genocidio es la versión moderna de la de deicidio contra el pueblo de Israel. ¡Vaya laberinto teológico!

Parece decirnos que una acusación falsa de deicidio será demostración eterna de la falsedad de toda otra acusación. No sé si la CPI aceptaría el argumento… De todos modos, creer que alguien o algún pueblo haya asesinado a Dios requiere un acto de fe del que soy incapaz. Pero creer que el Estado de Israel y su gobierno –no su pueblo– bombardean, asesinan, mutilan y dejan niños huérfanos no requiere fe alguna, sino ver las fotos y las cadenas de noticias.

La comparación es burda. La tontería tiene un límite y ese es nuestro cerebro. Decía Camus que es deber de las personas bien pensantes estar siempre del lado de las víctimas y nunca del de los victimarios. El presidente Boric está del lado correcto. Usted escoja el suyo.

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