
En venganza: El asesinato de Edmundo Pérez Zujovic
Santiago de Chile, martes 8 de junio de 1971, 10:45 de la mañana, hace exactamente 54 años. Un automóvil Mercedes Benz, conducido por Edmundo Pérez Zujovic, un empresario que ha sido ministro del Interior y vicepresidente de la República en el gobierno de Frei Montalva, se desplaza por calle Hernando de Aguirre hacia el norte; luego de pasar Carlos Antúnez y antes de llegar a Carmen Sylva, frente al número 732, un vehículo Acadian Beaumont rojo intencionalmente lo choca en la parte delantera.
Del auto bajan dos militantes de la Vanguardia Organizada del Pueblo (VOP), organización de ultraizquierda. Uno de ellos dispara una ráfaga de la metralleta Carl Gustaf que porta contra el conductor, ante la mirada atónita de Marisa, la hija mayor de Pérez. Ocho proyectiles se incrustan en el cuerpo del exministro. Minutos después fallecería. El hecho provoca gran conmoción en el país.
Enterado del crimen, el presidente Salvador Allende ordena capturar a la brevedad a los asesinos. También decreta el Estado de Emergencia en la Provincia de Santiago, asumiendo como Jefe de Plaza el General de División, Augusto Pinochet. Este, entre otras medidas, dispuso el toque de queda entre la 1 y las 6 de la mañana, y una cadena permanente de radio y televisión.
El Primer Mandatario, además, forma una comisión de alto nivel para esclarecer los hechos que él personalmente encabeza. Participan en ella el Ministro del Interior José Tohá; el Ministro de Defensa, Alejandro Ríos Valdivia; el Subsecretario de Justicia, Antonio Viera-Gallo; el General Director de Carabineros, José María Sepúlveda; el Director General del Servicio de Investigaciones, Eduardo “Coco” Paredes.
Para otorgar garantías al Partido Demócrata Cristiano que la investigación será despolitizada y profesional, incluye a los jefes de los servicios de inteligencia de las tres ramas de las Fuerzas Armadas.
Allende, se da cuenta que la situación es muy grave porque el Partido Demócrata Cristiano culpa a la Izquierda gobernante de tolerar el terrorismo de la VOP, y de haber desatado una campaña de desprestigio en contra de Pérez Zujovic, por la matanza de pobladores en Pampa Irigoyen, cuyo punto cúlmine sería la canción “Preguntas por Puerto Montt”.
Esa noche en cadena nacional de radio y televisión, para tranquilizar a la opinión pública, el Presidente expresa: “Ante el crimen manifesté nuestra inflexible decisión de utilizar todos los medios para esclarecerlo y castigar a los responsables. Tanto los autores materiales ya identificados, como a quienes fríamente los usaron. Todo chileno debe comprender que la conjura sediciosa no sólo dañaría al gobierno. Es un intento deliberado, suicida, de arrastrar al país a la anarquía. Este intento fracasará (…)”.
La actitud firme de Salvador Allende ante un crimen sin sentido muestra que lejos de la caricatura creada por la Derecha y su prensa, la Unidad Popular era un gobierno que hacía respetar las leyes y a la que no le temblaba la mano para reprimir los delitos violentos como veremos enseguida.
Pocos días después, cumpliendo con la orden de apresar a los asesinos de Pérez Zujovic, a las 2.30 de la madruga del domingo 13 de junio, numerosos detectives encabezados por Eduardo Paredes, director y Carlos Toro, subdirector, llegan hasta la casa número 2.711 de calle Coronel Alvarado, a tres cuadras del Hipódromo Chile.
Al intentar ingresar a la vivienda una ráfaga de metralleta se los impide. Una hora después, luego de que arriban refuerzos armados que incluyen tanquetas de Carabineros -en el curso de la noche también llegarán militares- comienza un intenso tiroteo que se alargará hasta las 8 de la mañana.
En medio del fragor de la lucha, los guerrilleros trataron de escapar por los techos, las calles aledañas y las alcantarillas. Cuando el grupo salió, uno de ellos, Arnoldo Carvajal, quedó a cargo de apoyar la retirada haciendo fuego de contención desde el interior de la casa; la policía le dio 30 segundos para rendirse. Al término de este plazo, el guerrillero herido en el vientre salió a la calle lanzándose al suelo. Detrás de él fueron detenidas Carlota Ballebona, Marina Silva y Carmen Silva.
Minutos después, Ronald Rivera Calderón cayó muerto sobre el techo de una casa azul signada con el número 2.686 de calle Coronel Alvarado. Un proyectil de fusil impactó en su cabeza destrozándosela. Más adelante, su hermano Arturo, para evitar ser capturado, se suicida disparándose en la región parietal. Otros dos combatientes fueron detenidos con heridas en el estómago. Según el general Augusto Pinochet, jefe de la Zona de Emergencia, en el combate se dispararon unos 300 proyectiles.
Los hechos no terminaron ahí. Las calles de la capital serían testigos de más sucesos violentos con resultado de muertes. Tres días después, a las 14:08 del miércoles 16, el ex carabinero Heriberto Salazar Bello, de 45 años, apodado “El Viejo” por sus camaradas de la Vanguardia Organizada del Pueblo, vistiendo un abrigo gris, bajo el que, adosados a su cintura porta varios tarros de café llenos de dinamita, y una subametralladora Carl Gustaf, ingresa al cuartel del entonces Servicio de Investigaciones en calle General Mackenna 1.370.
Al ser descubierto en su intención de llegar hasta la oficina de Eduardo “Coco” Paredes, director del Servicio, a quien, en venganza por la muerte de sus compañeros, en acción suicida pretende asesinar, les dispara a los detectives de guardia: Heriberto Marín y Gerardo Romero, quienes morirán en las horas siguientes. Al agotar la munición retrocede hacia uno de los muros cerca de la salida del hall, mientras el detective Carlos Pérez Bretti, lo toma de la cintura para detenerlo. Los explosivos detonan. Ambos mueren desintegrados.
El crimen de Edmundo Pérez Zujovic ocurrido aquel lejano martes de junio de 1971, hace 54 años, fue la acción más importante de la Vanguardia Organizada del Pueblo (VOP) y la que mayores consecuencias políticas tuvo, porque utilizando la muerte del exvicepresidente de la República como pretexto, en el Partido Demócrata Cristiano se impone el ala dura, el sector anti-allendista encabezado por Eduardo Frei y Patricio Aylwin. Estos, decididamente, comienzan a pactar con la derecha y a auspiciar el Golpe.
Aunque, el delito fue aclarado y sus autores neutralizados, como tantas veces en la historia de América Latina, un crimen político ejecutado por paramilitares de izquierda tuvo funestas consecuencias para el éxito de un gobierno popular.